26/2023
Alguien me está pensando desde un lugar borroso.
Lo percibo en el tenue murmullo de un recuerdo
que me roza las sienes lo mismo que esa cana
escapada del tinte con el que me convenzo
de que el tiempo se olvida de hacer bien su tarea.
Lo distingo entre líneas, en las viejas libretas
que ayer mismo sacaba del fondo del armario
donde guardo recuerdos envueltos en ayeres
algo deshilachados en la esquina más frágil.
Quiero pensar que el alguien que me roza las sienes
(acaso sea una “álguiena” con cabás de madera
de aquel patio terrizo con flores a María)
y me late sin prisas para no incomodarme,
me mantiene suspensa en cualquier calendario
al que nadie le arranca sus diarias esquelas.
Lo aconseja la radio.
Me lo alertan los huesos:
hay que moverse un poco y cambiar de postura.
Me salgo al jardinillo.
De pronto pasa un pájaro
menudo, semejante al del patio trasero
en el que muchas “alguienes” de calcetines blancos
jugábamos entonces a la gallina ciega
mientras mordisqueábamos la carne de membrillo.
¿Serán ahora
−pienso−
sus piernas tan dudosas
como estas piernas mías que apenas me sostienen?
Y me obligo, tozuda, infructuosamente
en dibujarle un rostro ese anónimo “alguien”
que me piensa a lo lejos
y me tienta las sienes.
Es hora de volver a las paredes huérfanas
de esta casa sin “alguienes” que ahora me contiene
igual que un anticipo de féretro de yeso
suavemente conforme;
dulcemente marchita.
El alguien
−o esa alguien− que me estaba pensando
se acurruca a mi espalda.
Y antes de dormirse
le susurra al embozo de mi largura insomne:
¡descansa!
No estás sola.
Te queda ese recuerdo.
En CasaChina. En un 20 de Mayo de 2023