35/2019
(Conversatorio Feria del Libro de Bogotá 2019)
A primera vista, el título de esta
mesa me inquietó. Por un momento, con esa frivolidad hija de las prisas que
caracteriza la vida actual, entendí que se me convocaba a hablar de un género
literario determinado, el género
literario del viaje.
Una segunda lectura más reflexiva y
menos maquinal me hizo ver que el tema no era LA LITERATURA Y SUS ADLÁTERES,
sino que el fulcro, la esencia, la médula del título estaba en EL VIAJE como
astro rey, en torno al que debían circunvalar mis reflexiones literarias, cuales
quiera que fueran esas reflexiones.
Desde esa segunda lectura, entendí que
no podía llegar a esta mesa para hablar de géneros literarios al estilo de la
Poética de Aristóteles (335 a. C.) en la que quedaron establecidas las líneas
divisorias de la lírica, la dramática y la épica, género este último en el que pudiera incardinarse la
LITERATURA DE VIAJES.
Pero, repito: el tema central no es la
LITERATURA DE VIAJES, sino EL VIAJE en sí, ése donde tienen cabida esos tres
elementos de los que se sirvió Aristóteles para definir un género, aludiendo a tres
elementos definitorios: OJBETO, MEDIOS, y MODO DE IMITACIÓN.
Porque
escribir es hacer un larguísimo viaje sin fronteras es por lo que EL VIAJE
participa de los tres elementos genéricos literarios.
Desde esos tres elementos, y sin ser
demasiado partidaria de la etiqueta divisoria de géneros o de una marcada rigidez
fronteriza entre ellos, es desde donde yo entiendo el hecho de
escribir como una participación de tránsito viajero por la siempre inacabada
creación divina.
Es decir:
entiendo que el Dios creador de todos los universos conocidos puso en este
mundo a los poetas y a los escritores para poder descansar cada siete días y
dejar la tarea a los que, sin más material que la palabra transeúnte sobre un
papel, siguen creando mundos infinitos, mientras Dios duerme.
Así las
cosas, EL OBJETO de la literatura no es otro que seguir la obra divina
comenzada.
Cosa aparte son LOS
MEDIOS de que nos
valemos para levantar cimientos, tapiales, aleros y cornisas, aceras y calzadas
de nuestra siempre dinámica y andariega creación literaria. Ahí sí que EL VIAJE en sí
mismo, tanto el físico con sus desplazamientos materiales como el introspectivo
por los caminos de la propia consciencia, no deja de ser un medio
para aprender distintos caminos por los que dirigirnos a la cantera de los
materiales de construcción.
El viaje
se convierte en oportunidad y en desgarro, porque, cada vez que decidimos avanzar en una
dirección, se nos hace irremediable tener que dejar algo a nuestras espaldas. Y todo abandono
es una iniciación al olvido: esa maldición, esa alteración
paisajística que va destiñendo nuestras mejores emociones.
En cualquiera de esos viajes, llegado que es el momento de la despedida, cada uno acude a una manera
distinta de secarse las lágrimas del alma, con cualquier cosa, como pudieran
ser estos versos nacidos en la distancia, tras uno de tantos adioses como he
dicho ya a estas tierras colombianas:
15/2017
AMÉRICA-REGRESO
Regreso de una
América
que redunda su esencia en mi interior
como un eventual caleidoscopio;
como una inmensa flor de no-me-olvides
que afila sus perfiles de cristal
en la profunda herida de mi sangre.
que redunda su esencia en mi interior
como un eventual caleidoscopio;
como una inmensa flor de no-me-olvides
que afila sus perfiles de cristal
en la profunda herida de mi sangre.
De allí vengo
arrastrando
esta incorpórea carga de destierros
que duele y que se ensancha
lo mismo que sus valles extendidos
sobre la levedad de lo improbable
esta incorpórea carga de destierros
que duele y que se ensancha
lo mismo que sus valles extendidos
sobre la levedad de lo improbable
hasta hurgar en
la llaga luminosa:
El mar
atrincherado en Cartagena.
Me habitan los
recuerdos:
las manos impregnadas en la esencia
del tacto vegetal,
el sensitivo olor de la distancia
la imposible escalada hasta la gloria
subscrita en el abrazo,
el altivo perfil de su horizonte.
Su índole de piel multicolor,
las manos impregnadas en la esencia
del tacto vegetal,
el sensitivo olor de la distancia
la imposible escalada hasta la gloria
subscrita en el abrazo,
el altivo perfil de su horizonte.
Su índole de piel multicolor,
la urgencia del
encuentro codiciado,
la aflicción
diferida del adiós,
el deseo polícromo del agua,
las voces derramadas en poemas
de cauce dolorido,
o la melancolía de galeones
anclados en un tiempo interminable
el deseo polícromo del agua,
las voces derramadas en poemas
de cauce dolorido,
o la melancolía de galeones
anclados en un tiempo interminable
donde todo
regreso era utopía.
La lluvia incandescente y el sol sobreexcitado.
La alargada y desnuda caricia de la noche.
Y algún amanecer irrepetible.
En “CasaChina”. En un 12 de Mayo de 2017
Si he de referirme finalmente al elemento MODO DE IMITACIÓN aplicado al viaje literario, tengo que
recordar que, aunque nuestro Antonio Machado dijera aquello de “caminante no
hay camino/ se hace camino al andar”, es lo cierto que la mayoría de los
viajeros, -también los literario- utilizan los caminos abiertos por otros que
los precedieron en sus periplos, aunque queden en el camino nuevas huellas.
Cada línea que
escribimos, cada trama de nuestras narraciones, cada verso o cada historia la
escuchamos antes en algún sitio casi siempre de paso. Y la reproducimos sin ser
conscientes de que todo está ya dicho aunque no a nuestra manera; que todos los
caminos están andados, aunque no por nuestros pies. Y que nuestras huellas son
únicas.
Otra cosa es cómo sea el camino abierto por los que nos
precedieron, que van desde los llamados “camino del indio” cuya anchura no daba
más que para el tránsito de una sola persona -fila india-, haciendo difícil el
dialogo del hombro con hombro, hasta las inmensas autovías donde el horizonte
no es otra cosa que camino sin dialogo audible.
Viajamos, sí, por los caminos del mundo, aunque siempre con
la desesperación de lo inevitable y la esperanza del regreso; y vamos echando
miguitas para poder encontrar el camino de vuelta, aunque muchas veces levantemos
nuestras oraciones al dios de los pájaros para que ellos vengan a comerse esas
migajas que marcan un regreso imposible.
Finalmente, viajeros imprescindibles de una vida solo
perdurable mientras algo de nosotros quede escrito, sabemos que ha llegado la
hora del epítome de este largo viaje que es vivir.
Y una va, y escribe y dibuja el mapa de su último destino en los últimos versos del Poemario <
PROBABLEMENTE OTOÑO>:
06/2019
EPÍTOME DE LA TIERRA
La tierra:
ella es mi patria.
Hacia la mórbida tierra me encamino
lo mismo que las hojas del otoño
llegado que es su tiempo.
Allí he de resguardarme
al fin
de toda la fatiga que acumulo.
Allí os pido
que me llevéis un trozo de papel
y un lápiz.
Permitid que allí siga escribiendo.
Es el único oficio que conozco.
Es la única hacienda que poseo.
Es -y siento vergüenza al confesarlo-
mi verdadero amor sublime y único.
Y luego,
si aún os queda tiempo sin usar
plantad cerca de mí un joven árbol
que, llegado su otoño, me cobije
con hojas amarillas.
En CasaChina. En un 5 de Enero de 2019
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