VA DE...Batiburrillo literario

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domingo, 26 de junio de 2022

DUELO POR UNA ROSA

A los que ayer murieron por "ilegales" en la valla de Melilla.

    Toda la noche se vieron vacilar dentro de la casa las luces y las sombras de las velas en un bailoteo tristísimo. Ni siquiera el amanecer dio tregua al titilar mortecino de tan insólita luminaria.

    Con las primeras luces del día, la rosa no vio al ama salir al jardín con la regadera de calamina en la mano, ni la miró acercarse al rincón de la Fuente del Duende, ni abrir el grifo, ni dejar correr el agua antes de que frescor gorgoteara en el vientre metálico del cacharro, ni acercarse a ella con la regadera ya llena en la mano dispuesta a calmarle a su rosa la sed de toda una noche de canícula.

    Aquella mañana no alcanzó a escuchar el susurro del ama mientras miraba de reojo al jardinero: “Nadie debiera cortar rosas tan frágiles y hermosas como tú”.

    A lo largo de las horas fueron desfilando por la casa muchas personas que entraban y salían monocolores, enlutadas, haciendo que la rosa se ruborizara de su vistoso tornasol, aquel que el ama le acariciaba cada día con la punta de unos dedos cada vez más trémulos.

    La sed apretaba.

    A medio día apareció en escena don Tolomeo, el cura, revestido también de blanco y negro como un reproche textil bicolor; venía precedido por la empinada manga cruz damasquinada en negros zaínos, flanqueada de las mínimas negruras de dos monagos con ciriales.

    En el mismo momento en el que el séquito empujaba la puerta, la rosa vio salir de la casa a Bastiano, el marido del ama, empuñando unas tijeras de podar en la mano derecha y conteniendo con la izquierda a duras penas un lloro ya demasiado deslucido en ambos ojos.

    −Es un segundo −lo escuchó demandar balbuceante, dirigiéndose a la comitiva funeraria.

    −No hay prisa −respondió don Tolomeo siguiéndole la mirada a Bastiano hasta deslumbrarse en el parterre donde la rosa se moría de sed, de miedo y de afligidos presentimientos.

    Bastiano alzó las tijeras. En ese mismo instante la rosa supo que las tijeras del Bastiano traspasarían el “hasta-que-la-muerte-nos-separe” que se juraron el ama y él para traspasarle a ella los trastos de matar.

    “Ni la muerte podrá separarnos” −se espantó la rosa, mientras el filo de las tijeras del Bastiano la herían de muerte y le aseguraban la gloria eterna junto al ama que tanto la había cuidado.

    A media tarde, acurrucada en el hueco helado de las manos cruzadas del ama, en la más absoluta oscuridad, aún alcanzó a escuchar la rosa un rumor desconocido, como a paletadas de tierra de la que el ama decía que siempre llega porque la tierra es lo único seguro.

 En CasaChina. En un 26 de Junio de 2022

 


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