VA DE...Batiburrillo literario

miércoles, 1 de mayo de 2019

EL VIAJE EN LA LITERATURA


35/2019


(Conversatorio Feria del Libro de Bogotá 2019)

         A primera vista, el título de esta mesa me inquietó. Por un momento, con esa frivolidad hija de las prisas que caracteriza la vida actual, entendí que se me convocaba a hablar de un género literario determinado, el género literario del viaje.
        Una segunda lectura más reflexiva y menos maquinal me hizo ver que el tema no era LA LITERATURA Y SUS ADLÁTERES, sino que el fulcro, la esencia, la médula del título estaba en EL VIAJE como astro rey, en torno al que debían circunvalar mis reflexiones literarias, cuales quiera que fueran esas reflexiones.
        Desde esa segunda lectura, entendí que no podía llegar a esta mesa para hablar de géneros literarios al estilo de la Poética de Aristóteles (335 a. C.) en la que quedaron establecidas las líneas divisorias de la lírica, la dramática y la épica, género este último en el que pudiera incardinarse la LITERATURA DE VIAJES.
        Pero, repito: el tema central no es la LITERATURA DE VIAJES, sino EL VIAJE en sí, ése donde tienen cabida esos tres elementos de los que se sirvió Aristóteles para definir un género, aludiendo a tres elementos definitorios: OJBETO, MEDIOS, y MODO DE IMITACIÓN.
        Porque escribir es hacer un larguísimo viaje sin fronteras es por lo que EL VIAJE participa de los tres elementos genéricos literarios.
        Desde esos tres elementos, y sin ser demasiado partidaria de la etiqueta divisoria de géneros o de una marcada rigidez fronteriza entre ellos, es desde donde yo entiendo el hecho de escribir como una participación de tránsito viajero por la siempre inacabada creación divina.

Es decir: entiendo que el Dios creador de todos los universos conocidos puso en este mundo a los poetas y a los escritores para poder descansar cada siete días y dejar la tarea a los que, sin más material que la palabra transeúnte sobre un papel, siguen creando mundos infinitos, mientras Dios duerme.

Así las cosas, EL OBJETO de la literatura no es otro que seguir la obra divina comenzada.

Cosa aparte son LOS MEDIOS de que nos valemos para levantar cimientos, tapiales, aleros y cornisas, aceras y calzadas de nuestra siempre dinámica y andariega creación literaria. Ahí sí que EL VIAJE en sí mismo, tanto el físico con sus desplazamientos materiales como el introspectivo por los caminos de la propia consciencia, no deja de ser un medio para aprender distintos caminos por los que dirigirnos a la cantera de los materiales de construcción.
El viaje se convierte en oportunidad y en desgarro, porque, cada vez que decidimos avanzar en una dirección, se nos hace irremediable tener que dejar algo a nuestras espaldas. Y todo abandono es una iniciación al olvido: esa maldición, esa alteración paisajística que va destiñendo nuestras mejores emociones.
        En cualquiera de esos viajes, llegado que es el momento de la despedida, cada uno acude a una manera distinta de secarse las lágrimas del alma, con cualquier cosa, como pudieran ser estos versos nacidos en la distancia, tras uno de tantos adioses como he dicho ya a estas tierras colombianas:
 
15/2017
AMÉRICA-REGRESO

Regreso de una América
que redunda su esencia en mi interior
como un eventual caleidoscopio;
como una inmensa flor de no-me-olvides
que afila sus perfiles de cristal
en la profunda herida de mi sangre.

De allí vengo arrastrando
esta incorpórea carga de destierros
que duele y que se ensancha
lo mismo que sus valles extendidos
sobre la levedad de lo improbable
hasta hurgar en la llaga luminosa:

El mar atrincherado en Cartagena.

Me habitan los recuerdos:
las manos impregnadas en la esencia
del tacto vegetal,
el sensitivo olor de la distancia
la imposible escalada hasta la gloria
subscrita en el abrazo,
el altivo perfil de su horizonte.
Su índole de piel multicolor,
la urgencia del encuentro codiciado,
la aflicción diferida del adiós,
el deseo polícromo del agua,
las voces derramadas en poemas
de cauce dolorido,
o la melancolía de galeones
anclados en un tiempo interminable
donde todo regreso era utopía.

La lluvia incandescente y el sol sobreexcitado.

La alargada y desnuda caricia de la noche.

Y algún amanecer irrepetible.

En “CasaChina”. En un 12 de Mayo de 2017

 
Si he de referirme finalmente al elemento MODO DE IMITACIÓN aplicado al viaje literario, tengo que recordar que, aunque nuestro Antonio Machado dijera aquello de “caminante no hay camino/ se hace camino al andar”, es lo cierto que la mayoría de los viajeros, -también los literario- utilizan los caminos abiertos por otros que los precedieron en sus periplos, aunque queden en el camino nuevas huellas.
Cada línea que escribimos, cada trama de nuestras narraciones, cada verso o cada historia la escuchamos antes en algún sitio casi siempre de paso. Y la reproducimos sin ser conscientes de que todo está ya dicho aunque no a nuestra manera; que todos los caminos están andados, aunque no por nuestros pies. Y que nuestras huellas son únicas.
Otra cosa es cómo sea el camino abierto por los que nos precedieron, que van desde los llamados “camino del indio” cuya anchura no daba más que para el tránsito de una sola persona -fila india-, haciendo difícil el dialogo del hombro con hombro, hasta las inmensas autovías donde el horizonte no es otra cosa que camino sin dialogo audible.
Viajamos, sí, por los caminos del mundo, aunque siempre con la desesperación de lo inevitable y la esperanza del regreso; y vamos echando miguitas para poder encontrar el camino de vuelta, aunque muchas veces levantemos nuestras oraciones al dios de los pájaros para que ellos vengan a comerse esas migajas que marcan un regreso imposible.
Finalmente, viajeros imprescindibles de una vida solo perdurable mientras algo de nosotros quede escrito, sabemos que ha llegado la hora del epítome de este largo viaje que es vivir.
Y una va, y escribe y dibuja el mapa de su último destino en los últimos versos del Poemario <

PROBABLEMENTE OTOÑO>:


06/2019
EPÍTOME DE LA TIERRA
La tierra:
ella es mi patria.

Hacia la mórbida tierra me encamino
lo mismo que las hojas del otoño
llegado que es su tiempo.

Allí he de resguardarme
al fin
de toda la fatiga que acumulo.

Allí os pido
que me llevéis un trozo de papel
y un lápiz.
Permitid que allí siga escribiendo.
Es el único oficio que conozco.
Es la única hacienda que poseo.
Es -y siento vergüenza al confesarlo-
mi verdadero amor sublime y único.

Y luego,
si aún os queda tiempo sin usar
plantad cerca de mí un joven árbol
que, llegado su otoño, me cobije
con hojas amarillas.

En CasaChina. En un 5 de Enero de 2019

LA PRESUNCIÓN DE INDECENCIA

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