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domingo, 28 de abril de 2024

LA PRESUNCIÓN DE INDECENCIA

 

(Mujereando)

          45/2024

  ¡Ya está bien!

Hasta los “huevarios” estamos muchas mujeres de tener que “serlo”; pero, sobre todo, de tener que “parecerlo” para que ellos, nuestros “santos”, los césares con escaño, puedan medrar a sus anchas sin tener que serlo ni que parecerlo.

¡Vaya silla que se nos reserva en el festín de la vida! ¡Lapidadas! −léase escrachadas que es como se dice ahora− a causa de nuestros machos adjuntos! ¡No te digo!

O alfombrilla de mil pies para que nuestros adjuntos puedan limpiarse sus indecencias en nuestro decoro, como si ellos, césares de segunda, guardasen su propio honor entre nuestras piernas.

¿Qué? ¿A que se me nota que estoy echando chispas? Pues lo estoy. Pero no tanto como para no estar dispuesta a explicarme.

Lo del encabezamiento viene a cuento del reciente archivo de la causa seguida contra la que fuera vicepresidenta de la Comunidad Valenciana, Mónica Oltra, a causa de las querencias gonadales infantiles del garañón de su marido, que le costó el cargo a su legítima. Sólo por tener un certificado de matrimonio en vigor, el vulgo le aumentó el fardo de ser mujer hasta obligarla a vencerse como una bestia cargada más de la cuenta.

Claro que doña Mónica no es la única. A botepronto se me vienen a la cabeza media docena de mujeres más a las que, en plan “patriarcaloso”, les siguen dando la matraca aún a estas alturas por lo que sus machos se trajinan sin decoro en la autogestión del semen propio o en el dispendio de dineros ajenos.

Pues, miren ustedes: ¡NO! nosotrAs (con A mayúscula) somos responsables de lo que hacemos; no de lo que ellOs (con O mayúscula) hagan, afanen, jodan o machaquen.

Voy a ver si consigo bajar el tono, y puedo explicarme sin llegar a las manos, como nos tienen enseñado los padres (y las madres) de la Patria.

Créanme si les digo que sólo los que son capaces de rapiñar hacia su bolsillo lo que no es suyo son capaces de sospechar que otro se lo está llevando crudo, con nocturnidad y alevosía, aunque lo único que ampare semejante sospecha sea un grado de consanguinidad más o menos lejano o cercano entre “sospechosa” y poderoso.

       Personalmente, esa escocedura de ingles a la altura de las meninges me parece demasiado chabacana, demasiado lugareña, demasiado estrecha como para querer sacar entrada de primera fila y ponerme a mirar el sainete. Y, además, es demasiado insano para mis propias meninges, con las que me niego a jugar al yoyo, amarrándolas del cordoncillo de sube/baja machirulo.

       Y, como las cosas se entienden mejor con ejemplos, pongamos ejemplos.

       Un poner: pongamos que una servidora estuviera desposada con uno de esos que de la noche a la mañana adquieren estatus de “próceres” de los de “a-sueldo-urnero-vitalicio” de “toma-pan-y-moja”. (En estos momentos estoy pensando en aquella Carmen-Romero, señora del don Felipe de mi juventud). Pongamos que, a regañadientes, −o a dos carrillos y bola en medio− aparco mi manera de ganarme la vida, porque no está bien que a mi prócer particular puedan echarle en cara que su legítima ande pendoneando, ganándose la vida por su cuenta. Pongamos finalmente que, cuando ya se carece de medios propios con los que apañarse un mal capricho, va el legítimo y se enamorisca de una prójima menos usada, y una servidora se queda sin césar y sin cartera. (En estos momentos vuelvo a representarme a la Carmen-Romero de un poco después, y a tres o cuatro “Cármenes” más, cesantes en lo suyo para atender a lo ajeno oficial, −artificial− hasta que el “oficioso” se desarrima de lo doméstico para arrimarse a lo menos domesticado).

       ¿Y, ahora, ¿qué?

       ¿Ven? Alguien debiera ponerles paga a las legítimas si lo que se pretende de ellas es que ejerzan solo de legítimas. Pero si, como mandan los tiempos, lo suyo es que nosotras tengamos de qué comer sin que nadie nos mantenga, háganme el favor de no estar como hurones, en la boca de las madrigueras, a la espera de que salte la liebre para darle suelta a su bicho.

       Hagan el reverendísimo favor de no usar con nosotras la presunción de indecencia.

 

En CasaChina. En un 28 de Abril de 2024

domingo, 7 de enero de 2024

TRANVÍA, SÍ, PERO...

