VA DE...Batiburrillo literario

Mostrando entradas con la etiqueta CRONIQUILLA DE UN VIRUSO 36. COSAS DE CORDIA II. Noticias de la capilat. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta CRONIQUILLA DE UN VIRUSO 36. COSAS DE CORDIA II. Noticias de la capilat. Mostrar todas las entradas

miércoles, 15 de abril de 2020

UN MINUTO DE SILENCIO


61/2020
(Croniquilla del Viruso Coronado - 36)

       Por entonces, un 21 de abril de 2020, llegó a Singla la noticia del prodigio producido en el Cenáculo Capitalino, sin que al parecer conmoviera a nadie de los allí atrapados tan lejos de lo suyo, más allá de un último recuerdo sobre los orígenes del nombre de sus propios pueblos.

       Antes de seguir adelante, y puesto que esto va para largo (me refiero a lo de las Croniquillas; −a lo otro, también−) bueno sería ir aclarando algunas cosas de las que se me amontonan entre las letras que quiero ir dejando por aquí, y ello para que, si llega un día en que podamos salir de nuestros agujeros, sepamos de lo que estuvimos hablando. Podríamos empezar, un poner, por el nombre del pueblo donde sucedieron y siguen sucediendo los hechos que comencé con lo de la Cordia, −Misericordia reducida a la mínima potencia, para irnos entendiendo−. Me referiré a este pueblo, como podría ser cualquier otro, a donde llegan los cuentos de lo que pasa por ahí, aunque a este todo parece que llega aquí tarde y mal.

        No es que nadie, salvo Sus el Corto del que iré dando razón, supiera muy bien o se interesara siquiera por esos orígenes; porque, quitado el hecho de que la gente se fue (a la vendimia de Francia, a las kartoffeln de Alemania; o, lo que es peor: a estercolar profundidades) y nunca volvió, el paisaje fijo era el que era; y, al paisanaje que iba quedando le bastaba y tenía más que suficiente con la cantinela con la que Sus el Corto anestesiaba las siestas más pesadas y agobiantes, calle arriba, calle abajo, poniéndole a la monserga una musiquilla que parecía una llamada de retreta: “échate pallá, que viene Singla…échate pallá, que viene singla”.

Como si Singla, un pueblo anclado entre riscos más afilados que el cuchillo de un capador, y abocado sobre el filo de barrancos más secos que los ojos de nuestro ciego, pudiera librarse de su destino ladeándose de sitio e iniciar otra singladura que no fuera la de esperar eternamente.

Singla permanece como lo hicieron; como si le hubieran ido hincando casa a casa, corral a corral, paisano a paisano, en lo más escurridizo de las desniveladas laderas de la Historia, y no creo yo que pudiera moverse a sus anchas, cual viuda sin arrimo en cama de matrimonio.  

         Aunque, bien pensado, dependiendo de la hora del día en que se mirara, y desde el ángulo desde el que se le acecharan las hechuras, pareciera que Singla siempre estuviera cambiando de sitio, con la intención de confundir a los forasteros sobre la solidez del suelo que pisaban y moverle a los oriundos el empedrado debajo de sus pies, por si les entraba la tentación de desalertarse, olvidándose de la perpetuidad de la estirpe de las Cordias o de las Toñas rurales.

       La Cordia, de la que queda todavía mucho por contar, escuchó lo del prodigio cuando estaba delante del puesto de hortalizas, en la Plaza de Abastos, y ni se paró siquiera a echarle más cuentas que las precisas a lo que se referían entre sí, guardando las distancias, entre la hija de la Tonia y la barragana del Simeón, más conocido por Meón a secas; la Tiana. Así que, sin prestarle mayor atención, y con las prisas de poder llevarle a su Braulio, de remote, el Ulio, los avíos para el ponche de la tarde, con el que ambos dos se aliviaban del encierro, siguió su camino, no sin escuchar algunas palabras sueltas.

