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sábado, 19 de septiembre de 2020

PARTIDARIA, SÍ. PARTIDISTA, NO: that is the question

La pregunta es la forma suprema del saber

HEIDEGGER

 Y me pregunto yo: ¿Y ahora, qué? ¿Van a seguir galleando?

No tengo la menor duda. Esto del “Covid19” es un revulsivo quitalegañas, que viene a abrirnos los ojos; una especie de guerra universal con la que el cosmos ha venido a bajarnos los humos y a subirnos la consciencia.

A falta de grandes guerras de las de antes que echarse a la boca,(y al bolsillo), hace tiempo ya que el mundo se convirtió en una gran gallera cosmoparlamentaria, en la que los amos del plumaje de colores simulan tupirse entre ellos de mentirijillas, antes del almuerzo colectivo pagado con los dineros del gallinero.

Mientras tanto, a nosotros, sus gallitos “kikiriquises” y titiritainas, catequizados con la engañifa de la falsa sangre teñida con anilina, nos echan a pelear en el palenque de las siglas coloristas hasta desangrarnos de verdad a leucocitazo rampante, bajo la embestida guiada de un espolón hermano, armado por los amos del mundo con cuchillas falseadas.

Cuando, en nombre de “la paz” de los voceros, le echaron el cierre a la santabárbara de las armas convencionales, nosotros, cándidos como un bulto, aprendimos bien pronto a imitar y matarnos a palabrazo limpio; y ellos, satisfechos de la labor bien hecha, nos azuzaban en nombre de no sé bien qué discurso plano, asentado en el ingenio del agravio lanzado desde las trincheras/tribunas, eso sí, a todo volumen, semejante a aquellos chillones altavoces de los cines de mi pueblo, precedidos de “emblema” obligatorio, colorete de pimentón y caracolillo lustrado con brillantina y pegado con fijador del de después de “nuestra Guerra”.

Con los nuevos tiempos, el mundo abandonó las trincheras a cielo raso por insalubres y obscenas, y se inventó otros frentes más o menos virtuales, donde los cadáveres en descomposición, aunque fueran pollada de gusanos, aparentaran ser incoloros, inodoros e insípidos.

Nosotros, los convalecientes, también.

“Españoles: la guerra ha terminado” −mintieron los altavoces, momentos antes de taparles los ojos a la guerra frente a madrugadores e imperturbables pelotones de fusilamiento que disparaban al entrecejo de la esperanza aún superviviente.

*   *   *

“Españoles: Franco ha muerto”. Y nos dio por creer que restaur el atalaje de la democracia dependía del volumen del insulto cruzado delante de las cámaras, y de la habilidad sibilina desplegada para alimentar “microguerras” invisible y clandestinas, que imaginaron −pobres locos− que podrían manejar a su antojo por los siglos de los siglos.

Contemplo ahora el paisaje de la gallera, bajo la lupa de esta pandemia díscola e ingobernable hasta para los galleros, y me reconforta vislumbrar que los seres humanos de a pie, uno a uno, cual galeotes redimidos sorpresivamente del miedo a los galleros por el avance de la peste, estamos aprendiendo a manejar los remos de nuestra vital travesía sin necesidad de cómitre que nos enardezca. Sólo nos falta aprender a bajar el volumen de la asertividad, y sacudirnos las cuchillas para poder utilizar nuestros espolones sin artificios.

Existen −ya estoy más que segura− un sinnúmero de "microguerras" precursoras, casi tan invisibles como el Covi-19, semejantes a esporas emponzoñadas, que nos infectan a los infelices de siempre con un arma peligrosísima, para cuya usanza todos fuimos adiestrados en empuñar: la del "TÚ MÁS" mal llamado “parlamentario”.

El “divide y vencerás”, por muy tosco que sea, −que lo es− está más vigente que nunca entre los viejos galleros, secuaces del poder; y todos nosotros no seremos mucho más que desaforados parlantes, moribundos de larga duración, pudriéndonos en la trinchera de la discordia mientras nosotros mismos "sostengamos" esas "microguerras" a través de la legitimación visceral del "partidismo" rampante, embaucador, fabricante de sicarios, amaestrados con perversidad y utilizados como mesnada; tropa que arrojar por delante para abrirle camino a la caballería apocalíptica.

Por si acaso, quiero dejarlo dicho: Tras la visita del penúltimo jinete del apocalipsis, me declaro ASERTIVA PARTIDARIA de la conciliación parlamentaria. Pero que nadie me busque como VISCERAL PARTIDISTA de los galleros parleros.

Claro que, bien mirado, nadie va a venir a buscarme. Porque ¿para qué van a hacerlo?

¿Qué ganan con venir a buscar a una poeta?

Aunque, si me paro a hacer cábalas, aquí, la única ganadora soy yo. Porque, a estas alturas, ya no soy rentable.

 En CasaChina. En un 19 de septiembre de 2020.

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