VA DE...Batiburrillo literario

sábado, 29 de junio de 2019

27 de JUNIO PERPETUOSO



    
Tal día como hoy…
Mi abuela ordenaba enjaezar “el carrillo”, aquel famoso carruaje en el que ella se desplazaba hasta la Iglesia de arriba, cuando en Bedmar no había otros medios de transporte que no fueran “la rubia” de Francisco Cindango y el carrillo de mi abuela, un armatoste a mitad de camino entre las calesas que ella tanto debió usar antes de lo de la Guerra en el paseo de coches del Retiro, y la pesadez -y pesadumbre- de una carreta de bueyes gallega.
Como digo, tan día como hoy mandaba a Rafael el Grajo, su fiel guardador hasta la muerte, uncir al potro -Domingo por más señas- a los varales del carrillo, tras pulirle la collera con manteca, ordenaba echar por encima el toldo de lona por lo de las calores de todos los 27 de junio de aquellas tierras, meter una cesta con marranillo lechón frito y una cantimplora de agua fresquita para el viaje, y salir con la fresquita camino de Jódar, con aquel eterno bolso llenos de lo indecible colgado de su brazo.
Iba a felicitar a su nieta como Dios manda.
A fin de cuentas, yo era su nieta mayor de la única hija que le dejó el destino, tras arrebatarle a la otra de una mala difteria, cuando era una nena de cinco o seis años. Yo era la que, casi raptada por la dama, pasó su infancia en el Barranquillo disfrutando de abuela, que es uno de los disfrutes más recordables que conozco y recuerdo. Yo era para la que, tan “redentorientana” ella, -mi abuela digo-, se las apañó con el que manda en los cielos para que viniera a este mundo el mismísimo día del Perpetuo Socorro, de manera que mi nombre estaba predestinado.
¡Santo y cumpleaños en un mismo trámite!
Recuerdo este día como el de los regalos duplicados de mi abuela.
La llegada del carrillo a nuestra casa de la calle Méndez Núñez se anunciaba aún antes de doblar la esquina de la carrera por el alegre tintineo de los cascabeles de pescuezo de “Domingo”, por su repiqueteo de cascos sobre el empedrado de una calle sin rebozar  en asfalto todavía y por un olor a mañanas jodeñas en el que se mezclaba el del pan caliente del horno de Isabelita, en lo alto de la calle, y el de los efluvios de las boñigas de las bestias a la espera del baldeo y el espurreo de las cubetas vecinales.
Eran un gran día aquellos 27 de junio de la infancia en Jódar, siempre a la espera del carrillo lleno de regalos. Pero lo que nunca podré olvidar son aquellos pliegos de papelillos finísimos de los que mi abuela cortaba pequeños trozos con la imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro serigrafiada en blanco y negro, y los repartía con un cuidado reverente, cual hostias cuadradas sin consagrar, que nos los entregaba para que nos las tragáramos a manera de comunión perpetuosa antes de abrir el bolso de los regalos de colores.
La Virgen del Perpetuo Socorro presidió nuestras vidas, las fachadas de nuestras casas, el oratorio del Barranquillo, el altar donde hice la primera comunión, el salpicadero de nuestros coches y mis recuerdos más entrañables.
Y, ahora, la cabecera de mi descreimiento.
Pero, sobre todo, se adueñó de mi estómago, de mis entrañas, en forma de “sellos” de papel de seda sin colores.
Tal día como hoy, siendo yo muy pequeña, mi abuela me llevó en su carrillo al cortijo de La Fuensucia, y me enseñó un mosaico de la Virgen del Perpetuo Socorro que la señora de la casa -amiga suya- había mandado colocar en lo más alto de la fachada, semejante al que había a la entrada del Barranquillo.
Hermanadas por el socorreo entre cortijos.
Ambas vírgenes cerámicas siguen aguantando las calorinas de cada 27 de Junio: la una, en un Barranquillo que se cae de viejos recuerdos y hermosas nostalgias; la otra, en el ruinoso mural de una Fuensucia reducida a tapiales donde solo viven lagartijas, culebrinas y grajos.
También yo he aguantado hasta aquí, pegada a mi propia fachada que a veces revoco con colorete y enjalbego con maquillaje para que los demás crean que no llevo vivido lo que llevo vivido.
Y así voy tirando. Viendo pasar la vida con una gratitud semejante a la de esas vírgenes de baldosín de cualquier fachada en ruinas que me recuerdan que hubo tiempos, si no mejores, sí fueron gloriosos como un mosaico rescatado de la escombrera.
Tiempos gloriosos porque puedo recordarlos.
En CasaChina. En un 27 de Junio de 2019

EL ACOMODADOR




 ¡Esa es tu silla! -señaló el acomodador con gesto tan petulante como falto de fogonazo luminoso, sin darse cuenta de que meterse a repartir asientos en una sala de espectáculos de barrio es como sentar plaza en tropa mercenaria, y al final no es el oficio más rentable para poder sentarse uno mismo con sosiego sin que alguien con mejor pertrecho le mueva la silla.
*

       (Había en el cine de mi pueblo un acomodador cuyo lenguaje intermitente apuntaba mudo desde una roñosa linterna a la que se le acababan las pilas con un ritmo vertiginoso, más suelto que el del tintineo de la calderilla de las propinas que se le daban en cada función).
*



        El espectador le sonrió a aquel acomodador tan profesional y se arrellanó en su silla para mejor mirar el espectáculo de gorras y gorrazos.
Pasaban una película de buenos y malos donde al final todos perdían… el pelo.
        Así es el cine.
        La vida de verdad está fuera.

