Juani la 1ª por la izquierda |
19/2007
Ésta es una historia real. Tan real como que MiJuani se llamaba en realidad Juana
Herrera Martos; que nació en Bedmar en alguno de los años de “La Guerra”
(1936-1939), y que vivió en nuestra casa desde que era una criaturica (¿6, 7
años?) hasta que murió, dejándonos tan huérfanas como nos dejó nuestra propia
madre. Jamás he conocido ni conoceré a alguien capaz de generar semejante
bondad y amor.
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HOY QUIERO HABLAROS DE MiJuani[1]
Fue allá, por “los años del hambre”.
Aquellos que siguieron a la Guerra Civil, en los que nada había que echarse a
la boca que no fuera el odio de los vencidos –que fueron todos, porque en una guerra
civil no hay vencedores- y el miedo de los vencedores –que no fueron otros que
los tristísimos supervivientes al espanto de matarse para siempre en recurrentes
malquerencias ancestrales.
MiJuani había nacido en mitad de aquella guerra
y, como nuestro pueblo, por uno más de los irracionales destinos, estaba en una
de las zonas de “los-sin-Dios”, sus padres no la cristianaron, -no fuera que
los Milicianos les tomaran ojeriza por meapilas y "les dieran el
paseo[2]”.
Ni tampoco la inscribieron en ningún Registro Público. –“¿Para qué?” -se dirían
sus padres, que ya habían inscrito otra hija anterior llamada Juana a la que vieron morir tempranamente, mientras ellos mismos se morían materialmente de hambre, pensando que la criatura
no les sobreviviría lo suficiente como para tener que pedir una partida de
nacimiento ni acreditar que había existido-.
Por no tener, MiJuani no tuvo ni papeles[3]
Lo cierto y verdad es que, en efecto,
sus padres murieron de hambre. De hambre física y miserable, de hambre de no
tener ya ni una mala yerba con que distraer la saliva, porque el campo estaba
arrasado por manos y bocas más urgentes, más hambrientas y más madrugadoras:
los salteadores que se echaron al monte para no fenecer malamente.
Murieron de HAMBRE con mayúsculas.
Pero MiJuani
siguió viva. Sobrevivió -no sabría decir cómo- a aquella hambruna que en un
solo mes se llevó a sus padres a la tumba y a su único hermano, varón y
mozalbete, al ejército, como voluntario, para poder al menos comer la imposible
bazofia de un rancho diario. El hermano no volvió nunca del ejército; allí,
durante años, entre dianas sin florear e instrucciones destructoras, siempre
tocaban a fajina[4] antes de que la retreta[5]
le desconsolara al mozo la memoria de que a lo mejor su hermanilla, abandonada
a su suerte en el pueblo, pudiera con suerte terminar con sus hambres aquella
misma noche.
Fue por entonces cuando mi abuela se
enteró de que “Las-de-Auxilio-Social” se iban a llevar a LaJuanilla -MiJuani- a un
hospicio de Jaén o de Madrid -yo no me puedo acordar porque aún no estaba en este mundo-. Se
la llevaban "por caridad", porque, “¿...qué iba a hacer una
criaturita de cinco años sin familia ninguna que mirara por ella, que no fuera
pedir de puerta en puerta, arrastrando una talega en la que recoger los
mendrugos del poco pan duro que, por enflorecido[6],
se desechaba en las casas más pudientes?; ¿o alargar con su escuálido bracillo
una lata de Dios sabe qué procedencia, con el asa estañada, para que le echaran
el aceite mil veces refrito, sobrante de los fogones? ¡Y eso, sin contar que
algún repijotero no la preñara en mitad de una era, en cuantico se hiciera
mujer y se convirtiera en un pendón sin hombre propio!”.
Mi Abuela, que renegaba de los hospicios
sabe Dios por qué, la mandó recoger en su cortijo y, durante las largas
temporadas que ella pasaba en Madrid, devolviéndole a su “muerto
en Paracuellos” todas las lágrimas que él le había dado de balde y al
contado en vida, la dejaba al cuidado –y al servicio- de los caseros.
Así fue como MiJuani, apenas con seis años, aprendió, a ser criada de quienes
tenían el privilegio de ser, a su vez, criados fijos de cortijo con vergel
propio, y poder comerse unas gachas con nabo sin tener que vérselas cara a cara
con la miseria más tozuda, ni tener que esperar ‑desesperados- a que los apartaran
con su dedo extendido los manijeros[7]
de los cortijos, que iban a la plaza del pueblo, rayando el alba, a buscar mano
de obra temporera para el tajo de un día, entre los oscuros parados, comidos
por la necesidad, que se amontonaban al amanecer en la plaza esperando
tener la fortuna de que ese día los empleara algún “amo”.
