VA DE...Batiburrillo literario

miércoles, 24 de febrero de 2021

PREGÓN PÓSTUMO PARA UN HOMBRE BUENO

(A Juan José Pozo. Que se ha ido)

        Se lo decías a quien quisiera oírte: “No quisiera yo morirme sin escuchar a nuestra Soco echar el pregón de feria desde el balcón del Ayuntamiento”. −Y pronunciabas lo de “nuestra” como si me estuvieras repartiendo a pedacillos chicos entre nuestros paisanos como se reparte un pan en tiempos de hambruna.

       “Todo llegará si es que ha de llegar” −solía responderte, yo sin demasiado convencimiento, con esta voz cascada que me han dejado las intemperies del alma a la altura del resuello, tan semejante a tu dificultad para la pronunciación de cualquier palabra que no fuera el afecto y la cordialidad a veces revirada.

       No pudo ser. Te nos has muerto tan a tu manera, sin un ruido que nos alertara de que tu último pregón había llegado, y que se nos había pasado la hora de decirnos lo que aún nos quedara por decir, si es que nos quedaba algo por decir.

       Resulta, Juan José, que esto de haber dedicado mi vida a juntar letras como quien hace cestos, sin poder evitar que entre los intersticios de las mimbres se me escapen las querencias más íntimas y los furores más desmandados, me permite convertir esta hora amarga en aquel pregón que tanto exhortaste.

Porque, por mis niños (que nunca tuve)

que a ti no te dejo yo sin tu pregón.

Ya ves qué lujo: un pregón para ti solo, Juan José. O, si lo prefieres, POZO. Pozo a cuyo brocal me aboco sin acabar de ver el fondo, porque se me ha puesto el día demasiado oscuro.

       No sé yo cómo comenzaría un pregón de feria, suponiendo que en estos tiempos de encierros por lo del viruso se nos permitiera volver al faranduleo de los gigantes y cabezudos, a las dianas floreadas, a los caballicos y al puesto del turrón quiebra dientes. Pero, suponiendo −un suponer− que volviéramos a lo de los titiritainas, y suponiendo −que es mucho suponer− que la Virgen de Cuadros te concediese el milagro del pregón deseado, yo lo comenzaría con algo así:

       ¡Paisanos!

       Ya está. Y, luego, ¿qué? ¿Te das cuenta, mi querido Juan José Pozo, de que los pregones de feria ha de dirigirse a todos los paisanos en general, cuando lo nuestro era hablar de nuestras cosas y junto a los cabales?

No quiero yo echar hoy un pregón así, a voleo y para todos. Porque hoy eres tú quien desata mis ganas de decir a grito pelado. O de callarme para siempre.

Sucede que nadie va a negarme que tú merecías un pregón para ti solo, y que ha tenido que pasar lo que ha pasado para que a mí me entren las ganas de echarte tu pregón particular.

Ahí va:

Querido paisano −en singular−; mi muy querido Juan José: hoy quiero decirte que contigo se me va otro pedazo de mi propia memoria, y eso me deja al borde de darme un vivo, y un poco más muerta que de costumbre.

No sé si los otros paisanos también se han muerto contigo un poco; si se dan cuenta de que también se nos va contigo un mensajero incansable de los más recónditos paisajes de nuestro pueblo.

¿Quién va a contarme ahora, como si yo no las supiera, aquellas diabluras que hacíamos cuando todavía teníamos edad de hacerlas, toda una vida por delante, y la piel soleada en los bordes de las albercas como sábanas recién enjuagadas en la Fuengrande?

¿Quién va a prestarme sus ojos, peor o mejor parados ya, para retratar los rincones de Bedmar, esos a los que no me alcanza a mí la vista desde estos Madriles que están tan lejísimos de lo nuestro?

¿Quién va a sujetar la única viga de la barra en esa cafetería de “Aroma de Mágina”, donde, delante de un generoso “cubata”, y con unas desganas de desvivirnos que se nos salían por cada poro de nuestro cuerpo, nos ajustábamos las cuentas de los meses que llevábamos sin vernos y los abrazos que nos debíamos?

