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viernes, 19 de mayo de 2023

NO INGRATITUDIRÁS

 

(Los mandamientos de mi propia ley)

46/2023

          Vaya por delante que tengo yo una antigua libretilla, con pastas de hule y carillas rayadas, en cuya primera página, y en mi condición de diosEsa[1], escribí hace tiempo la palabra “MANDAMENTARIO”, dispuesta a trabajarme a conciencia los mandamientos de mi propia ley. Hoy, en una página bien avanzada, he apuntado y definido un nuevo mandamiento: NO INGRATITUDIRÁS.

        Ya sé que el Diccionario de la RAE no recoge el verbo “ingratitudir”. Lo que no quiere decir que, con un mínimo esfuerzo de caletre, y un mucho de economía emocional de la de andar por casa, no se pueda hacer un apaño con tan incierto futuro verbal como certera aplicación práctica para cigarrones de verano.

        Digo esto porque, al hilo de lo que mi colega de dichos y letras, ROSARIO SABARIEGO, escribe hoy en su columna del DIARIO JAÉN sobre lo de la INGRATITUD, se me apetece a mí añadir a mi personal MANDAMENTARIO ese nuevo mandamiento, aunque esta vez, y de manera excepcional, sea en formato negativo de “niño-eso-no-se-toca/eso-no-se-dice/eso-no-se-hace”.

        Para consumar el fin perseguido, me basta con tomar el título que esgrime Rosario, “INGRATITUD”, anteponerle una simple negación al más puro estilo de las negaciones de san Pedro huyendo de la quema de aquella noche, −“NO”−, y añadirle a la INGRATITUD el sufijo “IR”, para apañarme el necesario verbo de marras con el que zafarme de insolencias desapacibles y sahumeriar majaderías propias y ajenas. (¡Cachis! Tampoco “sahumeriar” lo recoge el diccionario).

        De igual manera, lo de elegir el tiempo verbal no es un laberinto, teniendo en cuenta que, dada la función asignada a mi nueva palabreja, −la de “mandamiento”−, la aplicación estructural ha de ir por esa vía imperiosa e imperativa con la que los dioses y sus vigoleros torturan con arrogancia a los simples humanos.

(Por cierto, recuérdenme que otro día refiera con mayor minucia lo de los “vigoleros”, −palabra que me aprendí ayer mismo sin ir más lejos−; y que, desentrañada que sea semejante palabreja, detalle lo provechoso que resulta para los/las álguienes rampantes lo de proveerse de segundones advenedizos cuando se alcanza a ejercer como verdugo/a oficial, con pedigrí de dudosa nombradía académica, casa-habitación y coche oficiales y salario público no sujeto a convenio sectorial).

        La ecuación estaba servida: INGRATITUD + IR – NO = a MANDAMIENTO NUEVO.

El resultado no podía ser otro:

NO INGRATITUDIRÁS.

        Que conste que, en mi MANDAMENTARIO, al contrario de lo que pasa en el mandamentario oficial del vulgarmente conocido como DiosVerdadero, procuro evitar los mandamientos negativos y los negacionistas; vaya, los que comienzan por no-esto, no-lo-otro, no-lo-de-más-allá. Pero, en esta ocasión, y tras una reciente experiencia de la que ya hablaré cuando convenga, no me queda otra que prohibir lo prohibido, y arrancar con un rotundo y negacionista ¡NO!, que no deje lugar a dudas para aquellos a los que, antes de darles la espalda, les retiro la palabra para siempre por razones de puritita seguridad personal:

¿INGRATOS? ¡NO! GRACIAS

        No es que una servidora vaya buscando íntegras gratitudes en plan Diógenes, ni demandando chanflonas correspondencias do ut des; ni mucho menos acometa desafines, pulgar en ristre de ojo por ojo, por esas calles de Dios (verdadero o falso).

        Lo que sucede es que, tras haber descubierto que no hay alguien más tozudo, vocinglero y aburrido que un ingrato, no quisiera yo derrochar mi escaso tiempo en aburriciones ramplonas que acaban dejando rescoldera en las meninges y un mal cuerpo semejante a  “vamos−a−ver−¿por−qué−tengo−yo−que−aguantar−ni−un−segundo−más−tamaña−pejiguera?”.

          Y como tampoco me queda tanto tiempo como para malgastarlo con cotorras en dengues de salón, no se me ocurre mejor remedio que el de la imitación divina: reducir mis discursos a silentes tenacidades, tipo mandamientos de la ley de una servidora, ponerme en plan frugal y ordenarme: NO INGRATITUDIRÁS respondiendo a quien lorea en función “Narciso” con semejante destemplanza para silenciar tu voz por las bravas.

 

En CasaChina. En un 19 de Mayo de 2023

 

Te escribo, Mayo, con mayúscula porque nunca habrá otro 23 de Mayo de 2023

 

PS. INGRATITUDIR: permitirle impunemente a alguien levantarnos la voz en público una segunda vez sin negarle la nuestra para siempre.



[1] Serie de relatos contenidos e incontenibles del libro <SER DIOS, o manual de divinas loquerías>.



[1] Serie de relatos contenidos e incontenibles del libro <SER DIOS, o manual de divinas loquerías>.

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