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lunes, 27 de abril de 2020

BODAS DE ORO



 3/2020
(Croniquilla del Viruso Coronado – 48)
−Cordia XIII−
Dedicada a Juan José Pozo.
Que propuso el tema del título.

−¡Oigaaaa…!
        −¡Digaaaa…!
        −¿Con quién hablo?
        −Conmigo. ¿Y yo?
        −Yo soy Misericordia Calleja Benítez. ¿Y usted?
        −¿A dónde está llamando usted?
        −Oiga ¿usted es de verdad, o es una máquina?
        −Más o menos, una máquina de fabricar “digas”; así que dígame usted lo que desea o paro la cadena de producción y montaje.
        −¿No estará usted melindrosa verdad? (Ulio, ¿tú estás escuchando? Espera que suba el volumen del manos libres. ¿Me estará tomando el pelo?).
        −Nena, tapa el aparato o quien quiera que sea te va a escuchar.
        −Pues eso es lo que yo quiero; que me escuche. Y, hablando de escuchar: tú, bajate al patio que ésta es una conversación privada.
*   *
        −¡Oigaaaa!
        −Oído. Me diga.
        −Espérese usted una chispa a ver si este hombre mío nos deja hablar tranquilas y en condiciones. −Ulio: ¿quieres hacerme el santo favor de bajarte al patio? Y échale una ojeada al corral, a ver si alguna de las dos gallinas ha puesto.
        −Lo que tu mandes, Cordia.
La autora en su corralito
        −¡Ah, pero tienen ustedes corral?
        −Si, hija. Pero un corral de na’. Con dos gallinillas pitirras nada más, la Pita y la Kica; y un gallo, el Nano, que me pienso yo que ya no está para la monta; porque el año pasado, cuando la Pita se me puso llueca, como tenía yo más de una docena de huevos guardada, le eché una parva en el cebero, con su pajón y todo. Pero no salió ni un pollillo. Y eso que la Pita se puso a lo suyo, que ya sabrá usted lo buenas madres que son las pitirras, y se pasó empollando más de los días de rigor. Echando cuentas, estuvo veinticuatro días allí amagada antes de saltarse la cuarentena por su cuenta y abandonar el nido. Entonces, cuando vi a la Pita escarbando en la mierda del corral −…oigaaa ¿está usted ahí?
          −Firme y a la orden como un soldado de retén.
−…pues lo que le estaba diciendo; que entonces, viendo que la Pita no regresaba al enhuere, bajé yo al corral, eché mano a los huevos, los agité una miaja, y ¡nada! Todos hueros, cosa que la gallina ya habría supuesto según las maneras que tenía de sacudirse del sitio. Para qué voy a contarle de cómo me rompí yo la cabeza pensando en cómo deshacerme de los huevos sin armar un pestazo en todo el vecindario. Porque ya sabrá usted cómo apestan los huevos podridos; el sulfídrico que le llama mi Ulio. A Dios gracias que por entonces no había llegado todavía el covid y pude salir a tirarlos bien lejos.
−(…)
−¡Pues qué va a ser el covid! Lo del viruso este que no nos deja salir al escalón, y nos mantiene chapados como a bandidos de a veinte años y un día.
−(...)
−¡Ah, bueno! ¿Qué viene su supervisora? Tranquila. Alce usted la voz y volvamos a la conversación de sustancia… ¿Qué si estoy llamando a la librería del centro comercial?
−Eso mismo. ¿Qué se le ofrece?
−Pues verá usted es que el jueves está ahí mismo y... Bueno, tengo que decirle que a mí los jueves es que me sacan de mis casillas; pero hija mía, si quiero llegar al viernes no me queda otra que atravesar por el jueves…
−Pero hoy es lunes.
−¡Que me va a contar usted a mí! Si últimamente los lunes me levanto tullecida de tanto no hacer nada.
−Disculpe un momento, que voy a hacer como que miro papeles. ¿Dice usted que se levanta entumecida? Pues haga usted algo.
−Es lo que yo digo; que algo habrá que hacer antes de que, por culpa de quien sea, nos sequemos como una almorzá de higos en lo alto de un pasero. O se nos seque la lengua de tanto tenerla en holganza; que es lo que yo digo, que con alguien tendrá que desahogarse una…
−¿Y tiene usted a quién decírselo? Se lo pregunto porque como le noto yo esas ganas de hablar…
Entrada a la FILBO (Bogotá)
−¡Faltaría más! Pues claro que tengo. Tengo a mi Ulio; un marido veterano que es de lo que yo quería hablar cuando hemos comenzado esta conversación, y antes de que usted empezara a interrumpirme.
−Usted perdone; pero es que como yo no tengo.
−¿Qué usted no tiene? ¿Y a qué espera usted, criatura?
−Pues a ver si pasa todo esto. Y dígame: ¿ustedes están casados por lo legal o por lo de hecho?
−Mira, hija, −y perdona el tuteo− sin ofender. Nosotros, somos legales hasta para comernos la sopa enfilando la cuchara desde la punta y no de medio lado como hacen los sospechosos de carencia de maneras.
−No, si por la voz de usted, a mí me parecía que ustedes debían ser de los de las maneras de Franco.
−¡Anda ésta! Como todos los de entonces. Los unos, porque así lo sentían; los otros, por no sentir los ojos de los unos en su nuca; y casi todos, porque, mejor o peor, vivían de ello. Allí no se escapaba nadie de alzar la mano y cantar el cara al sol en cuanto sonaba el primer pito dando la entrada.
−Pues mi padre, no.
−¿No?
−No señora. Mi padre fue de la resistencia.
−¿Sí? ¿Y dónde trabajaba?
−Era abogado en la CNS[1].
−¿Eso no era la Organización Sindical Española? ¡Ay! Eso sí que era de mis tiempos.
−Sí señora. El Sindicato Vertical que le decían.
−Entonces ¿cómo me vienes con el cuento de que tu padre era de la resistencia?
−Pues porque era un infiltrado, que se les decía entonces, de los de Comisiones Obreras, que eran los que pusieron allí los del partido, metidos de topos.
−¡Hay que ver de lo que viene una a enterarse más de cuarenta años después. Y no me digas que los de la UGT también…
−No señora. Esos, según mi padre, iban por libres.
−¡Ah! ¿Y cómo dices que podría yo homenajear a mi Ulio?
−¿Su Ulio es también de los de la resistencia?
−Bueno, los dos vamos resistiendo como podemos, sin acabar de decantarnos por nadie, que vienen a ser los mismos. Porque, tú parate a escucharlos. ¿A que todos tienen la misma cantinela de andaquetuses? Pues algo harán bien unos y otros. ¿O no? Pero lo que yo quería era regalarle a  mi Ulio algún libro para el jueves, que hacemos los cincuenta años de casados, y, según estoy, no se me viene a mí a la cabeza otro título que el del Apocalipsis.
Pues verá usted, doña Misericordia: el apocalipsis, aparte de que se me hace a mí un poco inconveniente para estos tiempos, no lo vendemos por separado. Tiene usted que llevarse el lote entero.
−¡La biblia en pasta[2]!
Novela recomendada para estos tiempos