         −¡La vítica[1], nena! −escuchó salir de debajo del tapabocas forzoso de la Celemina. Pues no dicen que todiquiticos los Tribunos se han quedao tiesos como una hoja de bacalao…

       Siguió a lo suyo la Cordia, −aunque sin poder evitar el viejo hábito de alargar la oreja, que disimuló pidiendo que le despacharan dos kilos de melocotones. Como reservas de azúcar guardaba ella en abundancia desde los tiempos de su padre, ya solo le quedaba por mercar el vino blanco y la canela; y se volvería a su casa antes de que los Munigilantes del Ayuntamiento se ensañaran con ella por lo que todos en Singla sabían y nadie mentaba, y se la llevaran a la prevención, separándola de su Braulio de mala manera.

*   *   *

       Tal parece que la frase mágica fue la que se le escapó a una de las limpiadoras del Cenáculo:



       “¡Qué cansera!” −había soltado la intermitente fregantina, tapándose previamente la boca con una rodilla[2].


      Llevaban ya los Tribunos casi una hora agraviándose entre sí, con el ahínco propio de quien conoce que aquella justa se estaba trasmitiendo en directo a toda la Nación; el mismo tiempo que llevaba la fregantina subiendo y bajando al Púlpito tras cada intervención para limpiar el micrófono y sus alrededores de los salivazos teñidos de distintos colorines, cuando se le vinieron a la boca unas ansias con sabor a tueras que no pudo contener. Y soltó lo que soltó, sin que le diera tiempo al Ordenanza a responderle un “qué sabrás tú siendo de pueblo; ¿nadie te ha dicho que lo que les costean es que hagan como que se muerden y se tiran a muerte?”.



¡Qué cansera…!


       ¡Un minuto de silencio! −había aullado el micrófono impoluto desde el Sitial Presidencial, intentando sin duda rebajar el oleaje, momentos antes de que la fregantina lanzara su conjuro.

Tal parece que los Tribunos, que habían guardado ya un minuto de silencio inicial en homenaje a los Viejos Oradores del Cenáculo, caídos últimamente por mor del Dios del Viruso Coronado, entendieron que, o no les había salido bien el primero, o no lo habían grabado las cámaras con la suficiente fidelidad como para sacarlo en el noticiero de la tarde.



      La secuencia puesta por su orden, según vamos sabiendo en Singla, vía eso que llaman fake news, y la Cordia le dice “cuando el río suena…”, fue más o menos así:

         Una tal Yeta, tránsfuga indubitada de algún cuadro de Modigliani sin identificar, con acusada retorcedura pescueceril tirando a la diestra, vocea: ¡Tragedia! ¡Traición…!  ¡Fracasooooo!



(Silbidos, pataleos y quiquiriquises en el Gallinero).



        −¡Un minuto de silencio! (Micrófono Presidencial en desafuero).


(Y ahí llegó el detonante).

         −¡Qué cansera! (voz en off de la official limpiadora).



Todos los qui-qui-ri-qui-se-ros del corral se ponen en pie a una.



        La Presidente, hierática ella de fábrica cual escriba egipcio, echó hacia atrás su Sitial Áureo, decorado con pelotillas tipo majoletas[3] y ramas de laurel sin hervir en relieve, sitial que unos puntillosos Ujieres acabaron de retirar ante el repullo de la ocupadora que, imitando el arranque autómata de sus polluelos, se puso de pie, aunque ligeramente de perfil, dispuesta a salir de naja si de lo que se trataba era de una correría de cualquier reencarnación de un Tejero redivivo en el Cenáculo, apuntando al personal con su esperpéntico y contundente “todo el mundo quieto”, cual si no pudiera olvidar los juegos de su infancia de “manos arriba” o se hubiera reencarnado en Viruso Vírico.

          Según se levantaba o se enderezaba cada cual, delante de su gradilla unos, delante de su sitial presidencial la otra (o, a lo mejor, no era la otra, sino la de siempre), en su Púlpito la tal Yetana, y, tras los sillones, los Ujieres de Azul, algo descendió desde las vidrieras emplomadas y multicolores de la bóveda límbica[4], allí donde los disparos del 23-F dejaron sus razones gonadales (o sus sinrazones de esfínteres desmandados), y se expandió por todo el tentadero, cual efluvios de lejía soporífera, petrificando a los asistentes en la postura que a cada uno le pilló el hechizo.



