Cristina Vico Galiano y María Socorro Mármol Brís |
69/2020
(Croniquilla del Viruso Coronado - 44)
¡Lo
que no pueda hacer una mujer…!
Cuando
recuerdo Sierra Mágina de inmediato recuerdo a sus mujeres.
Cuando
pienso en las mujeres de Sierra Mágina, siento que me inunda una
admiración sin límites por un concepto irrenunciable en las mujeres de allí: LA
RECIEDUMBRE, trufada −eso es cierto− de una cierta socarronería única en ellas.
Cuando
hablo de las mujeres
de Sierra Mágina que decidieron quedarse allí, sosteniendo y dando luz a la
España que se vacía, aparece un nombre propio que no podrá borrar el paso del
tiempo, porque esas mujeres son nuestra propia esencia.
Hoy hablo de Cristina Vico Galiano
Una, algo cansada ya de andurrear, vuelve a aquellos
pueblos, y regresa a ellos creyéndose que lleva como equipaje de mano una ahumada
modernidad metropolitana de dudoso aprovechamiento. Sale a las calles, visita
la Plaza del Mercado, enfoca su cámara hacia los lugares que aún conservan su
mismidad, esos que se han salvado de los afanes neocapitalinos con los que
algunos munícipes tratan de convertir lo nuestro en lo de por ahí, y poco a
poco, toma conciencia de que solo el mundo rural puede convertirse en el último
refugio para los pulmones del Planeta. Y que bueno será que lo cuidemos.
Una mira el pilar de la Plaza de Jódar, aquel magnífico
monumento de piedra que alguien arruino a golpe de piqueta, e injerto de
lucecillas de colores tipo casa de mal nombre, o los maquillados pinetes de
Bedmar, de los que ya tengo dicho lo que había que decir, o el río de Bélmez de
la Moraleda, que podía haberse convertido en una gozosa vena abierta, salvada de
tramo en tramo por esos tan inevitables como redentores puentes de Mágina y,
sin embargo, se ha convertido en una oscura corriente subterránea sobre cuya
techumbre se colocan ruidosas mesas de bar de verano…, o el viejo olmo de
Cambil, acosado por los malos humos, o el antiguo molino de Arbuñiel, o las
inquietantes construcciones de Los Basilios de la insólita Mata Bejid hoy
privatizada… tantas y tantas cosas, tantos rincones guardados en la memoria,
ese lugar a donde no llegan los modernos alarifes…, Una mira, recuerda, se
duele y siente que algo se rompe dentro.
Entonces,
cuando se está al borde del desconsuelo y de las lágrimas, basta con afilar la
mirada para verlas a ellas, las mujeres de Sierra Mágina, las que se quedaron en nuestros pueblos dispuestas a
guardarnos la ausencia, y se recupera la esperanza.
Como he adelantado, hoy quiero dedicar un pensamiento
muy especial para una de esas mujeres. Hablo de Cristina Vico Galiano,
alma mater de ADR, esa Asociación que cada día se deja los corvejones por las
cuestas de nuestras calles para que no se nos despueblen nuestros hermosísimos
pueblos y sigan custodiando una cultura singular que solo quienes se quedaron pueden
guardar de verdad.
Y allí, tras de los visillos de papeles de la Asociación,
cavila y trabaja infatigable esa mujer increíble que, además de hacer lo que
nadie piensa que se pueda hacer, no admite un inconveniente como disculpa para esquivar
ningún proyecto que ella huela que puede revertir en beneficio de la comarca y
de sus mujeres. Sobre todo, en beneficio de nuestras mujeres.
De su suave pero inquebrantable tesón, conozco por experiencia
propia. Cada vez que he dicho “esto no sé cómo enfocarlo”, siempre he tenido la
misma respuesta de Cristina:
“Tranquila: ya lo
arreglo yo”
De
cómo nos conocimos ya lo hemos contado ambas, cada una de nosotras a nuestra
manera, aunque convergiendo en la admiración por lo conseguido.
Fue allá por 2016. Llevaba yo más de veinte años
viajando a América, al menos una vez al año, buscando paisajes, personajes para
mis libros, y calor para mis afectos, y con un impulso siempre creciente: el
nombre de Sierra Mágina los labios, como tendré ocasión de contar en otra
ocasión.
Aquel año de 2016 presentaba un poemario mío en
Bedmar, de la mano del GRUPO EDITORIAL SIAL PIGMALIÓN, que tantos sueños míos
hizo realidad, hasta el punto de moverme a llevarla a mi América del alma,
arrastrando a su presidente, Basilio Rodríguez Cañada, a la aventura
americana, propuesta que él acogió con entusiasmo. No cabe duda de que supo
trabajar con la necesaria intensidad para haberse abierto caminos que ninguno
de los dos podíamos sospechar en un inicio.