 

(Jaeneando)

00/2024

 No soy urbanista, ni paisajista, ni política. (Aquí iba a escribir y no lo hago esa palabra obstructiva, castradora y adversativa gramatical que detesto tanto como evito: “pero”). Lo que sí que tengo, más o menos en uso discontinuo, es algo de sentido común. Por tanto, mi opinión sobre el tranvía de Jaén carece de cualquier base científica, pictórica u oportunista que la sustente. (¡Oh, cielos! Otra vez me acosa un “pero” dispuesto a desmentirme a mí misma como si, cada vez que me pongo a hablar por escrito, me convirtiera en mi peor enemiga).

Bueno será que antes de seguir adelante repase las conjunciones adversativas españolas con las que me contradigo, me acoso y le pongo cerco a mis propias convicciones como si estuviera continuamente haciéndome perdonar por ser una librepensadora libertaria. Si no me equivoco, eran estas: mas, pero, aunque, sino, sin embargo.

El “mas” conjunción, sin acento, no es que me inquiete demasiado, porque, ni suelo usarlo, ni va por ahí en plan petulante y adverbial, queriendo hacer de menos a su entorno “menos” a quien más se eleva. Lo del “aunque”, con su chispa de vacilación, lejos de incomodar me aporta un respiro para pensarme dos veces lo que se me viene a la boca, entre otras cosas, con lo del tranvía de Jaén. “Aunque”, bien mirado, alguien tendrá que decir algo sensato sobre semejante insensatez como la de cablear el cielo raso del universo para impedirle el paso a los pasos de Semana Santa entre otros inconvenientes paisajísticos. Lo del “sino”, por su hermanamiento con la idea de “oposición”, parece que sea indispensable en el acontecer político parlamentario del día a día. “Sin embargo” es la única conjunción adversativa que necesita de dos palabras, como los seres humanos necesitamos de dos piernas para salir corriendo después de tropezar dos veces en la misma piedra. Pero el “pero”¡Ay, el “pero”! La cantidad de bofetones sin manos que podemos llegar a dar con un simple “pero” aunque vaya precedido de un “sí” que se convierte en “no” antes siquiera de haber nacido.

Cosa corregida y aumentada a efectos coloquiales son las llamadas “locuciones adversativas” que, con la ayuda de un manual cibernético, me permito enumerar sin ánimo de exhaustividad: sin embargo/ no obstante/ antes bien/ al contrario/ a pesar de/ si bien/ con todo/ más bien/ antes bien. Todas ellas vienen a ser como navajazos verbales con los que algunas personas instaladas en la eterna contradicción petulante se dedican a eviscerar −por llamarlo en plan finolis− el ánimo de cualquier interlocutor que ose aseverar algo en su presencia.

Tornemos a la idea inicial, que no es otra que la de la toma de posiciones ante lo del tranvía de Jaén, visto desde el lugar de una persona con sentido común, que ni es urbanista, ni paisajista, ni política.

No necesito ser urbanista para añorar aquel Paseo de la Estación de mi infancia, con bulevar central capaz de ofrecer a la chiquillería un espacio sin peligros de railes traidores.

Como potencial paisajista prefiero los carrillos de “PatatasPaco” fritas en aceite de oliva a precios convenientes, antes que ese cableado en plan tela de araña gigante que agobia lo suyo.

Lo de imaginarme “política” en ejercicio es punto y aparte. Pertenezco a la época del “aquí-mando-yo”, “usted-no-sabe-quién-soy-yo”, “y-ya-está”. Y, tras la llamada “transición”, tan llena de la cautelosa generosidad del tenemos-que-hablar, he desembocado la vejez, casi sin darme cuenta, en un “y-tú-más” para quienes, según las malas lenguas, se está empleando a conspicuos académicos a sueldo en fabricar un diccionario de sinónimos de insultos ad hoc que da miedo abrirlo.

Con mi sentido común, concluyo que esto del tranvía de Jaén es cosa de políticos. Y, por lo que tengo visto, en esta post-transición tan ramplona como “adversativa” y navajera que nos ha tocado sufrir, el paisaje es lo de menos; la urbanidad es un arcaísmo y el sentido común está de sobra. Así que, a ver a quien se le ocurre opinar.

¡No hay “pero” que valga!

