VA DE...Batiburrillo literario

Mostrando entradas con la etiqueta MANDAMIENTOS DE LA LEY DEL ESCRITOR: I. Desimportaciarnos antes de que los demás desimportancien a nuestras criaturas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta MANDAMIENTOS DE LA LEY DEL ESCRITOR: I. Desimportaciarnos antes de que los demás desimportancien a nuestras criaturas. Mostrar todas las entradas

jueves, 28 de noviembre de 2024

I. DESIMPORTANCIARNOS

 

(Mandamientos de la Ley del Escritor)

202/2024

Barrunto, no sin cierto embarazo, que el primer desafuero capital que cometemos quienes escribimos es la petulancia, esa ramplonería que nos hace sentirnos importantes ejercientes a tiempo completo, y mucho me temo que hace que los demás nos perciban como mindundis encopetados exhibiéndonos a tiempo parcial desde las repisas de una tómbola de feria.

Por si acaso padezco de eso, me pongo a buscarme un buen antídoto.

Bueno será, pues, comenzar por mapear el asunto.

Resulta que, por lo que veo, me parece a mí que, en cuanto escribimos un renglón a vuelapluma o creamos un poema a prisa y corriendo, antes de repasarle las rebabas y atusarles las greñas, salimos a la plaza en chinelas, hacemos chiflar cornetas de ferroviario, arremetemos con un redoble de timbales destemplados y nos ufanamos ante quien no haya alcanzado a huir antes, obligándolos a escucharnos y convencerlos de haber creado el mundo, sin caer en la cuenta de que ni el mismísimo Dios, con ser Dios, consiguió con las prisas, hacer algo más que un mundo guardoso y algo mediocre por falta de la lucidez para corregirse a sí mismo en lugar de andar pavoneándose por encima de las nubes con un “mira-lo-que-acabo-de-hacer”.

Lo que me lleva a comparar, y a reflexionar sobre los riesgos del oficio de creador de lo que sea, a golpe de palabras. Eso del “hágase-y-se-hizo”, en lugar de ponerse a hacerlo como-Dios-manda, acaba como acaba: con un género humano capaz de exterminarse a sí mismo con tal de relucir o de aburrir hasta a las hormigas.

Esas reflexiones me urgen a concluir que el primer mandamiento de la Ley de cualquier creador, −y, por extensión, de cualquier escritor que se precie− debiera ser el de “desimportanciarse”. Lo que, traducido a la realidad del día a día, supone no ir por ahí haciendo top-les mental,  hablando de MiPoema…, MiLibro… como si, SinSuLibro recién horneado, el fatuo juntaletras de turno fuera un DonNadie zarrapastroso. Algo así como si el engranaje de la máquina de escribir nos hubiera absorbido, metamorfoseado y transformado en mazacote parlante, en picadillo de dicharacheros cantamañanas incapaces de pensar que en la superficie del mundo pudiera haber algo más importante que MiLibro.

Por ejemplo, TuLibro.

Tiempo al tiempo, coleguis: o nos ponemos a hacer músculo cerebral desimportanciándonos, o será el foro de pulgar circense y facilón e índice mojado en saliva de pegar sellos el que nos desimportancie a soplamocos limpio mientras que nuestra obra sin madurar acaba arrinconada por manifiesta indigencia de importancia a fuerza de la fatuidad en la tragonería mental de sus papases y sus mamases.

Lo dicho: tiempo al tiempo.

 

En CasaChina. En un 27 de Noviembre de 2024

TAMBIÉN ELLOS

  ( GitaneandoEnVerso ) Gitaneando en verso - 09/2025 También ellos… No es un grito fugaz y destemplado. Tan solo es un murmullo...