Amante inveterada de América como me declaro tras
tantos años de idas y venidas, una de mis mayores ilusiones fue la de hacer
conocer a mis colegas y amigos americanos la MAGIA DE SIERRA MÁGINA, y nunca
acababa de encontrar mejor vía que la de no acudir a un solo acto durante esos veinte
años en el que no aludiera a nuestra tierra. De ello dan fe cuantos allí me
conocieron y recibieron.
Por entonces, la editorial, SIAL PIGMALIÓN tuvo el
acierto de crear la colección TERRITORIOS LITERARIOS, cuyo ultimo fin, tras la
declaración de un determinado territorio como capaz de producir y trasmitir arte
en cualquiera de sus formas, y a través de sus gentes, era reunir en un solo
libro las voces y la creatividad de escritores, pintores, fotógrafos,
investigadores, etc., de una y otra orilla del océano, y de distintos
continentes, acotando el espacio en el que trabajar.
El
primero de aquellos libros de la colección fue <CARTAGENA DE INDIAS, Territorio
Literario>. Se lo debía a América.
El
segundo…
Basilio
y yo, aprovechando la presentación de mi poemario <DOLIENDAS> lanzamos la
idea en Bedmar, aquel 2016, y se propuso declarar Sierra Mágina como TERRITORIO
LITERARIO.
Y allí estaba Cristina Vico alerta a
recoger la idea.
Lo siguiente fue una intensa y divertida reunión en
Cambil, en las instalaciones de ADR, con su gerente, José García Vico, para ultimar
detalles y poner los primeros palos del sombrajo. Mi tarea como promotora y coordinadora
fue la de pedir la colaboración de ilustres escritores, así como la de recopilar,
revisar y acomodar los textos que iban llegando, procedentes de los lugares más
insólitos y las firmas más diversas: Guinea, Túnez, Méjico, Argentina…España
entera ¡cómo no!
¡Y
Sierra Mágina! Cuyos autores, de voz genuina y única,
fueron propuestos por
Cristina Vico Galiano como quien no hace nada.
Quien quiera gozar de la excelencia de nuestros
autores, elegidos a propuesta de Cristina, no tiene más que echarle una ojeada
al libro. Magníficos creadores fueron regalándonos esas maneras tan suyas que
solo ellos son capaces de expresar, y que jamás yo había conseguido trasladar en
mis viajes por el mundo hasta que ellos no convergieron en ese libro que fue el
resultado de un trabajo metódico, tenaz, increíble: el que hizo Cristina Vico Galiano sin perder ni un
segundo la sonrisa, la entereza y la serenidad que como marca de fábrica tiene
ella. Esa es su obra:
SIERRA MÁGINA, Territorio Literario
Tras la
publicación del libro, vino todo lo demás: su presentación en la Feria del
Libro de Madrid, de Bogotá y de Cartagena de Indias; en Argentina y en Túnez.
Ello por no hablar del viaje de sus autores a la Feria del Libro de Madrid, las
presentaciones en la Diputación de Jaén, donde ejerció de anfitrión su Presidente, nuestro
paisano Francisco Reyes; en Sevilla, donde, desde Canal Sur TV nos
regaló una hermosa acogida el coautor Jesús Barroso; en los distintos
pueblos de Sierra Mágina, con esa cálida acogida que nos dispensaron alcaldes y
paisanos. Todo lo que nos reconfortó y nos compensó con creces la larga gestación y dedicación al
proyecto.
Tres años han pasado de aquel primer encuentro con Cristina
Vico Galiano, esajoven mujer que todos reconocemos como inmensa, inigualable, e
imprescindible en la no menos inmensa e imprescindible Sierra Mágina. Esa mujer
que, en estos difíciles días de encerramiento, y a pesar de él, ha sido capaz de reunir a todos y cada uno de los concejales, de todos y
cada uno de nuestros pueblos para que hoy, Día del Libro del Año
del Gran Silencio, unan
sus voces enclaustradas en una lectura colectiva de dos obras mías: un soneto, <SER
VOZ EN SIERRA MÁGINA> y un relato: <EL ÚLTIMO MANIJERO>.
Gracias, Mágica Cristina.
Y, ahora, a seguir rescatando voces nuevas y gentes eternas
como nuestros olivos. Las necesitamos.
En CasaChina. En un 23 de Abril de 2020