AY; POBRE QUEMAHUMOS
¡Va por ti, “valiente” quemahumos!
Incapaz de enfrentarte a tus iguales.
Cuesta mucho trabajo imaginar
qué vileza fustiga tus manos incendiarias
que con espantadiza estupidez
afrentan la inocencia de un muñeco
de lana inanimada.
Que el dios de los fogones te cobije
tan pobre bizarría.
Por lo demás, no importa.
Las hacendosas manos que tejieron
su nieve inofensiva
seguirán enganchadas a los hilos
con los que tejen la luz del universo,
ese
que quisieran quemar en carne viva
los cobardes.