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domingo, 23 de marzo de 2025

ABRAZOS ... A CARLOS ORLANDO PARDO

 

Dedicado A… - 44/2025

No moriré del todo, amiga mía
mientras viva en tu alma mi recuerdo…
Rodolfo W. Tallón

 

Esto de la amistad y los afectos con los más grandes entre los grandes no tiene mayor misterio: viene a ser algo así como la labrantía de nuestro ArbolSagrado de Jaén: nuestras olivas.

¡Si lo sabremos por estas tierras! Si a nuestras olivas les damos su conveniente y amoroso laboreo, les escardamos las malas hierbas con la humildad de un amocafre[1], le removemos la tierra con una buena reja de arado dominado con tanto tiento como tino desde la mancera[2], las rastreamos con una buena grada para amansarles hinchazones y pedregueo y les amansamos la sed con un riego espurreado a tiempo cuando es preciso si aprietan las peores calorinas, las olivas siempre responden con largueza, hinchándose primero, y vaciándose después en  nuestros campos, con sus aceitunas siempre dispuestas a la inmolación en la molienda y a su transfiguración en el mejor aceite del mundo. Cómo no será que ese aceite bendito es lo primero y lo último que se les da a las criaturas convertido en santos oleos.

Si a los grandes de las letras, como lo es Carlos Orlando Pardo se acerca una con la mente dispuesta a recibirlos como maestros, los ojos prestos a leerlos sin miserias, el entendimiento limpio de rivalidades pobretonas y con los brazos abiertos al abrazo ecuménico, tenemos andado más de la mitad del camino que conduce a la amistad-para-siempre.

Por eso el pasado 20 de marzo escribí lo que hoy, domingo 23 de marzo, recoge y publica el DIARIO JAÉN, y que yo no puedo por menos que reproducir aquí para que la memoria del primer abrazo perdure por los siglos de los siglos

 

 LA PRIMERA VEZ QUE ABRACÉ

A

CARLOS ORLANDO PARDO

Dedicado a… 41/2025

De eso hace ya mucho tiempo. Tanto que aquel abrazo al escritor, editor y amante de lo escrito que es el colombiano Carlos Orlando Pardo, abrazo que nació pimpollo, cálido y frutal como su país, fue adquiriendo esa pátina de arraigo que solo lo excelente logra hasta adquirir ese valor incalculable que el paso del tiempo aporta, consolida y templa como al mejor acero.

No lo busqué. Simplemente, como la persona tocada por la fortuna que soy y me reconozco, lo encontré aquella vez en que decidí viajar más allá de dónde se acababan los bordes de mi vieja Europa y comenzaba el Océano. De eso hace tantos años ya que cuesta trabajo pensar que hayamos recorrido tanto y multiplicado el primer abrazo en una ecuación con incógnita siempre por despejar y elevada a la enésima potencia.

Aquel primer abrazo se convirtió en costumbre a lo largo de los años, porque Carlos Orlando Pardo, el maestro, patriarca, escritor y promotor de todas las historias de su patria, es una especie de abrazo universal creador de una saga de sangre y de afectos.

Pasamos por todas las fases necesarias para convertir lo mejor de nosotros en joya de amistad, casi hermanos, o, a lo mejor, más que hermanos, desprendiéndonos de cualquier escoria que pudiera restar valor a nuestro encuentro.

Aquel colombiano, grande de las letras al otro lado del Atlántico, creador cincuenta y tres años atrás de la EDITORIAL PIJAO, y de maneras majestuosas para los suyos que somos todos, ha sido reconocido por los nuestros, a este lado del agua, como lo que es desde siempre: merecedor indubitado del Premio Internacional “Gustavo Adolfo Bécquer” por toda su obra, representada en su novela “LAS OTRAS VIDAS DE MI HERMANA GLORIA”, inquietantemente escrita por Carlos Orlando Pardo, primorosamente publicada por la EDITORIAL SIAL PIGMALIÓN y ya en las librerías de nuestro país dispuesta a introducirnos en el insomnio de lo fantástico.

Como adepta y adicta de ambas editoriales del otro y de este lado, tuve el honor de convertirme en introductora de su galardonada novela, junto con el hermano del autor, Jorge Eliecer Pardo, también escritor conocido y reconocido en Colombia como uno de sus mejores representantes. Para quienes lo duden, no tienen más que leer “Los velos de la memoria”, estremecedora y descarnada crónica publicada en España sobre sufrimiento del pueblo colombiano, de las gentes más llanas del pueblo colombiano, durante sus cincuenta años de conflicto armado.

Después del acto de proclamación y entrega del premio a Carlos Orlando, y en una reunión familiar de las que son habituales entre nosotros desde aquel primer abrazo colombiano, tuve también el gozo de volver a platicar −como dicen ellos− con los hermanos Pardo, y, cómo no, con sus esposas e hijas, de sus vehementes y siempre renovados deseos de conocer mi SierraMáginaBendita, de la que tanto, y durante tantos años, hemos hablado hasta el hartazgo allá, en su IbaguéMágica en pleno eje cafetero.

Volvimos a recordar aquella vez en la que, al ver los linderos de las plantaciones flanqueados por arbolillos de naranjo, “para darle al café aroma de azahar” −me aclararon−, se me ocurrió proponerles probar a cercar aquellos cafetales con olivas jaeneras: “así, de una tacada, saldría el café de vuestros desayunos con sabor a tostadas con aceite de nuestro Jaén” −les aclaré contemplando al mismo tiempo cómo se les hacía la boca agua−.

Y, mientras nos conjurábamos para repetir el hermanamiento de aromas eternos en mi SierraMáginaBendita, con su IbaguéDelAlmaSuya, volvimos a abrazarnos en una tierra con olor a café y vocación de aceite de oliva.

¿Virgen?

Pues… Habrá que escribir sobre ello delante de un buen tinto con tostadas.

La otra noche, terminado el acto de reconocimiento a Carlos Orlando Pardo, inmortalizado por cierto por ese amante de su propia tierra, la Mancha, que es mi queridísimo José Bello, nos fuimos de farra por las calles de Madrid, y volvimos a lo de siempre: El próximo abrazo en SierraMáginaBendita.

Así sea.

 

En CasaChina. En un 20 de Marzo de 2025

 

Presentación en Madrid del libro de Carlos Orlando Pardo "Las otras vidas de mi hermana Gloria", ganador del Premio Internacional "Gustavo Adolfo Bécquer". Grabación realizada por José Bello.


[1] AMOCAFRE: Pequeña herramienta del campo con hoja de hierro en forma de corazón, y mango corto y ganchudo. Se usaba para quitar las malas hierbas de sembrados y huertas, labor que se llamaba amocafrar*. [EXPRESIONARIO DE MÁGINA - Inédito]

[2] MANCERA: esteba, empuñadura de madera en los viejos arados, desde la que gobierna la faena el que va arando. [EXPRESIONARIO DE MÁGINA – Inédito].

 

ÉL ES EL QUE ES

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