35/2020
(Croniquilla del Viruso Coronado - 10)
Es sábado. 21
de Marzo de 2020. Y cumplo mi décimo día de cautiverio virosístico con una
saturación desbordada por mis ijares y por mis entretelas como una humareda de
malos pensamientos que me están empañando los vidrios de la vida claústrica.
Y es que hay que ver lo que se
tiene que oír.
¡Será posible
lo que se escucha en mitad de tantísimo mutismo!
Los hospitales están saturados de
lo suyo: de enfermos solitarios.
Las calles
están saturadas de lo que no es tan suyo: de silencios.
Las fábricas de
mascarillas están saturadas de lo que menos rentaba antes y más rentable ha
devenido: pedidos desesperados.
Las fronteras
están saturadas de ¡alto ahí!, disparado a la gente que quiere cruzarlas
tontorronamente, sin saber muy bien a dónde van y sin recordar aquello de que
en todos sitios cuecen habas.
Los medios de
comunicación están saturados de sedicentes comunicadores sabelotodo, dispuestos
a generar por su cuenta y riesgo, o a cuenta de los demás, miles de comunicados
contradictorios y sin contrastar por falta de test de contraste.
Las redes están
saturadas de memos que difunden
memes, alarmas, cautelas o consejos discordantes lanzados con voz de pito por supuestos
entendidos que tienen un cuñado que tiene una novia que trabaja en un
laboratorio donde dicen que le han dicho que alguien muy informado ha
descubierto que todo era mentira antes de saber qué es ese “todo” tan lleno de
nada.
La vejez está saturada de
chorreones de miedo a no seguir envejeciendo.
El aire está
saturado de ausencias de lo que tanto nos molestaba en los buenos tiempos, tal
como los tubos de escape de las motos y el run-run de los autobuses en la
parada de final de trayecto.
El mundo está
saturado de aprovechadillos que amontonan webs y enlaces, desde los que nos
des-informan de la última in-formación de tan ultimísima hora que, según va
escribiendo su mano derecha sobre el teclado, viene la izquierda detrás, machacando
lo recién-informado con una urgencia que acongoja.
(¿O es “acongojona?).
Esto me
recuerda aquella película −EL VIOLINISTA EN EL TEJADO− en la que un pedazo de señor
barbudo y abundante en carnes, en intenciones irreductibles y en voz de gorila,
gritaba desde el tejado aquello de ¡TRADICIÓNNNN!
Lo que a mí me atruena los oídos es algo
muy parecido:
¡INFORMACIÓOOOOOONNNN!
¿O estoy escuchando mal y lo que
sueña estentóreo es…?
¡DES− INFORMACIÓOOOOOONNNN!
A estas
alturas, yo estoy saturada de mí misma, y de este juego de gallinitas ciegas en el que giro,
trastabillo, tropiezo, vacilo, tanteo y me confundo sin ver a ver lo que tiento,
aunque lo que tiento sea falso, a sabiendas de que a los demás les empieza a
aburrir el juego tanto como a mí.
Pero, vamos a
ver: ¿esto qu’es lo que es?
Algún remedio
habrá. Aunque sea sacar la goma (Milán) y borrar esta manía de meter las
narices en cualquier pestazo.
En vista de que
mi mal tiene remedio, he decidido vacunarme.
Me declaro en cuarentena
DES-INFORMATIVA.
No abriré más
videos. (Al menos en 24 horas).
No se mantendrá correspondencia con los
involuntarios participantes en este concurso de DES-PROPÓSITOS, cuyo premio
final tiene mucho que ver con mi DES-SALUD MENTAL.
Después de más
de diez días de encierro, en este día de la Poesía, en el que me doy cuenta de
que no me había dado cuenta de lo tranquilos que vivíamos antes de que el
Viruso Coronado nos avasallara, no tengo claro lo que el Viruso Coronado
pensará de nosotros. Seguro que está partiéndose de risa.
Pero yo sí sé lo que pienso de
semejante monarca.
Es un innombrable.
Y, como tal, me niego a nombrarlo
durante un mínimo de 24 horas.
Por razones de salud mental…
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