Cristobillas (el niño pintor) Cristóbal padre. y Pozo
Cristibillas (el niño pintor). Cristóbal padre. ¡Y Pozo!

         “El rincón de Pozo” −lo llamaba Cristobillas, tu nieto postizo−. Bueno, uno de tus incontables “nietos postizos”; porque lo tuyo fueron siempre los nenes y las trastadas, quizá porque tú no dejaste nunca de ser un chiquillo más, un roba-perras-gordas del cajón de la tienda de tu madre, sacadas a escondidas ocultas en un hoyo de pan y aceite.

Mi jardinillo madrileño
Será cuestión de ponerle tu nombre 
a ese rincón recién florecido de mi jardinillo).

¿Y con quién voy a hablar ahora de política, yo, que nunca hablo de política salvo contigo, porque eras el único que ponía nuestros larguísimos afectos por encima de las cortas devociones por cualquier partido y de cualquier color?

Iba a decir que eras tú un hombre de palabra cuando se me viene a la boca un “ay, pillastre, que esta vez me la has jugado”. Porque ¡cómo puedes haberte ido sin cumplir con la palabra dada de que nos comeríamos juntos unos andrajos hecho por “la Melosa”, como tú has llamado siempre a tu mujer, Dolores, anteponiendo el dulce mote por encima de ese nombre tan lleno de sentido ahora que la has dejado endolorida!

       No puedo seguir, paisano, porque los ojos no dan de sí hoy para lo de escribir y llorar al mismo tiempo. Así que voy acabando mi pregón. No sin antes elevar la voz por encima de la pena para decir:

       ¡Paisanos! Se nos fue uno más de los pocos que van quedando como una historia viva de este pueblo que no debiera olvidarse: la de la buena gente que calló más de lo que habló; sabía más de lo que hablaba y amo mucho más de lo que algunos fueron capaces de entender.

Por eso, se me ocurre que algo te debemos, y me atrevo a proclamar que esa escalerilla que baja desde la calle Virgen de Cuadros hasta desembocar en las eras, donde nos comíamos el hornazo y aprendíamos de los viejos maestros de entonces, esa calle escalonada, que en nuestra infancia, empañadas por el musgo entre el empedrado, le decían “Las Protegidas”, y que tú tanto protegiste, primero como municipal con uniforme y galanura, y luego como el vecino de las hortensias y las clavellinas, debiera llevar tu nombre, Pozo.

Y a no tardar

Que para eso están los nombres de los hombres buenos: para que quien los lea recuerde que una vez hubo alguien que era merecedor de perpetuarse en todas las esquinas de nuestras vidas.

Paisanos: POZO HA MUERTO. ¡VIVA POR SIEMPRE POZO!

En CasaChina. En un 24 de Febrero de 2021

lunes, 15 de febrero de 2021

JAÉN HERIDA


 …Pero son preguntas viles;
ya sé lo que puede ser:
con este negro beber
se acrecientan los candiles.

Fragmento de “En Jaén donde resido”. De Baltasar del Alcázar

En este mes de febrero de 2021 Jaén no es una metáfora de herida. Es una herida mal cerrada, que vuelve a abrirse a manos de quienes vinieron disfrazados de curanderos y perduran en sus emvites sajándola con ya demasiadas embestidas de desprecio.

 Cuando aún estábamos lamiéndonos las ladeadas heridas del AVE, un morlaco con divisa verdiblanca nos derrota por el pitón izquierdo.

Jaén está herida
pero no de muerte, sino de rabia
¡Ojo con el último derrote con el que se revuelve 
un noble animal, toreado y malherido!

Somos hijos de Islero, el miura que mató a Manolete, un torero cordobés por más señas, que vino a esta tierra nuestra a dar su último capotazo, dejando a su cuadrilla sin maestro.

¡Ni un intento más de molinete de lucimiento!

¡Ojo! −repito−. No sea que este sea el último lance, la última afrenta a nuestra nobleza inmemorial tan mañosamente toreada.

 

En CasaChina. En un 15 de Febrero de 2021

 

LA PRESUNCIÓN DE INDECENCIA

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