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jueves, 2 de diciembre de 2021

DE PUEBLERINOS Y VILLANOS


         “¡Qué pena ser tan pueblerinos”! −ha escrito alguien, al hilo de algo que tiene que ver con que unos “álguienes” de brillantes colorines tricolores se hayan apropiado del luto de un nombre propio para tratar de abrillantar y dar esplendor a sus manoseados apellidos políticos.

         Nada más escuchar la comparación de lo de “…que pena ser tan pueblerinos” con no sé qué miserias y villanías, se me va un repullo. Y no digo yo que lo de “pueblerinos” sea algo más que un desliz que se haya utilizado con ojeriza afrentosa. Lo que a mí me irrita es que se le añada ese tan desdeñoso como arrogante “qué pena que se le añade. Eso sí: con la sana intención de dolerse de que los del “fondo norte” se nieguen a que se otorgue el título de “hija predilecta” de Madrid a Almudena Grandes como han pedido los del “fondo sur”.

Como si eso, después de muerta, fuera más importante que lo que de ella queda vivo.

Para mí que los hinchas y los contrahinchas van a lo suyo, y los bienintencionados les están haciendo de palmeros. Almudena les importa dos narices; lo que no quita para que, a una servidora, ante semejante puja entre unos y otros, se le represente aquel paisaje bíblico del reparto de túnicas del Crucificado. (¡Pues anda que, quien más, quien menos, no crucificamos −y digo crucificaMOS a Almudena en vida…! Lo que pasa es que lo de morirse, dejando obra póstuma de valía emancipada del propio nombre, da pedigrí al muerto y relumbrón a sus hurones).

        Ya puestos en evangeliarios, no estaría de más recordar lo de “al césar lo que es del césar”. Y es que, por mucho que ponga el oído, no escucha una servidora referir lo que de Almudena Grandes nos queda vivo, que es su obra literaria.

    Tengo para mí que, si alguien no lo remedia, esa desafortunada alusión estigmatizante, esa “distinción” infamante entre pueblerinos y villanos va a convertir el recuerdo y el nombre “AlmudenaGrandes” en una especie de “marcacomercial” registrada con vistas a los colores de las urnas; en roja “banderita-de-solapa” de trajecito de paseo, o en rústica navaja cabritera con la que saltarle la yel a brillantinados verdiazules con anaranjados aires de ciudad de toda la vida, mientras ella, ahora que está donde está, −que tengo para mí que es el país del arco iris−, se muere −otra vez− de risa, claro está, diciendo “no es eso, no es eso”.  

    Y “eso” si que no. Que nadie venga a ponerle subtítulos callejeros a una GRANDE DE LAS LETRAS, se pongan como se pongan los de los colorines. Que una, que es una eterna aprendiz, no quisiera que la cosa se quedara en la luz de gas de las farolas de cualquier esquina en lugar de ocupar los espacios que merece en las estanterías.

        Porque, vamos a ver: ¿por qué va a ser “pueblerino” en lugar de “villano” el votar en contra de que alguien, (que eligió ser del color que era, y escribir brillantemente sobre ello), sea declarada “hija predilecta” de una ciudad, en la que está más que demostrado que caben todos los colores?

        Y no sigo. Porque me estoy dando cuenta de que se me nota demasiado que lo que a mí me ha escocido es que me toquen lo de ser de pueblo, que, a lo mejor, y entre nosotros, tiene sus luces y sus sombras como cualquier villanía de apropiación indebida.

 

En CasaChina. En un 2 de Diciembre de 2021

 

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