VA DE...Batiburrillo literario

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martes, 14 de diciembre de 2021

A VUELTAS CON EL REY

 

   No, si ya sé yo que calladica estaría más presentable. Pero me queman en la boca las palabras, y no sé callarme. ¿O acaso no tenemos ejemplos de que cualquiera puede sucumbir ante el ofrecimiento casual o amoroso de un trono?

 Conste que, nada más entrarme el hormiguillo de escribir lo que voy a escribir, se me abren las carnes solo con pensar en el chorreo que va a caerme encima de la cabeza en cuanto lo cuelgue de esos sitios en donde todos dicen lo que dicen antes de tenerlo a medio pensar, −suele pasarme−, algunos leen con la pestuga levantada, dispuestos al zurriagazo, −que casi nunca me pasa, y, si me pasa, echo la pestuga a la lumbre−, y unos pocos hasta se paran a pensar en lo que leen por si lo del pensamiento, para hacer bien su tarea, debiera ser tan complejo como variable, inestable, revisable, y heterogéneo −que parece que es lo mío−.

        ¡Ea!; vamos a ello.

       Ya sé, ya se: lo que se lleva es ser republicanos de pensamiento, obra y omisión. Pero mi corazón se me revira hacia la realeza, no sé si por el brilli-brilli con el que viví en mi infancia de TBO y palodú lo de los principesos y las principesas de los cuentos de hadas, o porque, de puro descreída, tiene una la propensión a maliciarse que, si a la mayoría del personal de genética y casta republicana se le ofreciera ser reyes o reinas, (siquiera fuere por un día) se le desteñían los colores del republicanismo visceral antes de que el gallo cantara tres veces.

¡Alto ahí!

    Antes de restallar el látigo de siete colas delante de mis narices, o de soltarme ese improperio que chispea en el aire, "me acojo a sagrado” como hacían los antiguos, que es lo mismo que acogerse al artículo 20 de la Constitución Española, y exijo que se acabe de leer lo que tengo que decir. Porque pudiera ser que esta querencia coronil que me nace de los higadillos tenga sus tintes de democracia, más o menos entendida a mi manera, que es la única manera −la propia− de creer en la democracia: respetando el LIBRE PENSAMIENTO y la LIBERTAD DE EXPRESIÓN, sin censura previa ni sostrazo trasero.

    Lo de estar echada en remojo en esta querencia monárquica, por muy cerril que parezca, lo tengo yo más que meditado; de manera que estoy en condiciones de afirmar que, por muy listos que seamos de nacimiento, siempre se necesita preparación específica y entrenamiento práctico para desempeñar cualquier tarea de precisión como es lo de mandar. Y, a más preciosismo en las tareas, más entrenamiento diario se requiere y menos improvisación es deseable. No se puede comparar un eventual principiante de cirujano −pongamos por caso− con alguien a quien se está adiestrando en el manejo del bisturí como si en ello nos fuera la vida.

    Eso mismo es lo que pasa con la monarquía: que, desde chicos, desde antes de echar los dientes, ya los están entrenando para contenerse, sujetarse, moderarse, morderse la lengua y el gesto, arbitrar y hacer de contrapeso entre bandos, sin que se les note la “enritación”.

        Sólo con un árbitro coronado desde la pila, y haciendo equilibrios en la cuerda floja a cada paso, cual desojado −sin H− “PRÍNCIPE FELIZ” de Oscar Wilde, puedo yo figurarme en el trono de la presidencia del gobierno a lo verde-botella o a lo morado-hematoma, un decir.

Eso sí: con la conciencia puesta en aquello de: Nos, que somos tanto como Vos, pero, juntos, más que Vos, os hacemos principal entre los iguales, con tal de que guardéis nuestros Fueros y libertades”.

    Y, si no, que le pregunten al rey Alfonso IV de Aragón. (Suponiendo que esté en condiciones de responder).

¿Estamos?

        Aunque…en lo de “todos juntos”, tiene una servidora sus dudas. Más bien andamos revueltos y a vueltas con el Rey.

En CasaChina. En un 14 de Diciembre de 2021

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