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sábado, 18 de enero de 2020

LOS HIJOS NO SON DE NADIE



 CARTA ABIERTA
A LA EXCELENTÍSIMA SEÑORA
MINISTRA DE EDUCACIÓN

No seré yo −tan remilgada para estas cosas, y tan bien enseñada desde chica en casa propia− quien prescinda de las maneras protocolarias para dirigirme a una dama de tan consolidada formación académica. Así que…

Excelentísima señora:
Antes de meterme en materia, quisiera yo recordar lo que dijo usted ayer mismo sobre los hijos ajenos, pienso que ejerciendo más la función de ilustre funcionaria que la de madre multiempleada. 

Vino VE a decir algo así como que los padres deben acostumbrarse a que los hijos no son de su propiedad.

Mire: lleva toda la razón del mundo. 

¡Los hijos no son de nadie!
Aunque, una vez paridos, la obligación de alimentarlos, cambiarles la caca de los pañales, ponerles paños de agua fresca en la frente cuando lo de la fiebre y comprarles los zapatos de dar patadas a los modales callejeros sea cosa de los padres.

https://www.abc.es/sociedad/abci-gobierno-envia-requerimiento-region-murcia-para-eliminar-parental-202001171320_noticia.html

Los hijos no son de nadie. ¡Faltaría más! 

Algo tan lúcido solo podía salir de la boca de una dama tan bien vestida como su excelencia, cuyo atrezo demuestra su respeto al público, su cuidado en todo lo que hace, empezando por embelesarnos con su mejor cara. Como vuecencia dijo, los hijos no son PROPIEDAD de los padres. Entre otras cosas (y hablo como jurista), porque, como me apunta una lúcida aunque algo vehemente amiga mía, al venir a este mundo, los chiquillos se matriculan en el REGISTRO CIVIL; no en el REGISTRO DE LA PROPIEDAD como se hace con cualquier cosa o con cualquier inmueble metido en el circuito chamarilero de la compraventa, la hipoteca o el fideicomiso.
Fíjese su excelencia si lleva razón, que ni los bancos, con lo que son los bancos en lo de alzar propiedades, pueden embargar y ejecutar a los hijos; porque son algo más que cosas a poseer. Y, además, comen. Y de eso sabe su excelencia más que una; que para eso es tan jurista como una servidora, solo que a sueldo fijo y mejor pagada.
Lo que ya no tengo tan claro es si la segunda carrera de VE, la de Filosofía y Letras, haya sido la causante de la ventolera que ha levantado entre quienes entendemos solo a medias o no la entendemos.  
No puedo ni pensar que una ilustre filósofa haya querido establecer un silogismo tan perverso como lo de decir que, ya que no son “propiedad” de los padres, los pobres hijos pasan a ser propiedad del Estado, o del Gobierno o de cualquier otra institución.

¡V.E. no puede haber querido decir eso!

Los hijos no pueden ser institucionalizados, como aquel pobre preso de la película <CADENA PERPETUA> que acaba suicidándose por ponerlo en libertad cuando se había hecho a lo de estar preso y pertenecer al Estado.

¿A que no es eso lo que quiso decir?
¿O sí…?

Por si acaso, le contaré a V.E. una experiencia infantil personalísima (de la única infancia que se me concedió), que me dejó desnortada durante larguísimos años de mi vida (la única vida que he tenido) por una simple razón de propiedad (que no de pertenencia).
Verá, señora: estaba una servidora interna en un colegio en el que a dios gracias nunca se cantó, ni siquiera se tarareó aquello de “la maté porque era mía”; no éramos de nadie; pero sí que tenía sus normas, entre las que estaba lo de llegar a las diez de la noche aunque saliéramos con nuestros familiares.

Pues bien: en una de las escasas visitas de mi madre, me llevó la pobre a ver la película <SONRISAS Y LÁGRIMAS>; ya sabe, la de la mozuela aquella que llega de institutriz de los siete hijos del capitán Von Trapp, −siete diablos mentalmente uniformados−; y como ella sabía de música, va y los convierte en jilgueros antropomórficos. 

