(Sobre el invisible sufrimiento de las mujeres)
(Periodiqueando)
73/2024
¿Por qué ninguno entre sus incontables asesores le advirtió nunca de que el invisible sufrimiento de las mujeres podía llegar a ocupar tanto sitio?
A todas luces, pareciera que ya era tarde para contratar un buen especialista en cubicación de espacios y ubicación de mugres, que supiera medir y arrinconar semejante invisibilidad para que ellos pudieran seguir ocupando su puesto sin pejigueras.
«A grandes males, grandes remedios» −se parodió brioso, sintiéndose inspirado por el sagrado espíritu de las gónadas, al recordar a Calígulo, su antiguo compañero de pupitre, aquel que siempre sabía cómo engatusar pusilánimes para su causa, alzarles las faldas a las novicias, amedrentar nenas desabrochándose botones, y fabricar liria con pez y espartos majados para abreviar el vuelo de los pájaros.
Lo convocó con el aliguí[1] de una promoción vital que no podría rechazar. Pero, para su sorpresa, Calígulo no respondió a su llamada.
Según le informaron, había sucumbido a manos de su último invento, proyectado para poner en su sitio a las legítimas.
Sólo entonces comenzó a sospechar que, a lo mejor, ya era demasiado tarde. Los depósitos de la paciencia invisible estaban llenos.
En CasaChina. En un 10 de Mayo de 2024