(Todo América)
43/2023
Querido y ya viejo amigo de andanzas colombianas: déjame contarte hasta qué punto me hiciste pensar anoche cuando te refería por teléfono nuestro periplo de libros y palabras en ese barrio, al sur de Bogotá, de nombre tan certero como el de “LA URBANIZACIÓN OBRERA 1º DE MAYO”, que ayer celebraba el centenario de su creación. (1923/2023).
Cuando te expliqué que los vecinos nos habían invitado a su celebración, recordaste tú que, 60 años atrás, un profesor de la Universidad Javeriana en la que tú estudiabas introdujo, como especial materia de enseñanza, el llevar a sus estudiantes a ese barrio del que te hablaba, a fin de establecer una campaña de alfabetización entre los hijos de sus habitantes de entonces, quizá tan escasos de recursos como de escuelas. Entre comentario y comentario de los de anoche, surgió, como de pasada, una frase de vuestro presidente actual; algo así como “ustedes le tienen miedo a la gente del pueblo porque no conocen al pueblo”. Eso me hizo recordar otro comentario más de los muchos surgidos en estos días, esta vez al hilo de nuestro proyecto de visitar el barrio del que vengo hablándote: “tengan mucho cuidado; ese lugar puede ser peligroso para ustedes; es 1º de mayo y la gente obrera está muy exaltada en este pobre país nuestro”.
Te cuento que todas esas elucidaciones almacenadas en mi memoria, unido a que desde la planta 9ª de nuestro hotel veía cómo la Calle 26 comenzaba a ser tomada por lo que eran apenas amagos de manifestaciones del Día del Trabajo, se arremolinaban como una vorágine dentro de mí cuando nos dirigíamos a ese “eterno sur desarrapado” en el coche de la embajadora de Nicaragua en Bogotá, mi muy querida y más admirada Milagros Urbina, muñidora de la entrega de libros que nuestra editorial, SIAL PIGMALIÓN, propiciaba.
Cuál no sería mi sorpresa cuando, al llegar al lugar, lo que vi es un pueblecito entrañable, abierto y festivo, del que vuestro presidente dice que es desconocido para quienes comentamos entre nosotros cosas de barrios a los que difícilmente vamos a conocer en vivo y en directo: un alcalde apenas salido de la universidad que acariciaba a sus vecinos con la palabra urgiéndolos a leer; un polideportivo lleno de muchachería en ropa de deporte y de sol; unos “primeros pobladores” del barrio contando sus experiencias, más con las manos envejecidas que con la sonrisa de una boca desdentada; una mujer que se caía de vieja, enhiesta sobre “la alegría de poder ir hasta el centro de Bogotá en el Transmilenio sin mancharse los zapatitos de barro, y no como antes”; unas casitas de ladrillo y adobe que hablan entre sí por las esquinas, y se intercambiaban información sobre el “Primer Alfarero”, que inspirara al poeta a cantar: “Oficio noble y bizarro/ es de todos el primero/ pues en el arte del barro/ Dios fue el primer alfarero/ y el hombre el primer cacharro”.
¡Tanto barro…!
Y un violinista solitario, apenas un adolescente que, aunque pareciera que nadie lo escuchaba, le ponía una dulcísima música de fondo a un discurso de prócer callejero.
Había también un pequeño jardinillo, con matas de geranios algo famélicos, rodeados de una cinta con la leyenda “¡Peligro! No pasar”, sin que se me alcance todavía qué peligro suponen unos geranios cercados por cintas con leyenda.
Y una alambrada, que no era −te lo aseguro− separación con concertinas en lo alto y guardianes en la puerta de salida, sino invitación a entrar en el recinto donde nos esperaban los libros donados por SIAL PIGMALIÓN y la tarta ofrecida por las gentes del barrio; las grandes temidas por quienes no las conocen.
En Bogotá. En un 2 de Mayo de 2023
