40/2020
(Croniquilla del Viruso Coronado - 15)
Me escribe
una amiga (no me imagino cómo podríamos
soportar esto sin internet) y me cuenta que acaba de perder a su marido por culpa de
la cosa esta.
Está desolada. Me dice que ella, que no sabe qué hacer con su pena, tiene
que tragársela para recoger el desconsuelo de su hijita; siete años que no le
perdonan no haber hecho algo para poder despedirse de su padre antes de...
No sé qué decirle.
A lo mejor es que en estos casos, y en situaciones tan terribles, no hay
que decir nada.
Cuando
la muerte llega así...,
tan
de repente,
tan
sin avisar,
tan
sin lugar de último adiós,
tan sin adios,
tan…sin
Dios,
no
hay palabras que valgan.
Sólo la locura o el silencio pueden
salvarnos...
Entonces viene a mi memoria aquello que escribí allá por 2006 y que duerme
en alguno de mis libros de relatos.
*
Aquel verano…
El caminaba
siempre delante de mí.
¡Claro! Un padre siempre camina por
delante…
Fue el último día del verano.
Sus pies inmensos iban abriéndome camino
y dejando grades huellas marcadas en la humedad de la arena. Eran como refugios
donde poder esconder vacilaciones.
¿Será que nunca he sabido vivir sin
desear esconderme en las huellas de alguien?
Yo iba detrás, intentando meter mis pies
desnudos en aquellas huellas reconfortantes…
Pero eran demasiado grandes para mi
pequeñez.
Y sus pasos, demasiado largos para mis
insignificantes piernecillas de aprendiz de hija.
¿Cuándo podré ser como él? −Me preguntaba,
con todo el desaliento que cabe en los inalcanzables deseos de los niños a los
que siempre les están reprochando su pequeñez.
¿Seré capaz alguna vez de caminar al
ritmo de la vida?
*
Aquel verano…
De repente, una ola más grande que las
demás borró las huellas por las que iba guiándome.
Cuando me encontraron, perdida entre
mareas de gente y de desolación, madre lloraba; y padre me abofeteó con
lágrimas en los ojos.
Era tan grande aquella playa sin sus
huellas…
*
Se rompió de repente; como un polichinela.
¡Son tan peligrosas esas carreteras…! −Eso
fue lo que dijeron−.
No, no fue en verano.
Fue un mes de Febrero, tan helado como
éste, el que me congeló el recuerdo en claroscuros.
Febrero lo borró de un manotazo, como se borran huellas en la arena.
No he vuelto a encontrar refugio.
El hombre, ese hombre amado hasta la desesperación, siempre camina por
delante, dejando huellas borrosas e imprecisas por las que no puedo seguirlo.
Yo voy detrás, sola, tratando de esconder
mis poquedades. Y con el deseo de su
mirada escrito entre mis párpados con tinta de lágrimas eternas.
Ya nunca sabré si podría haber aprendido
algo de aquel padre, que siempre marcó unas huellas tan grandes en la arena de
mi vida que aún hoy sigo diciendo: nunca las mías tendrán esas holguras.
Y el hombre que creo que me mira desde
lejos, está tan lejos…
Marineda 22.2.2006
Recordando en CasaChina. En un 26 de Marzo de 2020
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