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martes, 4 de julio de 2023

RIESGO DE ESCRIBIDORES

 

(Jaeneando noticias sobre “sirenas”)

 

 

Obligación entre nosotros, los escribidores, es decirnos entre nosotros lo que no se puede ni debiera decirse.

Ser “escribidor/ escribidora” es uno de los mayores riesgos que se puedan correr en esta vida, si tenemos en cuenta que en semejante oficio se utiliza una de las armas más potentes y, al tiempo, más letales que existen: la palabra.

Por eso nuestra primera obligación como cronistas de la vida es la de estar más que leídos/leídas antes de ponernos a jugar con el fuego de poner por escrito cualquier cosa.

Hay palabras que, aplicadas a la mujer, nos dejan, cuando menos, perplejas. Como esa de "sirenas", tan aparentemente elogiosa  como cargada de lisonja dinamitera y ramplona, como es fácil comprobar con una mínima diligencia sensible.

Me explico:

Leo hoy en el DIARIO JAÉN un titular aparentemente inocuo, sin duda puesto ahí por el cronista con su mejor intención, con su mejor querencia inocente y elogiosa hacia esas muchachitas de la foto que la acompaña, y me estremezco. ¿Sabrá el escribidor de la noticia el significado del calificativo “sirena” aplicado a una mujer?

No incurriré yo en el pecado de “cogérmela con papel de fumar” −entre otras razones porque carezco del apéndice a coger− y, además, porque es obligación de cualquiera señalar lo que no debe ser; porque esas nadadoras que, según el suelto del periódico van a Málaga (“Sirenas jienenses en Málaga” −reza el titular−) pudieran encontrarse en la ciudad de destino con otro titular, en este caso en una acreditada revista de la Universidad de Málaga[1], cuyo resumen no deja lugar a dudas, por lo que lo reproduzco tal cual, incluida esa coma que separa sujeto y verbo, aunque incluyendo por mi parte un enfatizado en negrita como llamada de atención sobre la inconveniencia de usar “sirena” para referirse a mujeres:

Resumen

La uniformidad de la iconografía de la Sirena en los ejemplos que ilustraron los libros de emblemas hispanos, deriva de la rica tradición clásica y sobre todo medieval que ha llegado hasta nosotros gracias a los múltiples comentarios que su rareza cons­titutiva ha originado. La simbiosis entre animal y ser humano, en este caso la mujer, y los consiguientes significados peyorativos que de continuo la han acompañado, se han constituido desde siempre en un foco de atención para todas las culturas que han par­ticipado de su rica tradición.

Abundan −y cuando digo “abundan” es que ABUNDAN, y si no me creen no tienen más que echar un vistazo al WIKIDICCIONARIO[2]− en la literatura universal las suficientes referencias a la asociación perversa entre “sirena” y “mujer” como para eximirme de mayores peroratas. Solo añadiré lo que decía al inicio:

Ser “escribidor/ escribidora” es uno de los mayores riesgos que se puedan correr en esta vida, si tenemos en cuenta que en semejante oficio se utiliza una de las armas más potentes y, al tiempo, más letales que existen: la palabra. 

Esto lo aprendí de aquel maestro mío que, en una de mis primeras incursiones en lo de escribir,  me indicó una metedura de pata semejante, o, quizá, más grave aún que la de mi cronista jaenero.

Lo cual me lleva a concluir que jugar con palabras sin saber por dónde queman es como jugar con fuego: podemos quemarnos. Pero, sobre todo, podemos incendiar franjas ajenas allí donde más sensible es el terreno.

¿O no?

En "CasaChina". En un 4 de Julio de 2023

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