VA DE...Batiburrillo literario

viernes, 29 de septiembre de 2023

SOMOS LO QUE LEEMOS

Dicho queda

Ayer amanecí en Jaén y me dormí en Madrid, ahíta de emociones, después de haber sido huésped parlante de la Real Sociedad Española de Amigos del País, donde me invitaron nada menos que a “lenguajear”, que es como mi maestro, Humberto Maturana, llamaba a esto de ser y sabernos seres humanos.

¡Cómo poder describir a mis anfitriones! Fueron mis compañeros de mesa  e introductores en el acto un hombre, que preside con especial elegancia esa institución conocida simplemente por “La Económica” −Antonio Martín Mesa−, y una mujer, Manuela Rosa Jaenes, que hace que muchas mujeres nos sintamos orgullosas y pagadas de serlo porque ella dignifica nuestro género desde su puesto de adjunta a la dirección del Diario Jaén. ¡Esta mujer inmensa…!

Pensaba yo durante mi viaje de regreso a casa en esas buenas gentes de Jaén, que me hacen regresar una y otra vez a mi tierra en busca de la bonhomía, y volvía sobre la idea de que vivir no es otra cosa que escribir con actos propios lo que van a leer los que nos siguen, como nosotros leímos en la vida de quienes nos precedieron. Somos lo que leemos, concluí anoche, antes de dormirme.

Esta mañana me despierto con una CARTA AL DIRECTOR en la edición digital de mi periódico de cabecera, que me confirma mi último pensamiento de anoche: somos lo que leemos.  Y yo leo con verdadera aplicación esa carta al director. Escrita por Oscar Pérez González, el enfermo de ELA, con una incapacidad del 67%, a quien su médico le dice que debe andar una hora por la mañana y otra por la tarde si quiere seguir medianamente en condiciones, pero cuyo andador no se lo ponía nada fácil, hasta que lo aborda por detrás una tal Ana, sin más señas, y le regala un andador que ella (o quien quiera que antes estuviera junto a ella) ya no lo necesita.

Esa carta de Oscar que leo apenas levantarme es como una bocanada de aire fresco que me llega desde mi tierra, y con la que me desayuno a falta de poder desayunarme una rebanada de pan recién tostado, sentada al fresquito mañanero de la Plaza de las Palmeras.

Me refocilo. Es Jaén, que sigue ahí, dispuesto a dejarse leer y aprender en toda su largueza.

Cada cual tenemos nuestros propios andadores, inservibles si no es para que otros puedan usarlos cuando lo necesiten más que nosotros.  

Mi andador multiuso son las palabras; y a fe mía que las comparto.

¿Se dan cuenta lo que me hubiera perdido si no tuviera yo cada mañana un periódico de cabecera que leer?

En CasaChina. En un 29 de Septiembre de 2023

 

miércoles, 27 de septiembre de 2023

IMPOSTACIONES - Poema de ser feliz o parecerlo

 

50/2023

Entonces descubrí que una sonrisa

−aunque fuera impostada−

trazaba en el cerebro la ilusión

de estar siendo feliz.

Por eso me encajaba entre los dientes aquel lápiz

que desarticulaba

las tristes comisuras de mis labios

en cascada

como si sonrieran con prórroga forzosa.

Sin meta.

A boca llena.

Y la felicidad se dibujaba en línea recta

lo mismo que un cautivo encadenado

entre las brumas

de mi escenario íntimo

invisible.

 

En CasaChina. En un 27 de Septiembre de 2023

lunes, 25 de septiembre de 2023

REGRESAR A NAUPLIA: Promesa incumplida

(MicroLugares375)

133/2023

         En realidad, no recuerdo que aquel día de hace cuarenta años pasaran grandes cosas. Sólo que éramos jóvenes.

Era media mañana y hacía calor como corresponde a un mes de agosto en Grecia. Tras echar un vistazo a la Plaza Sintagma, tomamos un taxi y, como el idioma es tan raruso para nosotros como lo es para ellos el nuestro, sólo pronunciamos una palabra: Nauplia.

         El trayecto fue silencioso. Había mucho que mirar, y mucho que sentir como para gastarnos en palabras. Sólo las manos se decían algo entre sí con minúsculas presiones, dependiendo de sus emociones.

         El taxista se detuvo en el bordillo, señaló la cifra del taxímetro y pronunció “dracmas” que le abonamos respetando su silencio, roto sólo por un “esgaristof” al que respondimos con nuestro inseguro “de nada”. Luego, sin despegar los labios, señaló las butaquitas de mimbre con cojines de loneta del bar junto al mar y volvió a poner su taxi en marcha.

Sentados en aquellas butaquitas frente al mar, siempre escatimando en palabras la abundancia de las turbaciones, dejamos que las manos chacharearan mientras nosotros vagábamos más allá de lo que los ojos eran capaces de alcanzar.

Allí, a pocos metros de la orilla, sobre una isla minúscula, un castillito cuyo nombre no recuerdo competía con la jactancia de las fortificaciones de tierra firme mientras nosotros bebíamos cerveza y callábamos sin más necesidades.

−Resume en una sola palabra este momento −dijo él.

−Plenitud −respondí−. Y seguí mirando y bebiendo cerveza fresquita.

Aquel día aún hicimos alguna desganada incursión turística, de la que recuerdo un pueblecito en cuyos tendederos al aire libre se secaban peces en lugar de sábanas, y en cuyo alojamiento las sábanas eran menos pacíficas que sus paredes.

Al caer la tarde, volvimos a las butaquitas de mimbre frente al castillejo marino, comimos pescado seco, bebimos más cerveza y, cuando nos lo permitió la oscuridad, metimos baza en las conversaciones de las manos.

−Habrá que regresar a Nauplia −dijo él.

−Volveremos −preconicé, como juramentándonos, sin saber todavía que él emprendería su último viaje antes de cumplir nuestra promesa.

¿Tarde? Nunca es tarde para regresar a Nauplia.

¡Quién sabe! A lo mejor, hasta me está esperando, sentado en una butaquita de mimbre frente a la islita con castillo.

 

En CasaChina. En un 25 de Septiembre de 2023

 

LA PRESUNCIÓN DE INDECENCIA

  (Mujereando)           45/2024   ¡Ya está bien! Hasta los “huevarios” estamos muchas mujeres de tener que “serlo”; pero, sobre tod...