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jueves, 26 de marzo de 2020

RECUERDO DE HUELLAS BORRADAS


40/2020

 (Croniquilla del Viruso Coronado - 15)
        Me escribe una amiga (no me imagino cómo podríamos soportar esto sin internet) y me cuenta que acaba de perder a su marido por culpa de la cosa esta.
Está desolada. Me dice que ella, que no sabe qué hacer con su pena, tiene que tragársela para recoger el desconsuelo de su hijita; siete años que no le perdonan no haber hecho algo para poder despedirse de su padre antes de...
No sé qué decirle.
A lo mejor es que en estos casos, y en situaciones tan terribles, no hay que decir nada.
Cuando la muerte llega así..., 
tan de repente, 
tan sin avisar, 
tan sin lugar de último adiós,
 tan sin adios,
tan…sin Dios, 
no hay palabras que valgan.
Sólo la locura o el silencio pueden salvarnos...



Entonces viene a mi memoria aquello que escribí allá por 2006 y que duerme en alguno de mis libros de relatos.
*
       Aquel verano…
       El caminaba siempre delante de mí.
       ¡Claro! Un padre siempre camina por delante…
       Fue el último día del verano.
       Sus pies inmensos iban abriéndome camino y dejando grades huellas marcadas en la humedad de la arena. Eran como refugios donde poder esconder vacilaciones.
       ¿Será que nunca he sabido vivir sin desear esconderme en las huellas de alguien?
       Yo iba detrás, intentando meter mis pies desnudos en aquellas huellas reconfortantes…
       Pero eran demasiado grandes para mi pequeñez.
       Y sus pasos, demasiado largos para mis insignificantes piernecillas de aprendiz de hija.
       ¿Cuándo podré ser como él? −Me preguntaba, con todo el desaliento que cabe en los inalcanzables deseos de los niños a los que siempre les están reprochando su pequeñez.
       ¿Seré capaz alguna vez de caminar al ritmo de la vida?
*
       Aquel verano…
       De repente, una ola más grande que las demás borró las huellas por las que iba guiándome.
       Cuando me encontraron, perdida entre mareas de gente y de desolación, madre lloraba; y padre me abofeteó con lágrimas en los ojos.
       Era tan grande aquella playa sin sus huellas…
*
       Aquel día…

       Se rompió de repente; como un polichinela.
       ¡Son tan peligrosas esas carreteras…! −Eso fue lo que dijeron−.
       No, no fue en verano.
       Fue un mes de Febrero, tan helado como éste, el que me congeló el recuerdo en claroscuros.
Febrero lo borró de un manotazo, como se borran huellas en la arena.
       No he vuelto a encontrar refugio.
El hombre, ese hombre amado hasta la desesperación, siempre camina por delante, dejando huellas borrosas e imprecisas por las que no puedo seguirlo.
       Yo voy detrás, sola, tratando de esconder mis poquedades.  Y con el deseo de su mirada escrito entre mis párpados con tinta de lágrimas eternas.
       Ya nunca sabré si podría haber aprendido algo de aquel padre, que siempre marcó unas huellas tan grandes en la arena de mi vida que aún hoy sigo diciendo: nunca las mías tendrán esas holguras.
       Y el hombre que creo que me mira desde lejos, está tan lejos…

Marineda 22.2.2006
Recordando en CasaChina. En un 26 de Marzo de 2020

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