VA DE...Batiburrillo literario

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viernes, 24 de abril de 2020

JUREI TER POR COMPANHEIRA


70/2020
(Croniquilla del Viruso Coronado – 45)
−Cordia X−

      −¿Pero qué haces, Cordia de mi alma?
         −Ya ves. Aquí llorando una chispa.
         −¿Y no tienes otra cosa que hacer que ponerte a llorar?
         −Sí.
        −Pues hazlo, Cordia, hazlo, porque ya sabes que lo nuestro siempre ha sido compartirlo todo, y no tengo yo el cuerpo para llantinas esta mañana.
         −Ya lo estoy haciendo.
         −¿Haciendo, qué?
         −¡Qué va a ser! Lo otro. El añadido del lloro. Bueno, lo añadido es el lloro; y lo otro, antes.
         −Pero ¿qué te pasa, Cordia? ¿A qué viene semejante desconsuelo?
         −¿Qué dices?
         −Que a qué viene… ¡Cordia: quitate los auriculares! Así no podemos entendernos.
         −¡Quitados! ¿Qué me decías, Ulio?
       −Que, antes de entrar en barrena en lo de las depresiones, sería bueno que habláramos de nuestras cosas para desahogarnos.
        −¡Ulio…! Si llevamos toda la vida hablándonos de nuestras cosas. No querrás que empecemos de nuevo.
        −Pues llevaremos toda la vida hablando. Pero, hija, yo no te entiendo cuando comienzas con esas cosas.
         −Ni cuando comienzo ni cuando termino.
        −¡Qué vamos a hacerle! Los hombres somos de otra manera; y, si no se nos dicen las cosas con claridad, ni amagamos siquiera darnos por enterados, porque lo mejor que puede pasarnos es que nos despachen al bar. Y ahora está cerrado.
       −¿Ves? Eso es lo que las mujeres más echamos de menos en vosotros: que sepáis leernos el pensamiento con algo más de alfabetismo del que tenéis.
          −Pues va a ser que no.
          −Que no ¿qué?
         −Que si algo nos tenemos aprendido los hombres es a no figurarnos lo que pasa sin husmear y enterarnos primero. Porque, si alardeamos de una suposición, os ponéis como hienas. En cuanto nos metamos en suposiciones, tiremos por donde tiremos, siempre vamos a embarrancarnos.
         −Ya ves…En eso tienes razón Ulio; porque, si algo tenemos aprendido las mujeres, es a no daros la razón, aunque la llevéis, para evitarnos calenturas de cabeza de efectos retardados.
         −¡Alto ahí, Cordia! ¿Cuándo has visto tú que yo me valga de lo que tú me asientes para usarlo de letanía de cualquier rosario de penitencia?
          −Yo no hablaba de ti, Ulio. Yo hablo de los hombres.
          −¿Ah, sí? ¿Y se puede saber qué soy yo para ti?
          −¡Ja! A ti te lo voy a decir. ¿Qué quieres? ¿Qué te haga la jarrica y te regale el oído?
        −Lo que yo quiero, Cordia, bien lo sabes. Es no tener que verte ennublada como si yo te estuviera faltando en algo. Que vosotras, con lo de llorar echáis afuera a vuestros demonios; pero a nosotros se nos quedan dentro y acabamos endemoniados.
         −Una tiene tanto derecho a removerse como a enternecerse. ¿O no?
        −O sea, que lo de la llantina es por alguna emoción de esas que os dan a las mujeres. Y yo que pensaba que eso se pasaba con la edad… ¿Quieres decirme para qué diantres vale lo de cumplir años cuando perseveran los achaques y llegan otros nuevos?
          −¡Ay, Ulio de mis entretelas! ¿Cuándo aprenderás que lo del conmoverse no crece en las bragas o en los calzoncillos, sino en la humanidad, y sin fecha de cumpleaños?
         −Cuando los pavos echen dientes. ¡No te digo! Siempre lanzando torpedos por la superficie a ver si me acierta.
          −Lo que nunca le sienta bien a tus años es lo de enfurruñarte. ¡Ea, ya está!
          −Es que, Cordia, con la labia que Dios te dio, tienes una manera de arrinconarme…
          −Hala, va, pelillos a la mar. Vente para acá, que quiero que escuches lo que a mí me tenía con el atraganto en la garganta. Eso es… Toma; un auricular y yo otro… No, ahí, no; póntelo en la otra oreja que es la que no te da fallos… Y, ahora, escucha.
 Plas, plas, plas, plas…




    −¡Uy, Cordia, que a mí esto me parece la entrada de los Nacionales…!


      −Tú, escucha y calla. 
Plas, plas, plas, plas…


         −¡La vítica, Cordia, que están aquí mismo…! 
        −Que te calles, pedazo de pendejo, que con tus tontunas no me dejas ni emocionarme a mis anchas.

Grândolaaaa[1], vila more-e-na / terra daaa fraternida-ade”

         −Quita payá, chiquilla; pero si esto es…
        −Calla y escucha, Ulio.

