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sábado, 28 de agosto de 2021

DE RIGIDECES RAMPLONAS y RÍGIDOS IRREDENTOS

(Fascismos y fascistoides I)

        ¡Fascista! −escucho que aúlla con esa voz viejuna e inapelable de “a las barricadas[1]”, tan propia de quienes, a falta una sana complejidad de ideas, elaboradas durante el recurso de hincar codos y a través de una leal escucha activa, abundan ellos en frasecillas manidas sobre intocables libertades propias y merecidos agravios de baratillo ajenos, espurreados a voleo. Ese lenguaje que da fe de un prematuro abandono en el sublime esfuerzo del aprendizaje reflexivo, que tuvieron tan a su alcance, y cuya deserción, como era de esperar, derivó hacia su entrega incondicional al facilón deporte de disparar sambenitos y zafiedades desde las propias barricadas del resentimiento y de la eterna sospecha contra quienes no comulgan con el cerrilismo panfletario.

        Así, como quien no quiere la cosa, y poniendo cara de puro embeleso de adoración nocturna, que es el único alegato que atienden y entienden estas gentes de natural malicioso e insultón, tras buscar de prestado mi mejor gesto de capitulación canina, que es también la única forma de entrarles a estos “cancilleres” patibularios, le pregunto: “¿qué es eso de ser fascista?”.

        −¿Que qué es ser fascista? (Tengo la certeza de que está ganando tiempo). Pues ser fascista es eso mismo, ¡cojones!

        −Si no me aclaras qué es “eso mismo” sin necesidad de adminículos…

       −¡Cagoentó! Pues eso mismo es eso mismo: ir por ahí dándoselas de finolis y sabihondo, con la vista puesta, como siempre, en joder al pueblo llano. ¡Coño! Como si un buen taco, a tiempo o a destiempo, no fuera mucho más competente en nuestra lucha de clases que esas finolerías de puto club de golf y de puto traje al corte.

       No voy a decirle que me rechina lo de la tan manoseada “lucha de clases” con la que se pretende de manera trasnochada elevar la ordinariez a la categoría de santo y seña de elegidos y señalados por el dedo de la impudicia; ni voy a dar a entender que se sabe que, a escondidas, y desde poco después que consiguiera como consiguió el ansiado nombramiento (y el cambio se “salario” por “emolumentos”), se está enseñando tres días en semana, con un instructor particular, en lo de los palos de golf, y hasta tiene apalabrado por cuatro cuartos y un puñado de promesas entreveradas de bravatas a un caddie de lujo, a quien, el primer día, estuvo a punto de mandar al paredón de la oficina de empleo por proveerle solamente del guante de la mano derecha; (“¿qué te has creído? −lo arrinconó cerca del primer dogleg, apuntándole a la mandíbula con el driver− ¿…qué sólo los ricos por casa tienen derecho a dos guantes?”). Ni voy a insinuar siquiera que son ya muchos los que sin disimulos se cachondean de que se haya encargado un traje al corte en el mejor sastre del distrito, tras amenazarlo con las llamas del infierno y vituperarlo por esos nuevos mentideros a los que ha accedido recientemente, por sugerirle que el traje se lo hiciera de lana fría. “¡Lana en pleno verano, por muy fría que sea! ¡Si será cateto y donnadie ese sastre que me recomendasteis!”.

        A lo que sí que me atrevo es a oponer un medroso “…yo prefiero no tener que soltar un taco, cuando existen interjecciones igual de eficaces”.

    −¡Interjecciones! ¡Mira tú qué remilgos! Ya te salió lo que llevas dentro. ¡Interjecciones! ¿Eficaces? ¡Una mierda! Donde se ponga el lenguaje del pueblo, que se quiten las mariconadas.

            −A ver: lo de mariconadas…
        −¡Mariconadas! Yo no me desdigo nunca cuando llevo razón, que la llevo siempre. Mariconadas propias de fascistas hijos de puta.

        −Si nos ponemos así yo prefiero…

        −¡Lo que tú prefieras a mí me la suda! −se desafuera, sin permitirme terminar la frase.

        −…¡callarme! −consigo trastabillar.

        −¡Ajá! Por fin comienzas a enseñar la patita. No, si ya sabía yo que tú, con tus crianzas señoriles, eras quien eras y renqueabas hacia el fascismo inventado por Franco.

        −¿”Inventado” por quién? −amago mi desconcierto, sin saber si admirarme o echarme a reír a mandíbula batiente.

        −¡Por quién va a ser! Por el muy “joeputa” de Franco.

        Como tengo por costumbre en semejantes lances y ante semejantes rucios, emprendo una cauta retirada hacia el silencio. Eso que yo llamo ponerme en “función caracol”.

        ¡Para qué voy a perder mi preciosísimo y escasísimo tiempo en enseñar al que no sabe, por muy evangélico que sea, sobre lo que fue el fascismo! Criaturas así ya tienen tan enraizadas sus propias ideas que vale más abandonar el campo.

        Lo que sí voy a hacer es enviarle un enlace en condiciones. Eso sí: con una dedicatoria de doble fondo, –“a quien tanto sabe; con admiración…”−, que empique en su lectura a semejante figura, tan irredenta como cerrilmente segura de sí misma: ¿Qué es el fascismo? | ctxt.es

 En CasaChina. En un 28 de Agosto de 2021



[1] A LAS BARRICADAS: viejo himno anarcosindicalista

LA PRESUNCIÓN DE INDECENCIA

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