(Politicastrerías)
152/2023
Esto va de “al hilo de un suelto periodístico”. ¡Exacto! Ese de ahí arriba.
¿Qué se apuestan que, en cuanto haga públicos los objetos de mi desapego, me ponen de chupa de dómine?
¿Lo digo? ¿No lo digo?
¡Me desapego de la política!
Ya está. Dicho queda.
¿Escuchan?
Que si todo es política, que quién se escaquea de la política no es más que una persona irresponsable, que quien no se compromete no merece esto y lo otro…
Esto viene a ser como aquellos tiempos de los “desafectos al régimen”, pero, en lugar de “sin-derechos”, viene con derecho a escarnio público y notorio, capaz de desarmarle la opinión al más pintado.
Lo que pasa es que una servidora tiene derecho a estar cansada de no poder pensar por libre sin ser condenada al escarnio público. ¡Ni que se hubiera rehabilitado lo de “los profetas de yeso” del quemadero de Tablada para escaldar a fuego lento a librepensadores!
Alguien me toca en el hombro de las vocales y me pregunta a bocajarro: ¿has dicho “lA políticA” o “lO políticO”?
¡AAAAAOOOO! Tiene razón. Esa pregunta me hace reformular mi confesión:
Me desapego de lO políticO. ¡Ya está dicho y revisado!
¡Cómo si usted supiera qué es lO políticO! −escucho zumbar a mi espalda.
¡Vaya si lo sé! −digo para mis adentros−. Consiste en no poder decir en voz alta lo que una siente y lo que se piensa, si no está dictado y bendecido por el imaginario colectivo de unas siglas, e impuesto como consigna por el señorito de turno. Pero… ¡cualquiera lo dice en voz alta!
Esto, en el fondo, va de cascabeles y gatos.
En CasaChina. En un 8 de Noviembre de 2023