Por entonces, MiMadre se casó. Y mi abuela le traspasó a MiJuani que, con sus bracillos de siete años (arriba o abajo;
porque nunca supimos bien en qué año habría nacido la “sin-papeles”) apenas pudo
ser niñera mía, pero compartió conmigo algún puche que otro del engrudo de agua
y harina tostada, que era todo lo que había en aquellos trabajosos años para
las papillas de los recién nacidos.
Cuatro años más tarde nacería mi segunda hermana, MiConchi; y a ésta sí que
pudo ya MiJuani acarrearla mal que
bien como una madre enana.
Aún recuerdo cómo arrastraba hasta los pies de MiJuani aquel capote[8] gris de paño basto con que envolvían a la criatura.
Aún recuerdo cómo arrastraba hasta los pies de MiJuani aquel capote[8] gris de paño basto con que envolvían a la criatura.
Para cuando nació MiMay, la tercera de las hermanas, MiJuani tenía dos años más de penas, un corazón tocado ya en mitad
de sus válvulas por tempraneras fiebres reumáticas, y la suerte de que mi padre
se hubiera cansado de semejante prole de hembras. Así fue cómo desterraron del
dormitorio conyugal los llantos nocturnos de mi hermana pequeña, que pasó a
formar parte inseparable de las noches infantiles de MiJuani.
Uña y carne fueron mi hermana y ella;
como si quien la hubiera parido no fuera mi Madre sino MiJuani.
Banda de música de Bedmar en fiestas |
Hasta que pasó lo que tenía que pasar:
la muerte del hombre de la casa nos separó a los vivos, y nos arrancó del pueblo, camino de un colegio donde acabar de olvidar a duras penas la infancia
cerril y sin cautelas.
Mis hermanas al Norte. Yo al Centro de
esta España, como ración doble de separamientos huérfanos.
Sólo las larguísimas noches en el tren hasta Madrid, camino de los colegios, nos sirvieron de consuelo de “estar juntas hasta que lleguemos”.
Sólo las larguísimas noches en el tren hasta Madrid, camino de los colegios, nos sirvieron de consuelo de “estar juntas hasta que lleguemos”.
Fue cuando murió mi padre de repente,
sin previo aviso –yo no había cumplido los catorce años- y nos mandaron a mis
hermanas y a mí internas a los colegios, desgajándonos a las cuatro.
Entonces, MiJuani dispuso de su corazón agotado y de su querencia de niñas
chicas de tal manera que mi madre no tuvo otra opción que enviarla con mis
hermanas al Colegio para que no le diera un torozón de ausencias mal llevadas,
mientras LaGrande, que era yo,
aprendía las primeras soledades y abandonos que luego han sido y siguen siendo el
sino de mi vida. Eso sí: una vez más se establecieron las fronteras invisibles
de la cuna: mis hermanas ocuparon los helados dormitorios colectivos de SeñoritasInternas, y MiJuani una cama de latón en las
habitaciones del servicio, en la parte más alta del colegio de Zaragoza.
Un día, regresamos de los estudios,
ellas por su lado y yo por el mío, como si no nos conociéramos. Habían sido
varios los años de separación, en colegios distintos y en alejamientos de
irrecuperables metamorfosis adolescentes, quebradas por los kilómetros.
Yo con mis hermanas antes de la separación |
Así fue cómo aprendí que lo que se
separa en la infancia se quiebra para siempre, dejando una lejanía amarguísima
y eterna entre los ojos.
Por entonces, MiJuani me retiró el tuteo, y me convirtió en LaSeñorita; porque -como me dijo con no muy buenos modos- si yo “…no
tenía el talento de saber que, cuando se aprobaba ”la-reválida-esa”, se tenía
el título de “doña”, allí estaba ella para meterme en vereda y enseñarme
maneras”.
Fue una de las muchísimas lecciones que me enseñó MiJuani:
Fue una de las muchísimas lecciones que me enseñó MiJuani:
“Señorita: si usted no se tiene
un respeto, por mucho que le cueste imponérselo a los más cerriles, no reclame
que el personal se lo dispense de fia’o,
teniendo como tiene menos talento y menos tino que el que usted debiera tener
por su linaje”.
