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viernes, 20 de marzo de 2020

TE PIENSO...


34/2020
(Croniquilla del Viruso Coronado – 9)
Lo de recordar se me ha quedado obsoleto −que se dice− en esta vorágine en que se ha convertido la inmovilidad a la que nos ha condenado el Viruso Coronado y sus cicatrices.
Ahora, después de NUEVE DÍAS de conversaciones conmigo misma, y de saber que ya no podré hablar nunca con algunos, no puedo conformarme con lo de recordar.
Lo de recordar necesita un continuo cambio de paisaje en el que poder parar la moviola de la mente mientras el mundo se mueve, se agita, se acelera y se va quedando atrás; se borra, se emborrona y vuelve a recuperar sus más exactos perfiles.
Recordar es algo así como tratar de encajar en un puzle recién acabado una pieza de un puzle de distinto dibujo y personajes.
Horas enteras me he pasado recordando a personas que ya han pasado a otra dimensión y cosas de otros tiempos, porque, a Dios gracias, tengo materia prima de sobra (por no decir años) con la que entretenerme.
Te he pensado a ti.
Sí, a ti.
Y te he pensado de mil maneras distintas. Como una incrustración compartiendo infancia, colegio, pedazos de calle y calles despedazadas. Te he pensado con mil nombres distintos señalizados a la entrada de los cientos de pueblos y ciudades que conocí, donde viví vidas enteras y momentáneos sinvivires.
Te he pensado, página a página, sobre las fotografías que amarillean muertas de abandono en álbumes que ya no se llevan, y en cartas que tenía olvidadas en una caja de cartón, allá abajo, en el trastero, y que, ahora que tenía tiempo que perder, lo he ganado clasificándolas por caligrafías para saber qué mano las pudo haber escrito
No lo creerás, pero, mientras pienso, se me están acabando los recuerdos.
O, para expresarlo mejor, me empiezan a cansar los recuerdos, más que nada por lo que tienen de infieles en su afán por desmoronarse.
Me explico.
Estaba yo en lo de pensar en lo que fuera cuando decidí hacer una lista de recuerdos de las tiendas del Jódar que yo recuerdo, y me salió algo que me inquieta.
Resulta que la mayoría ya no están ahí.
¿Ves a qué me refiero con lo de las infidelidades?
Mira, si no, en lo que estaba pensando.
·    EL ALQUILER DE BICICLETAS MAÑAS era un portalillo que quedaba por encima de la Barriada de Fátima, frente a las cuevas de Josema, donde, además de alquilar bicicletas, me enseñaron a ponerle parches a las cámaras de las ruedas cuando se pinchaban. ¿Qué sería de aquellas casuchas del extrarradio? ¿Y de qué me sirvió aprender a arreglarles los pinchazos a las bicicletas?
·    EL BAR BANDERAS quedaba un poco más abajo, ya metido en la primera explanada de la Barriada. Por lo que sé, todavía existe, así que no tengo por qué gastar energías en recordar lo que todavía puedo ver. Claro que, visto lo visto, las cosas pueden cambiar de un día para otro.
·    EL QUIOSCO DE MARÍA LA DE LERMA. ¡Ay el kiosco de María la de Lerma!  Era la luz dentro de enormes bombillas, los helados de corte y de cucurucho y su mandil lleno de volantes y blanco como un invierno. Con él se inauguraba el verano en la esquina de la Plaza del Ayuntamiento, frente a la Fonda La Española, y con su clausura se clausuraban el sol y las albercas.
·    LA IMPRENTA BAGO cuando se ponía a lo suyo era como un monstruoso jadeo artificial, respirando tarjetas de visita y sobres de medio luto. Allí, mientras encargábamos la esquela mortuoria de 1959, que es lo mismo que mentar a mi padre, comencé a preguntarme si una máquina tan cruel como aquel artilugio asmático, en la había que ordenar las letras de plomo espurreadas por las cajoneras para escribir cualquier cosa, sería capaz de encontrar las palabras necesarias con las que escribir mi primer libro.
·    LA DROGUERÍA de don Lorenzo del Río era punto y aparte; sus olores a jabón de tocador “Flores de Gurí” mezclado con polvos de colar y barras de brea dieron de sí lo preciso para colocar a su hijo de Juez y a su nieto de presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Luego, feneció.
·    LOS GÁZQUEZ eran su escaparate de Reyes Magos, y el hogar de todas las magias dando vueltas por encima de su mostrador en esquina que ya no está. ¡Ah! Y la señorita de detrás del escaparate de la izquierda cogiéndole los puntos a las medias de cristal con una máquina eléctrica, alumbrándose con una lamparilla que le disimulaba la tristeza.
·    LUCAS ALADOS y MODESTO estaban en La Carrera y vendían de todo lo que puede vender un bazar de los 50 antes de descubrir la palabra “butique”. Luego se separaron. Ambos siguieron en La Carrera; pero ya nunca fueron los mismos.
·    PACO ABRIL: en la esquina de La Carrera con la calle Méndez Núñez, Paco fue el primer hombre calvo de mi infancia; y sus hijas, Mari Cely y Pilar mis compañeras de colegio.
·    LA PASTELERÍA EL BOLO era la parada ineludible a la salida de misa mayor de los domingos. Un día contaré por qué dejé de comer de por vida sus inigualables pasteles de cabello de ángel. Lo que no puedo contar es cuándo desaparecieron aquellos pasteles.
·    TEJIDOS NIETO estaba en otra esquina; olía a seda y a cintas de colores. Allí compraba nuestra madre las telas de nuestros vestidos singulares.
·    ULTRAMARINOS CARREÑO… ¡Ultramarinos! Qué palabra tan sugerente y misteriosa. Y aquel salchichón largo y delgado, envuelto en papel platilla.
Aquel año me compraron un impermeable plateado que a ojos de mi hermana la de en medio me igualó al salchichón de Ultramarinos Carreño. Con lo fácil que hubiera resultado igualarme a una chocolatina… ¿O es que por entonces no había chocolatinas?
  • Y LA FARMACIA DE MIGUELITO… sigue tal cual; solo que ya no se venden ni litines ni agua de carabaña. Y Miguelito no está.

Y yo, pensando en todo aquello que ya no quiero recordar porque los recuerdos se me han quedado viejos.
Prefiero recordarte antes de que envejecieras.

Así que…te pienso y te recreo a mi gusto, tal como a mí me gusta pensarte.
Sí, te pienso.

Pensando en CasaChina. En un 20 de Marzo de 2020



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