VA DE...Batiburrillo literario

domingo, 19 de julio de 2020

CONTAGIO


100/2020
(Quien tenga oídos para oír…)

Quien escupe veneno, a sí mismo y a su entorno contagia.
Quien hace el mal, su mal busca. 
Y lo encuentra. 

         “Quien tu mal provoque sin provecho, su mal obtenga durante siete generaciones” −había susurrado sobre su cabeza la ensalmadora que ayudó a su madre a traerla al mundo más de setenta años atrás, después de signar su frente con una huella alargada y ungir su fontanela aún hendida con sus dedos untados en un aceite de intenso color gris-nopal y olor a un “así-sea” irreversible.

         Desde entonces, sus deseos adquirían densidades casi sólidas y sus abominaciones serían oráculos fuera de todo control.

         Cada vez que, a lo largo de su vida, pronunció ella su siempre bien administrado “así-sea”, se cumplieron sus mejores y sus peores aspiraciones, como si una legión de leviatanes o de ángeles custodios estuviera de retén permanente y a su servicio.

“Quien mi mal provoque sin provecho, su mal obtenga hasta la séptima generación”. “Así sea”−percibía dentro de su cabeza como el perenne zumbido de un panal de laboriosas abejas; como un ronroneo que la aturdía, sin permitir ella que sus labios convirtieran en palabras el eco de sus poderes.

“Quien mi mal provoque sin provecho, su mal obtenga hasta la séptima generación”. “Así sea” −se oyó murmurar la vieja vecina denunciada, esta vez en voz alta, cuando escuchó la propuesta y votación de los asistentes a la reunión de propietarios, sin poder evitar un sentimiento de profunda compasión por aquellos pobres diablos tan saturados de improductiva arrogancia−. Sería que nadie les había advertido de que, quien provoca un mal innecesario, o lo secunda, ya sea por frivolidad, por flaqueza o por desidia, recibe en sus propias carnes los efluvios del mismo mal que ocasiona, multiplicado hasta setenta veces siete en el tiempo, y en los espacios de sus vidas presentes y futuras.

Ahora aquellos vecinos delatores acababan de liberar todo el poder de los demonios de la palabra, y nadie, ni ella misma, sería capaz de retornarlos a sus madrigueras antes de que dieran cumplimiento a la misión que les encomendó su dueña y señora.

El promotor de la denuncia contra la anciana había sido aquel pobre diablo malencarado y enjuto, vasallo y galeote de la hipoteca de uno de los primeros pisos vendidos en el bloque, circunstancia de la que él se ufanaba, y sinrazón que esgrimía en su agraviado fuero interno, y ante los que fueron llegando después, para tratar de constituirse y mantenerse como un despiadado reyezuelo del vecindario. Un piso como el que siempre había soñado allá en su aldea, y para cuya compra tuvo que vender la última pomarada de sus antepasados, hacer horas extraordinarias, y hasta empeñar su alianza y la de su mansa mujer en una tarde de impotencias. Quienes lo secundaron en el gratuito ataque a la vecina de apariencia insignificante, sin reflexionar en las consecuencias del mal ajeno, no buscaban otra cosa que el arrimo del matoncito con aire de vendedor de peines de carey, sin pelo que peinar y trajes de economato, planchados y replanchados hasta el límite de los brillos en los codos. En total, siete simulacros de tiranuelos, que a no tardar comenzarían a sentir en sus propias carnes y haciendas la maldición con la que una infalible ensalmadora ungió setenta años atrás la cabeza de aquella vecina de apariencia quebradiza y poderes que ni ella misma podía controlar.

“Así sea”. Ese era el conjuro.

Desde que se produjo la primera desgracia, los siete supieron, sin saber muy bien cómo o por qué lo sabían, que estaban sentenciados por un destino implacable e inaplazable, y que nada ni nadie podría desactivar la cadena de dolor que ellos mismos habían activado sobre los techos que cubría sus cabezas, las cabezas de los suyos y las de cualquiera que habitara sus cubiles en el futuro.

Ya solo queda uno de ellos a la espera de que comiencen sus males; uno que vive paralizado por el pánico ante lo inevitable. Mañana le darán los resultados del análisis de su hijita. Pero no necesita leerlo para conocer el diagnóstico. Sabe que también para él gira ya la rueda del destino y que debe ir preparando los funerales. También para él ha comenzado la racha sin fin.

Que Dios se apiade de él. De ellos y de los suyos.

¡Así sea!

Mientras tanto, el sufrimiento se hace insoportable cada vez que ve a la anciana, erguida la espalda bajo la fatalidad de la indiferencia, atravesar por delante de la ventana de la alcoba desde cuyas hojas entornadas se escapa la declinante respiración de su pobre muchacha.

Lo peor es que, tras lo que viene sucediendo, el edificio entero vive asolado por la sombra de un terror sin precedentes. Porque todos han comprendido que no existe vacuna capaz de prevenir o erradicar el contagio del mal, brotado en la gratuidad del dolor ajeno, hasta que se cumplan los cómputos arcanos.

Todos saben que el anatema del mal causado sin motivo tiene un guarismo: setenta veces siete.

¡Así sea!
En CasaChina. En un 18 de Julio de 2020

miércoles, 8 de julio de 2020

DOY FE




“Necesitamos testigos de nuestras vidas”
Película <BAILAMOS>

No perdí la pasión.

Apasionada
doy fe
del emborronamiento de las crónicas
que escribíamos juntos,
junto al fuego,
con trazos enervantes en la piel.
Con silencios larguísimos.
Sonoros.

El día que te perdí,
(tan después del día que nos perdimos juntos)
Perdí, como en desgarro,
al último testigo de mis días.

Ya nadie dará fe de que seguimos
andando por las calles,
honrosamente libres.
Gloriosamente muertos.

En CasaChina. En un 8 de Agosto de 2020

jueves, 2 de julio de 2020

¿POR QUÉ ELLOS SÍ...?



97/2020
 
“¿Ayudaría algo?” −repite el protagonista ruso de la película <EL PUENTE DE LOS ESPÍAS> en los momentos cruciales; esos en los que cualquiera se permitiría, cuando menos, dudar.
A veces se contiene todo un manual de pensamiento vital en una sola frase, si los actos la apuntalan.
Creo que todos, pero, sobre todo, los Mediadores, nos preguntamos a menudo por qué algunas personas consiguen lo mejor para su entorno (y de rebote para sí mismos) sin necesidad de alzar la voz o descomponer el gesto so pretexto de algo tan insidioso como el concepto "dignidad". Anoche, mirando esta película −basada en un hecho real− encontré muchas claves que, como se decía en la catequesis, yo resumiría en UNA: ...Y AL PRÓJIMO, COMO A UNO MISMO. Pero hay que comenzar por el aprendizaje de amarse a UNO MISMO lo suficiente, y sin inoportunas escoceduras en las “dignidades”, como para no tener que alzar la voz ni descomponer el gesto.
Una película llena de símbolos y de claves, de las que, si me pidieran quedarme con una sola, me quedo con la escena del abrigo.

En CasaChina. En un 2 de Julio de 2020
https://www.filmaffinity.com/es/film255419.html

LA PRESUNCIÓN DE INDECENCIA

  (Mujereando)           45/2024   ¡Ya está bien! Hasta los “huevarios” estamos muchas mujeres de tener que “serlo”; pero, sobre tod...