          Gracias sean dadas al Dios de los ábacos por haberse valido de algo tan esmirriado como un Viruso para que los asistentes al aquelarre no alcanzaran a contabilizar la media docena. Porque hubiera sido una ¿tragedia? que estuviera allí formada toda la tropa, como venía sucediendo de lo del Viruso Coronado, cuando todos iban a ver qué pillar.
*   *   *



          Las noticias que van llegando a Singla, a pesar de que la fuente de información inicial haya sido la hija de la Tonia, la TAL CristóBola, parece que esta vez se confirman a su manera: la docena escasa de asistentes a la función de hoy, incluidos ayudanteS uniformados y los limpiacosas, siguen allí, cual estatuas de sal vestidas de Armani o de Caprile; o, simplemente, disfrazados de película del Oeste con la marca borrada para guardarse de los barridos de cualquier cámara indiscreta.

        Cuentan de las Víctimas Propiciatorias[5] que su tiesura es algo chocante, aunque mantienen la misma postura que tenían en el momento en que bajó de los cielos, o de los labios de la limpiantina, el polvo mágico; silenciados (o silenciosos, porque ese detalle todavía es oscuro). “Impasible el ademán[6]” unos; “en pie los esclavos sin pan[7]” otros; “serenos y alegres/ valientes y osados[8] los menos; tornadizos los nostálgicos cantores independentistas de “¿La Reina vol corona? / Corona li donarem.../ que vingui a Barcelona[9]”. La vista al frente todos ellos. Sin más movimiento −dicen quienes los ha visto− que un ligero parpadeo, pienso yo que para hidratarse la ceguera colectiva, sin poder desprenderse de la añeja parálisis infantil que los envuelve.


          Y digo yo que, llegado el momento de la Limpieza General, −que llegará−, si las estatuas de sal coloreadas siguen incorruptas gracias al grito del “qué-cansera” lanzado por la representante de la limpieza, y momificadas gracias a lo que sea, debieran conservarse tal cual, cada una en su cubil, aunque sea preciso levantar nuevos sitiales y nuevos púlpitos, o ampliar las peanas en el patio de butacas, a fin de respetar como se merecen estas representaciones ancestrales, ejemplos vivos de una historia muerta.


        Seguiré informando de lo que llegue a nuestro lejano pueblo; a este Singla, cuyo nombre nadie sabe muy bien lo que significa, por mucho que Sus el Corto aletargue las siestas más pesadas y agobiantes con musiquilla de retreta: “échate pallá, que viene Singla…échate pallá, que viene Singla”.


           Mira que como Singla se eche a andar un día de verdad…


       Mientras tanto, ¿…y si nos pusiéramos a componer nuevos himnos? Por ejemplo, y ya en plan Beethoven, un amaño del Himno de la Alegría para sordomudos como el que acabo de encontrar:


Estatuizada en CasaChina. En un 15 de Abril 2020. (Mesiversario 1º)

(Cordia II)






[1] LA VÍTICA: Exclamación usada en la comarca de Sierra Mágina para exteriorizar una impresión exagerada o una admiración sin límites. [De mi EXPRESIONARIO de Sierra Mágina].

[2] RODILLA: trapajo viejo, resto de prendas desechadas, usado para la limpieza más basta.

[3] MAJOLETAS: frutos rojos del majuelo, majoleto o espino albar, también llamados tapaculos o aprietaculos. [MI EXPRESIONARIO DE MÁGINA]

[4] SISTEMA LÍMBICO según la RAE: 1. m. Anat. Parte del cerebro implicada en las emociones, el hambre y la sexualidad.

[5] PROPICIATORIO: En el hebreo original se denomina kappôreth (כפורת -"cubierta", "asiento sagrado" o "asiento de honor"… (Fuente: WIKIPEDIA),

[6] “IMPASIBLE EL ADEMÁN”: parte del himno fascista “Cara al sol”.

[7] “…EN PIE LOS ESCLAVOS SIN PAN”: parte del himno comunista “La Internacional”.

[8] Fragmento inicial del “Himno de Riego”, adoptado por los liberales del S. XIX.


[9] Fragmento de una letrilla satírica cantada por los separatistas catalanes durante la Guerra Civil española.

LA PRESUNCIÓN DE INDECENCIA

  (Mujereando)           45/2024   ¡Ya está bien! Hasta los “huevarios” estamos muchas mujeres de tener que “serlo”; pero, sobre tod...