“…o povo é quem mais ordena-a // dentro deee ti, ó cidade-e
               −¡Jesús, Cordia, a dónde me está llevando esta copla! Si parece que no ha pasado el tiempo…
             −Pues, desde aquel 29 de marzo de 1974, ya han pasado años.
                −¡Y qué guapa ibas tú cuando entramos en el Coliseo, con tu vestido negro, la piel como el pan tostado y ese perfume tuyo que llega antes que tú a cualquier parte…!
           −Pues tampoco a ti te faltaba gallardía, Ulio; aunque tú bien que te cambiaste de perfume cuando... Pero a lo que estábamos. Si es que la juventud es más juventud y más fragante en una Lisboa como la de entonces que en cualquier sitio de ahora.
         −Mira, yo, de Dorian Grey, ni la menor gana. Yo quiero envejecer en mi propia cara y no en un cuadro abandonado. O en un apartadero de viejos de esos en los que todo el mundo te llama “abuelo” sin pedirte licencia familiar.
           −No te hagas mala sangre, Ulio. De momento estamos aquí. Y que nos quiten lo bailao.
      −Sí; verdaderamente hemos vivido, Cordia, más que muchos con mucho más que nosotros. Además, éramos dos pimpollos; y Lisboa, un primor. Y tú, mi primor particular. Ahora recuerdo los lagrimones que se te caían cuando, al terminar el concierto, comenzó a cantar Amalia Rodrigues, y todos se pusieron de pie y le siguieron el cante detrás de sus condecoraciones militares y de sus esmóquines, y de sus vestidos de noche…Ay, Cordia: quién nos iba a decir que estaba tan cercana la Revolución de los Claveles. ¡Si vieras cómo llorabas aquella noche!
           −Lo que llevamos vivido y lo pronto que se nos olvida, Ulio. Ganas me dan de…
        −¿De qué? La vida corre por su cuenta; y nadie escarmienta por lo que los demás padezcan, sino por lo que ellos mismos se estropeen.
        −¡Pues si te vieras tú en este momento con el genio levantado!
          −¡Pues anda que tú! Como tomates se te van a poner los ojos.
Bela Portugal
        −Escucha: ¿no será que me estoy volviendo roja…?
          −¿Roja tú? ¡Vamos, anda!
      −Pues esta canción es de los rojos de toda la vida de Dios.
       −Cordia: esta canción es de la gente de toda la vida de Dios. Escucha, escucha esto:

“O povo - é quem mais ordena-a / terra da fraternida-a-de

          −¿Y a ti eso no te suena a rojerío?
          −Ven p’acá. Retrocede la grabación. Ahí, en el minuto 1,32:

Em cada-eeesquina um ami-igo/ em cadaaaa rosto igualda-a-de/ Grândolaaa, vila more-e-na/ Terra daaaa fraternida-a-de”.

            -¿Eh? ¿Qué me dices? ¿Se necesita untarse la fachada de almagra o teñirse con azulete a la hora de sentir como personas sin colores?[2]
            −¿Y a ti esto no te suena a pueblerío de los de andar por la calle? ¡Quién no pudiera en este momento…!
         −Si lo que estás pensando es en hacer una escapada, calle arriba, calle abajo, ni se te pase por la cabeza. Bastante tenemos con lo de los balcones de las ocho de la tarde.
       −Mira. Ya me estás dando una idea, Ulio. ¿Qué pasaría si esta tarde sacáramos los altavoces a la ventana y pusiéramos la Grándola con esto que estamos escuchando?
        −Pues pasaría que los de la hermandad que le cantan a la Virgen su himno a lo mejor se molestaban. Y que los de las palmas, a lo mejor pensaban que lo hacemos a caso hecho para que no se les escuche. Y que los de las cacerolas pudieran decirnos rojos de mierda. Y que los otros igual nos percudían con tinte verde. Si es que somos de un avaricioso que hasta las canciones nos las apropiamos como si fuéramos a poder cantarlas después de muertos.
         −Pues yo voy a intentarlo.
            −¡Ay, Cordia! Ganas me dan de meterte un clavel en la boca para ver si dejas de disparar.
           −¿Estás diciendo que yo disparato?
          −Disparar, Cordia, Disparar.
*   *   *
À sombraaa duma azinheira-a
Cordiaaa a tua vontade
jurei teer por companheira-a
que já não sabia a idade-e…

       −¿Se puede saber que canturreas, Ulio? Que llevas toda la tarde con el mismo estribillo, corazón mío.
       −Nada, hija, nada. Ya me conoces. Se me mete una músiquilla en la cabeza y…

En CasaChina. En un 24 de Abril de 2020

Grândola, vila morena
Letra general y traducción


 Grândola, villa morena.
tierra de fraternidad
 Grândola, vila morena
terra da fraternidade
es el pueblo el que más manda
o povo é quem mais ordena
dentro de ti, oh ciudad.
dentro de ti, ó cidade
En cada esquina un amigo
Em cada esquina um amigo
en cada cara igualdad
em cada rosto igualdade
Grándola, villa morena
Grândola, vila morena
tierra de fraternidad.
Terra da fraternidade
Es el pueblo el que más manda
O povo é quem mais ordena


A la sombra de una encina
À sombra duma azinheira
te juré por compañera
jurei ter por companheira
Grándola tu voluntad
Grândola a tua vontade
te juré por compañera
jurei ter por companheira
a quien no tenía edad
que já não sabia a idade



Versión con letra traducida: https://youtu.be/mb9YCeQ1CCA


[2] https://www.elespanol.com/mundo/europa/20190425/fotografo-revolucion-claveles-no-extrema-sabemos-fascismo/393461494_0.html

LA PRESUNCIÓN DE INDECENCIA

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