(pamplinas y menudencias)
¡Hay que felicitarlas!
Claro que sí, que hay que felicitar
las Navidades.
Siquiera sea por aquello que nos
regaló el filósofo Herbert Marcuse a los de nuestra generación: “seamos realistas;
pidamos lo imposible”.
Porque, traspasada “la edad de la
inocencia”, solo los tan cansinos como tenaces deseos de felicidad de los de nuestro
entorno (eventual) pueden amortiguar el desgarro de unas fechas tan tristes.
Imagen de Internet |
Si serán tristes, que sólo sirven
para añorar infancias irredentas cuando ya no estamos a tiempo de redenciones.
Bien pensado, Las Navidades deben ser el invento de los
Dioses para endosarnos a los niños, sin anestesia. ¿De dónde, si no, poder
aguantar a semejantes monstruitos con zambomba y pandereta sin morirnos de
envidia?
Y de añoranza.