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martes, 12 de abril de 2022

DE LISONJAS VISCOSAS Y OTRAS BABOSERÍAS

  

44/2022

(Proclama)

         A menudo me irrita esta cara de bobalicones babicaídos que se nos pone ante esos agasajos de medio pelo de usar y tirar tipo clínex, en contraste con el torcimiento de boca y colmillo de lobas que ofrecemos a quienes no están por la labor de ejercer, con idéntica bobaliconería, de palmeros ociosos de egos a medio cocer.

    Me explico:

    Mientras me regodeaba yo en el último perifollo cosechado en internet, ha sonado una campana de alerta: “¡Ojo: que eso se lo dicen a todos/as; pero solo quienes buscan la excelencia no sucumben al halago ni desprecian la crítica leal!”. Ante el toque a rebato, he sentido la necesidad perentoria de comenzar a entrenarme en separar el trigo de la paja, y aprender a distinguir entre mis aduladores oficiosos y mis amigos del alma: esos que, cuando debe ser, caldean el alma; y, cuando llega el momento, escuecen como el yodo, pero curan. Era preciso aprender a distinguir.

        Entonces fue cuando ideé el método: escribí un poema; un largo poema, en el que incluí, como de contrabando, estos dos versos:

“Abía tanta vlandura en sus palabras

que toda llo yoré al hescucharlas”.

Pronto comenzaron a aparecer manitas pitufas de dedo en alto y comentarios de “es maravilloso lo que escribes y cómo lo escribes”.

La clasificación intencional (o la vacuidad) de los mensajes me ha llevado un tiempo. Poco a poco, y no sin cierto pesar, voy descubriendo la falsedad de la que nos rodeamos quienes nos titulamos “escritores” sin haber pasado de juntaletras, deseosos como estamos del aplauso facilón y descuidado, semejante a un escrito mal construido, pero bien alineado. Ahora no dejo de hacerme esta reflexión cada día:

Que le den patadas a la ortografía, a la sintaxis y a la prosodia, a los dequeísmos, a los queísmos y a otras lindezas "crocreteras" quienes no tuvieron el privilegio de acceder a la enseñanza, causa verdadera ternura. Esas personas, con tanto talento como carencias, merecían haber tenido posibles con los que disfrutar de los maestros de verdad.

     Que les den patadas a todo eso quienes tuvieron semejante privilegio, es una fechoría imperdonable, cuando no un pavoneo tontorrón, o un desprecio absoluto por quienes nos/los leen, en la seguridad y confianza -¡pobres!- de que nuestras titulaciones universitarias nos avalan. Quienes así hacen -los "pisaverde" digo- están, en el mejor de los casos, faltándoles al respeto de la manera más zafia y despiadada a quienes tuvieron menos suerte y menos libros.

        No digo yo que no podamos errar, a pesar de poner una mínima atención. Pero una cosa es errar y otra bien distinta adorar nuestras herraduras mientras coceamos el diccionario.

        Ahora bien: si hay algo incalificable es que alguien, tras advertir nuestro yerro, y a sabiendas de la deslealtad que supone no ayudarnos a mejorar y pulirnos, nos suelten un “chica, cuánto vales”, en lugar de advertirnos de lo que no debiéramos consentir tras haber accedido a los pupitres tan ricamente. Esos son quienes nos hunden y nos mantienen a medio ahogar sin ayudarnos a crecer.

A pesar de todo, yo no puedo por menos que agradecer el haber descubierto tamaña falsedad en quienes me demostraron su falta de amor, alabando lo que solo merecía, como mucho, un discreto silencio.

En CasaChina. En un 12 de Abril de 2022


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