Echaban la peli en cuestión, más larga de lo habitual, en el cine Amaya, a un paso de mi colegio, pero en un horario incompatible con lo de llegar a tiempo antes de que cerraran la puerta a las diez.

¿Qué cómo se resolvió el conflicto entre lo de estar con mi poderosa madre viendo una película y “pertenecer” al horario del colegio?
Pues como usted ha insinuado: mi madre dio su brazo a torcer y, retorciéndome el mío, me sacó a la fuerza del cine antes de que acabara la peli, que estaba en lo más interesante, y me arrastró calle abajo, toda sofocada ella, pensando que no llegábamos.

Hasta ahí, todo más o menos correcto.

Lo malo fueron las consecuencias:
1.   Por primera vez en mi vida conocí lo que era el miedo, porque vi que la omnipotencia de mi madre, -en la que yo me había sostenido hasta entonces- estaba afectada por el miedo a alguien más poderoso que ella. Eso casi me inutiliza.

2.   Pasó mucho, muchísimo tiempo antes de que una servidora comprendiera cómo un colegio tenía más poder que mi madre, de manera que se estableció en mi mente esa nefasta idea de vencedores y vencidos. Vaya, tal jaleo que me convertí en una contestataria irredenta contra la "debilidad" desautorizada de mi madre y en una rencorosa larvada contra la prepotencia del colegio.

3.      En cuanto pude disponer de mí (dejé de ser propiedad de…) reafirmé mi poder dispositivo sobre mi mismidad con una vacuidad vindicativa: ver más de veinte veces la peliculita simplona y prohibida. (No había interiorizado ni aprendido mejor razón de ser libre).

4.      De tanto ir y venir a lo del viudo Trapp con sus siete hijos, acabé casándome con otro viudo semejante, militar con una graduación superior a la del capitán de la peli, solo que con menos posibles, y también con siete hijos, de manera que renuncié a hijos propios por falta de espacio y de presupuesto.
5.      Mis esfuerzos en formar un coro polifónico con los siete chavales postizos chocaron con mi desafine vital, a causa de la llantina que me entraba acordándome de mi pobre madre a las órdenes de un colegio que me dejaba a mí sin referente jerárquico. (Nueva frustración).

6.      Ha tenido que pasar más de medio siglo, culminar dos carreras, picotear y dejar a medias otras tantas y dedicarme a lo de la Mediación para encontrar los pedazos de mí misma; y estoy todavía en lo de armarme y estructurarme como persona, y no como “pertenencia” inscribible en un listado escolar con libro de calificaciones (que, dicho sea de paso, siempre me recordó a la “guía de ganado” que era obligatorio entregar cuando se vendía un mulo en la feria de mi pueblo).


7.      ¿Será que me he pasado de edad y creo que los seres humanos no somos de nadie, aunque algunos no tengan edad para poder vindicarlo y acaben pagando las consecuencias?

Por eso, y por alguna cosilla más que a veces requiere un buen zambullón en tila para librarme de antidepresivos, es por lo que sé, excelentísima jurista, filósofa y Ministra de Educación, que no puede entrar en sus cálculos de MADRE, vistiendo como viste y hablando como habla, lo de convertir a los chiquillos en pequeñas bestezuelas reviradas, envueltas en celofán, atadas con cintas de colores, y con guía de propiedad inscribible en cualquier registro de siglas.

Porque con los nenes se juega si queda tiempo. Pero con su percepción del mundo no debiéramos jugar.

Vamos, digo yo.

Aunque a lo mejor me equivoco. Que lo de equivocarse es humano por muy divino que nos parezca el atuendo y la polifonía.

En CasaChina. en un 18 de Enero de 2019

CARTA ABIERTA A MIGUEL FERNÁNDEZ PALACIOS GORDÓN

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