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martes, 1 de febrero de 2022

ESO DE LOS "OBJETIVOS"


(Dicharacherías)

         “Eso que estás haciendo…” −Me escucho amagar; pero esta vez no acabo la frasecilla de marras.

       ¡Me pillé! De nuevo he estado a punto de ponerme “estupenda”, reprochándole a mi pobre escuchante lo que acababa de hacer, sin tener ni la mitad de mi mollera en condiciones de revista.

        ¡Pero mira que somos dicharacheros…!

        Cada vez me mete más desazón en el cuerpo lo del dicharacherismo, y muy especialmente cuando rastreo sus señales más o menos borrosas en mis propios entresijos.

        Entonces es cuando voy y me digo que, aunque me apriete en los costurones de la petulancia esta propensión de maestrilla fatua tan recién como escasamente leída, como aprieta un zapato nuevo de a mitad de precio, la realidad es que nadie me nombró censora de lo ajeno; ni yo estudié tanto en lo propio como para constituirme en interventora de “hay-que-ver-lo-que-haces”. Mucho menos, en consejera de “tú-lo-que-tienes-que-hacer-es…”.

        Por eso, desde que comienzo a tener uso de razón, −de lo que tampoco hace tanto−, ando en entrenarme en lo de callarme a tiempo, aunque tengo que confesar que sin grandes resultados, o, si así se quiere, con resultados más lentos de lo que me va la lengua.

        Mal que bien, y para no caer en el derrotismo sobre mí misma, echo mano de eso que llevo aprendido sobre “estrategias” y otras zarandajas, con las miras puestas en encontrar algunas menudencias de segunda mano con las que, de a poquito, me desprenda de estas vestimentas de comadreja de esquina, a ver si consigo guardarme estos juicios, tan míos como corrosivos, como mucho para cuando esté delante del espejo.

        Algo se va consiguiendo, miren ustedes.

        Resulta que hoy me he sorprendido a mí misma raspándole el sarro a una lengua viperina ajena, antes de que su mal aliento, −llamado en mi tierra “mala-leche”, y en la tierra de al lado “malafollá”−, envenene de tal manera el discernimiento de los que siempre están a la escucha que ya no haya manera de desinfectar el pestazo por mucho ambientador que se esparza en el patio de butacas.

        Claro: lo he hecho en tiempo impersonal; lo cual que se han dado por aludidos los que ni yo misma sabía que estaban al acecho, y me están poniendo de chupa de dómine.

        Pero yo voy a seguir a lo mío.

        Ahora está lo de los “objetivos”, ese palabro con el que los bancos mantienen arrinconados a los viejos contra el paredón del desprecio ramploncete, como si fueran desecho de tienta, y a sus empleados en un ¡ay!, lastimero como el quejido del Lazarillo de Tormes cuando el ciego le estrello el jarro de vino sobre la frente por aquello de pretender compartir de extranjis los caudales públicos a través de agujeros mal tapados.

        Mi objetivo, miren ustedes, es acabar convertida en una de esas personas que tenga por norte lo de airear a los cuatro vientos lo bueno de los demás, y les susurre al oído lo malo, muy en privado. Así, si me confundo, lo bueno podrá ser contradicho por quienes ejercen de voceros de vigas en ojo ajeno; pero lo malo que no lo era quedará entre nosotros sin darle tres cuartos a pregoneros ambulantes.

        ¿Ustedes cómo lo ven?

En CasaChina. En un 1 de Febrero de 2022

 

CARTA ABIERTA A MIGUEL FERNÁNDEZ PALACIOS GORDÓN

  (Periodiqueando adherencias)     Querido Miguel: (y permíteme que, a falta de conocencia propia, eche mano de ese “querido”, form...