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sábado, 14 de julio de 2018

VIVIR EN PAREJA


57/2018
Pinochio en Florencia
(Mi otro yo -Proyecto continuo 2018)

        ¿Hablar? No; no demasiado.
Pensamos que lo que se puede decir con palabras, ya nos lo tenemos dicho a lo largo de todos los años que nos hemos regalado (a veces, regañado). Lo otro, lo esencial, ya sabemos que no se puede decir con palabras.
        Está ahí, en silencio, repasando notas. A veces escribiendo alguna nota que no tengo mucha seguridad que vaya a releer. Otras veces se distrae con sus flores. O con sus sueños.
        De tanto en tanto, levanta los ojos de su tarea, sonríe mansamente, de esa manera suya que tanto nos asemeja ‑¡bendito gesto mudo de mi otro yo!- y vuelve a lo suyo, que tanto se asemeja ya a lo nuestro. 

Podría hablarle


     Podríamos hablarnos

Pero, ¡para qué!; sin duda no sabríamos encontrar las palabras justas donde encerrar tanta gratitud ante el silencio.

        ¿Por qué pienso ahora en conjugar verbos?
        ¡Era! Era una criatura tan hermosa… Era, era, era…Fue, fue, fue…
        Ahora está ahí. ¡Está!, con toda esa carga de “era” y de “fue”.
Ahora, simplemente, está.
       ¡Ah, qué hermosa e inquietante distinción verbal entre el “ser” y el “estar”!

Me gusta que esté.
Preciso que esté.
Agradezco tanto que esté…

¡Estamos!

        ¿Habrá algo más hermoso que este “estar”, aunque en eso de “ser”, ambos no seamos ya sino una maraña de surcos, mejor o peor abiertos en la tierra de promisión a la que llegamos hace ya tanto tiempo…?
  
Está/estamos en esta tierra tan nuestra
en la que nos hemos declarado la paz

¡Estamos!
¡Está, está, está!

        Aunque ya no sea quien fue, sino quien “está”.
Aunque a veces se ausente desde los ojos hacia la nada del ser.
Aunque ya no seamos sino sombras silentes proyectadas sobre la agrietada pared de la vida.
Y yo estoy aquí, y puedo seguir mirando esa cosa que sea que ya no somos sin sentir la soledad del estar sin esa sombra.

        En “CasaChina”. En un 14 de Julio de 2018


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