¡Ah, el linaje…!
Mis hermanas y yo el verano anterior a la muerte de nuestro padre |
MiJuani fue una sabia filósofa analfabeta, que
malamente se enseñó a leer y a escribir en mi primera escuela nocturna, mirando
de reojo las libretas de las otras mujeres, cuando yo era ya MaestraNacional de Alfabetización de
Adultos, y ella mi fiel acompañante en aquel barrio del extrarradio de Jaén, Santa Isabel, en
el que empecé a ejercer.
Con mi hijastro Juan el día de mi boda en Nerja |
Pero, por encima de cualquier otra cosa, MiJuani se entendió con mi Madre durante toda una vida como su verdadera hija, mientras nosotras hacíamos orado[10] de nuestro propio destino por caminos alejados.
Hasta que nos fuimos de casa para
siempre.
Juntas vivieron, y soportaron soledades, arrimándose la una a la otra como dos huérfanas de hijas, hasta que mi madre murió.
Desde entonces, desde que mi madre
murió, MiJuani ya no se hallaba. Se
le había muerto SuSeñora, la única
con la que tuvo un arrimo en aquellos larguísimos días de invierno en que
nosotras nos íbamos a la escuela, y ella y SuSeñora
se quedaban esperándonos junto a la chimenea en el pueblo; o cuando nos fuimos a nuestras propias casas
dejándolas a las dos solas, como dos viejas prematuras que hubieran aprendido
del silencio la maestría de hablarse con los ojos.
MiMadre fue la única que abrazó a MiJuani como a una hija parida a destiempo. La única con la que compartió soledades de vejez abandonada y silenciosa.
MiMadre fue la única que abrazó a MiJuani como a una hija parida a destiempo. La única con la que compartió soledades de vejez abandonada y silenciosa.
Así fue MiJuani.
Así fue Madre[11]
Madre: la única que, tardíamente, (cuando
MiJuani ya no podía dormir en una
cama porque se ahogaba, y dormía en una silla a los pies de la cama de SuSeñora) la convenció de remendarse el
corazón en un quirófano, para alargarle malamente la vida, sin darse cuenta de
que con ello la condenaba a tener que llorarle a ella la muerte anticipada en
lugar de poder emprender juntas el camino de ida sin vuelta.
Algunas noches, después de aquello de los quirófanos y de los remiendos en carne viva,
cuando ya mi madre se había ido por el camino de siempre, llegué a dormir en la
misma habitación de MiJuani y, en
mitad de la noche, mientras escuchábamos el murmullo metálico de sus válvulas,
me aturdía con el resignado y alegre senequismo de sus sentencias:
-¿Lo escucha usted, señorita…? ¿No es
verdad, señorita, que este tintineo de mi corazón nos hace “compaña”? Eso es que MiSeñora parece
que se hubiera olvidado un cascabel dentro de mis entrañas para contarme el
tiempo que nos queda para juntarnos otra vez…
De nada han servido los remiendos de
marcapasos y costurones. MiJuani
tenía cada vez más desgana por vivir y más prisa por reunirse con SuSeñora.
Y esta madrugada no ha querido esperar
más; como si quisiera recordar aquellos trenes de nuestra infancia, se ha
subido al último vagón, al vagón de cola de este último día de Abril, y se ha
ido con Ella, con SuSeñora, sin tener
el miramiento de convidarnos al viaje ni a mis Hermanas ni a mí.
¡Te me has muerto, hermana, entre dos
luces, como un viejo tren de carga que llega jadeando a su destino!
*
¡Lástima! ¡Qué poco me he aprovechado de tu
elemental sabiduría para amar!
¡Y cuánto te he querido durante este larguísimo
y efímero viaje!
*
Gracias, JuaniMía, por tu último regalo: Por fin estoy llorando
desconsoladamente, como no lo hacía desde hace años, a pesar del dolor
acumulado en estos tiempos de alargada soledad silenciosa.
* * *
A MiJuani, QUE MURIÓ DE MADRUGADA
Curtida como estaba en tu sosiego
-o hecha ya
-o hecha ya
a que tu voz y tus palabras se
escondieran
detrás de cualquier puerta, o dormitaran
debajo de la cama cautelosa,
o llegaran de lejos por un cable…-
no me hago al silencio repentino.
detrás de cualquier puerta, o dormitaran
debajo de la cama cautelosa,
o llegaran de lejos por un cable…-
no me hago al silencio repentino.
No me hago a la nada de no oírte.