         En CasaChina. En un 29 de Junio de 2019

viernes, 21 de junio de 2019

LENGUAJE INCLUYENTE PERVERSO


  
   
         Hay lenguajes aparentemente inocuos que encierran en sí una forma de perversidad encubierta, en tanto que son como una especie de "anestesia" aparentemente concesiva con la que acallar pretensiones más que legítimas.



         Me explico:





Antonio Miralles y su artesanía
           Hace pocos días, en unas jornadas de estudios diversos organizadas por el grupo SIAL PIGMALIÓN con motivo de la Feria del Libro de Madrid, tuve el honor de moderar una mesa sobre las gentes (que no “sobre la gente”) de Sierra Mágina. El título: <SIERRA MÁGINA C.R.E.A.> -Colectivo Rural de Escritores y Artistas-. El coloquio derivó hacia la distinta posición que ocuparon hombres y mujeres de aquella comarca como consecuencia de  la escasez de medios económicos en una época concreta: la de los años 50/60; de ahí, se llegó a la forma en que se sacrificó la formación de la mujer en favor de la del hombre cuando los medios no alcanzaban para darle estudios a todos; y, como no podía ser menos, emergieron DOS TEMAS CANDENTES: ser o no ser “feminista” al estilo más profundo o más superficial de su concepción, y la perversión del idioma a partir de un recurso tan facilón como el sacrificio de la más pura concepción gramatical de formación de la lengua a un -a mi entender- mal llamado “lenguaje inclusivo”.
        Personalmente pienso que la adopción de posiciones fuertemente ideologizadas y poco fundamentadas derivan en estas “desviaciones conceptuales”, y son las que a la larga más daño hacen a la imprescindible batalla por la dignificación de la causa feminista, tomando el concepto “feminismo” como ELEMENTO SUMATORIO, en tanto que el machismo aparece indubitadamente como ELEMENTO RESTATORIO.
        Y también es personalísima (aunque muy meditada) la sensación que tengo de que esas “concesiones lingüísticas” con las que se habla de “lenguaje inclusivo” posiblemente nos hace visibles, pero no como personas que atraen el respeto del conjunto para un objetivo común, sino que se nos expone con una visibilidad degradada, concesiva, pobretona y transgresora, más propia de un limosneo caritativo que de una auténtica y cuidada equivalencia entre géneros.
        Poco a poco, en lo referente a la causa femenina, voy acumulando mis propios axiomas frente a situaciones reales y a conflictos incontestables en la posición de la mujer, sin pretender -ni de broma- trasladar de lugar el problema, para convertir una causa noble -la dignificación de la mujer- en una persecución incontrolada del hombre por el hecho de serlo. (Muchas madres de varones saben de qué hablo; muchas madres de mujeres, también).

        Primera conclusión axiomática: El feminismo suma -añade valor a la causa de la dignidad femenina-; el machismo resta -resta valor a la mujer-.

        Por eso, por la causa de las personas -hombres y mujeres- desde una visión amplia y no limosnera, quiero contestar a este cartel lúcido donde los haya, (y del que no debiera hacerse bandera por quienes entienden el feminismo como excluyente), aunque ligeramente incompleto (siempre desde mi personal visión).

“Un hombre no viola… Viola un violador”.
Sucede que una mujer nunca viola…

“Un hombre no mata… Mata un asesino”.
Sucede que las asesinadas suelen ser mujeres…

“Un hombre no maltrata… Maltrata un maltratador”.
Ahí hay menos visibilidad. Habría que ampliar el estudio sobre las formas de maltrato.

“Un hombre no humilla… humilla un cobarde”.
Personalmente, detesto ciertas “valentías” frente al más débil…

        No quiero cerca de mí ni valiENTES ni valiENTAS que generen polémicas lingüísticas estériles, desviando el enfoque de un problema grave hacia algo tan trivial como una “a” a destiempo y a contrapelo. 
Sierra Mágina C.R.E.A.
 Quiero
no tener que mendigar protecciones
ni agradecer
la añeja y más que discutible dádiva
de la limosna de lenguajes adulterados.

Lo que verdaderamente quiero es poder hablar de igual a igual sin que mis interlocutores se sientan inseguros por el hecho de ser hombres, ni yo amenazada de incultura… o de muerte por el hecho de ser mujer.
       
        Pues aquí dejo mi segundo axioma: yo no quiero SER (ente) IGUAL AL HOMBRE. Lo que exijo, desde mi evidente diferencia (diversidad), es SER TRATADA IGUAL QUE EL HOMBRE.
Y tratar al hombre como a mí misma.

¿O sucede que somos tan "acostumbradizos" que nos vamos a conformar con la utilización de medios tan esperpénticos como los que se nos proponen y es evidente que no funcionan para hacer visible un problema espantoso cual es el del número de mujeres silenciadas?
En CasaChina. En un 15 de Junio de 2019       

CARTA ABIERTA A MIGUEL FERNÁNDEZ PALACIOS GORDÓN

  (Periodiqueando adherencias)     Querido Miguel: (y permíteme que, a falta de conocencia propia, eche mano de ese “querido”, form...