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miércoles, 19 de septiembre de 2018

ESTOY POR DESPERTARME - Querido Fermín


ESTOY POR DESPERTARME          89/2018
Tras un verano de silencio encalimado, alguien intermitente me escribe, y se despierta en mí un vehemente deseo de responderle desde esta ringlera de incógnitas en la que sesteo, y que traslado al papel como respuesta al mensaje recibido:
Querida Tú: por alguna razón que desconozco, siempre llegas a tiempo. Mira…tras la muerte de Fermín, nuestro jovencísimo y maduro poeta, me quedé… ¿cómo diría yo?) como bloqueada.
En Colombia con Carlos O. Pardo y Juan Revelo
Fermín era para mí (¿para mi soledad?) como un hijo. Ese hijo que se fue de casa antes de tiempo (¿acaso hay un tiempo para que un hijo, aunque sea de mentirijillas, se vaya de casa?). Era ese hijo (¿imaginado?) que, como casualmente, te telefonea casi a diario (¿para comprobar que sigues viva?), y te lleva de copas entre semana (¿para ver si sigues con ganas de vivir?), y, entre trago y trago, te cuenta largas historias de la historia de los demás y de la propia (¿para dejar dicho como al desgaire que, a pesar de su escasez de años, también él vivió quizá algo deprisa?). Y que, llegada la hora de recorrer el mundo para espurrear poemas y agavillar afectos, te sube el equipaje más pesado al maletero (¿para cuidarte?) y se sienta en el asiento de al lado y se adormila (¿soñando el tiempo en que alguien que no era todavía yo le cantaba nanas?).
En la FILBO - Colombia
Luego, un buen día de principios de verano (¿por qué digo “buen día” cuando fue el peor día de este verano?) va Fermín y se muere de repente, cuando estaba a un paso (¿diez días?) de salir de la treintena. (¿Por qué sonó la campana de la muerte justo antes de cumplir los 40?).
Murió solo, (¿…?) en esa finca en cuyo umbroso jardín los vendavales del invierno arrancaron los nueve pinos centenarios sobre los que él escribió su deseo de replantarlos y su consciencia de que él no los vería ya en todo su esplendor (¿acaso presentía…?).
Como me dijo Ana Galán, ¿no habría que plantar esos pinos en su honor como Fermín quería haber hecho sin tener tiempo de rematar la faena?
Murió el mismo día de mi santo y mi cumpleaños. (¿Te das cuenta de que ambos cumplíamos años el mismo día en que celebrábamos el santo? Tú por San Fermín; yo por la Virgen del Perpetuo Socorro. Tú apenas hace nada, como un hijo; yo cuando ya hace tanto que ni lo recuerdo como les suele pasar a las madres).
Que quien haya de hacerlo, si es que tiene que hacerlo, me perdone; pero no fue una buena idea lo de morirse en semejante día (aunque -me pregunto- ¿acaso no tuvo la decencia de morirse después de telefonearme para cantarme las mañanitas?).
Alguien -como he dicho- me escribe tras un verano de silencio. (¿Por qué tantos silencios ya?).
Y voy yo y me asombro; y se me olvida que el reloj sigue sonando, y que, a lo largo y ancho de tantos caminos recorridos, hay muchas personas como quien me escribe, dispuestas a estar ahí. 

Y cesan mis preguntas.
Menos una.
No quiero preguntarme por cuánto tiempo más.


Gracias por tu guiño, amiga de finales de verano. Gracias por esa carta que llega cuando menos la esperaba y mejor sienta.


Y digo yo: ¿acaso, mientras otros me hablan, al oído o en la distancia, tengo yo derecho a dormirme yo misma antes de que la vida me duerma?


Estoy por despertarme.


En “CasaChina”. En un 19 de Septiembre 2018

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