(CoMeNaTrioS)
A todas lAs periodistas:
A todos lOs periodistas:
…que cada noche barajan para la humanidad un mazo de palabras indómitas.
03/2025
Cada vez que los descubro ahora, gozo yo de esos “gazapos” a los que un día del año 2024 bauticé como “comenatrios”, a raíz de un “comentario” trastocado, que me mantuvo entretenida algunas horas en un delicioso juego de letras con posibilidades de rompecabezas ilustrado.
Poco a poco he ido entendiendo que lo que nos humaniza a las personas vivientes, lo que nos acerca entre nosotras es el error manifiesto, y no la “perfección”, cacareada en cuanto se pone un huevo aunque sea en nido ajeno. Por el contrario, nadie me negará que no existe algo más irritante que una persona “perfecta”.
A pesar de la ternura que provocan en mí los comenatrios por el pasatiempo que supone conjeturar sobre la vida y milagros de su nacencia y la aparente fragilidad de su dovela, no soy yo quién arremete en tromba sobre las páginas de mi periódico mañanero a la busca de tales “apariciones” gráficas como quien sale al bosque a buscar setas. (O lobos). Son ellas las que saltan hasta mis pupilas como pavesas irredentas, prófugas del pascualo que se consume con paciencia en los hogares.
Hoy, a falta de mejor arbotante en el que sostenerme, o de más cercana compañía con la que intercambiar confidencias, ha sido “HOYEN” el comenatrio que me hizo compaña; la “palabra-sin-sentido” aparente que me ha ayudado a imaginar que mis particulares ReyesMágicos me han hecho un nuevo regalo con el que poder conversar durante horas mientras nos jugamos a un bridge despoblado las infinitas potencias de distribución de esas cinco letras: “H” + “O” + “Y” + “E” + “N”.
¿Qué? ¿Se dan cuenta de cómo un sencillo “error” (buscado de propósito?) puede convertirse en una gloriosa oportunidad de sacudirse la soledad de las horas, aunque nos falle/falte la pareja del bridge de la vida, mientras un simple “comenatrio” nos haga pensar en quien anoche mismo, en el silencio martilleante de una redacción de periódico, trataba de torear a toda prisa las travesuras de una palabra retozona?
Tras bendecir a quien tal bóveda de puente emocional escribió, una vez más convengo conmigo misma en que, gracias a Dios, la perfección es cosa de dioses.
Digo más: la perfección −impostada, por supuesto− nos condena a vivir en la soledad de los dioses.
La perfección, en definitiva, es la que nos aleja de nuestros semejantes, los humanos.
¿Entonces…?
¡Benditos los que yerran! Porque, sin saberlo ni buscarlo, ellos son los que nos acercan los unos a los otros hasta convertirnos en puentes transitables.
En CasaChina. En un 6 de Enero de 2024