En CasaChina.  En un 7 de Enero de 2024

domingo, 10 de diciembre de 2023

EL ÁRBOL DE MÁGINA

(Jaeneando)

       Tiene Jaén muchas cosas que nos llenan de orgullo a los nacidos en esta tierra, tan fronteriza al más puro estilo José-Luis-Sampedro como “desfronterizada”; tierra en la que cabemos todos porque esta tierra nuestra es de todos y de nadie. Un poner: en Jaén tenemos un firmamento desmontable, en el que por las noches ponemos estrellas a granel tamaño XXL y por el día apañamos condumios de tal enjundia que hasta la Guía Michelín echa el freno y nos suelta tres estrellas de las suyas como tres soles, que hablan por sí mismas de lo nuestro.

       Jaén, en su diversidad ancestral, es como un puzle de diez piezas, diez comarcas que, una a una, son diez primores capaces de ofrecer de todiquitico. Juntas, son como una España en miniatura.

       En ese Jaén del que hablo hay un árbol categórico cantado por Miguel Hernández en plan inquisición distributiva: …de quién son esos olivos, andaluces de Jaén. Olivas, en femenino, llamamos por aquí a ese árbol vareado y ordeñado sin piedad por los hombres, mientras nuestras mujeres, de rodillas en los ruedos a sus pies, recogían, una a una, las oraciones moradas que en realidad son las aceitunas −que no “olivas”− con las que el árbol por excelencia nos sostiene y nos iguala.

       Si hay algo mágico en la vida, algo que simbolice la dualidad de la existencia, ese algo es un árbol. Un árbol hunde sus raíces en lo telúrico de la tierra hasta donde ningún ojo humano alcanza, y se eleva hasta el cielo como anticipo del último vuelo de las criaturas, que nos abrazamos a su tronco como si fuera nuestra verdadera patria: la patria vegetal. Pienso que Juan Ramón Jiménez estaba abrazado a un árbol cuando escribió aquello: Mis pies, qué hondos en la tierra/ mis alas, qué altas en el cielo. / Y qué dolor de corazón distendido.

       ¿Será por eso por lo que las mujeres de mi comarca, las que han adoptado como santo y seña el rótulo de “enganchadas de un hilo” se han empeñado este año en tejer lo que ellas llaman El Árbol de Mágina?

Miradlas. ¿No son admirables? Mientras que unos pocos necios se desgañitan tupiéndose por un pues-mi-pueblo-es-mejor-que-el-tuyo, ellas, desde hace unos años, tejen todas juntas hilos de colores para darnos las Pascuas.

Si Rafael Alberti levantara la cabeza, en lugar de preguntarse eso de ¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?, se asombraría a sí mismo escribiendo ¿Qué hacen las mujeres andaluzas de ahora?

       Ellas, las mujeres de Mágina, con ese talento que sólo las mujeres rurales tienen, este año han tejido nada menos que un árbol. Un inmenso árbol, con una plataforma por cada pueblo de la comarca, sobre la que han colocado lo más emblemático de sus lugares.

       Indira Gandhi decía: No se le puede dar la mano a quien permanece con el puño cerrado. Nuestras enganchadas abrieron sus manos para que de ellas salga la luz.

       Si yo fuera una “mandamasa”, o una política de esas que deciden hasta donde le llegan los dineros del presupuesto, o, simplemente, si tuviera una agencia de viajes, ¿saben ustedes lo que organizaría sin pensármelo dos veces? Pues organizaría algo así como la ruta de las tapas, sólo que, en lugar de ir picoteando, engullendo y “ligando”, como se dice por esa comarca, me embarcaría en la ruta de las enganchadas.

       Queríamos mantenerlo en secreto, pero somos muchas y nos gusta hablar entre nosotras en lugar de partirnos la cara. Y, claro, ya se sabe que el día 12 estaremos en Jaén presentando nuestro árbol. Y que allí cantaré yo a esas manos, que igual acarician un hijo que tejen con un lúcido hilo lo mejor de nosotras.

Motivo de las mujeres enganchadas de Jódar

MANOS DE MUJERES ENGANCHADAS DE UN HILO

Se afanan, se encanillan, se aceleran

enganchadas del hilo de la vida.

Punto a punto, suturan esa herida

en la que las ausencias perseveran.

 

Son manos de abundante sementera,

manos hechas al duelo en la partida

que tejen sin descanso la acogida

en ese hogar de paso y de frontera

 

Son manos de agasajos habitadas,

de entrega y de tesón en oleaje,

de abrojos y de aceite laceradas.

 

Son manos de mujeres porfiadas

que convierten el hilo en un paisaje

y el paisaje en utopías saciadas.

En CasaChina. En un 10 de Diciembre de 2023

LA PRESUNCIÓN DE INDECENCIA

  (Mujereando)           45/2024   ¡Ya está bien! Hasta los “huevarios” estamos muchas mujeres de tener que “serlo”; pero, sobre tod...