Tu corazón cansado de metales
de válvulas, de yerros y de penas
se fue desconectando de la vida
con demasiada prisa, con sigilo.
de válvulas, de yerros y de penas
se fue desconectando de la vida
con demasiada prisa, con sigilo.
Te lo dije. Y no me hiciste caso:
Abril es mes de flores.
Abril es mes de flores.
Y morirse
en un mes florecido es un abuso
aunque tú tengas prisa por llegar
y yo miedo a perderme en soledades...
en un mes florecido es un abuso
aunque tú tengas prisa por llegar
y yo miedo a perderme en soledades...
Y te me has muerto, hermana, entre dos
luces,
igual que un tren de carga fatigado
de acarrear dolores florecidos
que llega a su destino jadeante.
igual que un tren de carga fatigado
de acarrear dolores florecidos
que llega a su destino jadeante.
Desde mi desconsuelo clandestino
voy a segar la lengua de las flores
y a llenarte la ausencia con flores el silencio.
voy a segar la lengua de las flores
y a llenarte la ausencia con flores el silencio.
En
un 30 de Abril de 2007
2005
ASÍ FUE MADRE
Como pluma de gorrión:
así fue Madre.
Un poco gris; un poco despeinada.
Ingrávida y liviana,
con esa levedad de la ternura
que tienen en su piel algunos viejos
y en sus plumas todos los gorriones.
Recortada en sus bordes un poco desdentados;
recogida en sí misma.
Descolorida y pálida
como el tallo del trigo por agosto
transparente a la luz del medio día.
Sujetándose al eje de un amor infinito
que recorría su centro
y era su propia esencia.
Sostén de nuestras horas;
extraña fortaleza
instalada en un cuerpo diminuto y doblado
desde que floreciera
en los fecundos brotes de la vida
hasta que fue muriéndose,
perdida en soledades alargadas,
debajo de los chopos
que bebían de su acequia.
Pausada, entre murmullos apenas percibidos,
atravesando el aire de nuestra antigua casa,
desplazándose en vano
hacia inciertos destinos
que la tullían de miedo.
¡Cayéndose de vieja
sobre las hojas secas de un prematuro otoño
camino de su invierno solitario!
Arrebatada hebra de seda consumida
atando, mansamente,
la carrera del tiempo.
Arrancada a la fuerza
de las cálidas alas
de una vida preñada y provechosa,
en la que fue, en silencio,
holgado nido de mullido fondo,
y arrojada al espacio de un dolor miserable.
Como pluma de gorrión:
así fue Madre.
Gaviola de Aznaitín
[1] En la Comarca de Sierra Mágina es una endemia
lingüística poner ese “MI” delante de los nombres o las cosas que se aman. Los
padres, para referirse a sus hijos, no dicen “mi hijo Pepe” o “mi hija Ana”,
sino “MiPepe”, “MiAna”…Igual los
hermanos. Y se dice así, el posesivo unido al nombre como una sola palabra, de
forma que adquiere entidad propia ese nombre abstracto hasta convertirse en un
“Mi” íntimo y creador de un fuerte
significado emocional y afectivo.
[2] “DAR EL PASEO” forma eufemística con la que, en la
Guerra Civil Española, se significó que alguien era sacado de su casa (“La
Saca”), ser conducido a un lugar de las afueras, -generalmente las tapias del
cementerio local-, para ser fusilado sin más juicio”
[3] PAPELES: este apelativo valía para multitud de
menciones. Desde estar inscrito en algún registro oficial hasta poseer Carnet
de Identidad o cualquier otro documento acreditativo de esa identidad.
[4] FAJINA: toque militar de corneta llamando a rancho o
comida.
[5] RETRETA: llamada militar a descanso.
[6]
ENFLORECIDO: Enmohecido.
[7] MANIJERO: Encargado general de una finca. Hombre de
confianza.
[8] ¡Diosito! Ahora que lo pienso, aquel extraño capote
bien pudo ser un resto del Frente y haber cubierto Dios sabe qué…
[9]
De 1953 a 1963 se repartió en las escuelas leche en polvo y queso amarillo a
través del programa de AYUDA AMERICANA. http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-ayuda-americana-a-espana-19531963--0/html/ff251376-82b1-11df-acc7-002185ce6064_3.html
[10] HACER ORADO: trasmitir oralmente una noticia o un
negocio. (EXPRESIONARIO DE MÁGINA)
[11] ASÍ FUE MADRE: Poema propio al final