−Eso es. Nos encarga usted la Biblia, y por el mismo precio tiene dos testamentos, más una colección coloreada de mapas del Oriente Antiguo y de los Santos Lugares. Vaya: tres en uno.
−¿Dice usted que trae un bote de “tres en uno[3]” de regalo? Ese mismo aceite de lubricar es el que yo gasto para mi máquina de coser. No está mal, si no fuera porque mi Ulio es una miaja descreído. Y como tampoco es cosa de regalarle el otro libro que me ronda en la cabeza, LA METAMORFOSIS de Kafka, con lo aprensivo que es él en lo que a cucarachas concierne, pues he pensado que quizá usted pudiera aconsejarme alguna lectura apropiada de lo que tengan por la librería.
−¿Y qué es lo que él gusta de leer?

−Pues, que yo sepa, se mueve entre EL COYOTE, de José Mallorquí Figuerola, que ni un número de la colección le falta, y EL QUIJOTE, el de verdad; no el de Avellaneda, que lo tiene en la mesilla de noche como si fuera un misal.
−¡Jesús! No me lo pone usted fácil, no… Pero, si me permite hacerle alguna pregunta…
−Usted pregunte, que yo calibraré lo que deba responderle. Y espero que no se ofenda por haberme extralimitado antes quitándole el "usted".
−Por eso no se preocupe. Que hoy en día lo del tratamiento dicen que es cosa de fascistas y de gente explotadora; cosa que a mí me sorprende, teniendo en cuenta que quienes principiaron con lo del “tú” fueron los apóstoles, los falangistas y los moros. Pero, los que saben, saben. Lo que yo quería saber es si su marido y usted se llevan o no se llevan.
−Ya me contará usted después de cincuenta años en el tajo. Claro que, con esto del encierro, se nos están aflorando algunas maneras que teníamos arrinconadas y nos estamos volviendo algo ariscos entre nosotros. Pero, vaya: lo que es querernos, nos queremos como de novios.
−¡Pues no se hable más! Tengo yo por aquí una novela… ¿Dónde la puse? ¡Ah, sí! En la estantería de lo romántico.
−¿Y como dice usted que se titula?
−En italiano “LOS DESPOSADOS. Historia milanesa del Siglo XVII. La escribió un tal Alejandro Manzoni. pero traducido al español, se llama <LOS NOVIOS>. Mire usted qué casualidad.
−¿Y usted cree…?
−Yo creo.
−¿Cree que sí?
−Seguro.
−¿Y puede usted decirme de qué va el argumento?
−¡Como no! Va de una pareja de novios, Renzo y Lucía, de oficio sus labores del campo, que tienen que vérselas con el señor del lugar. Y entonces el señor, que se llamaba don Rodrigo, se encapricha con Lucía, y monta un cirio para separarla de su Renzo, hasta que consigue separarlos. Pero ellos se emperran en seguir juntos, y después de que las criaturas se las ven y se las desean, acaban encontrándose en mitad de una peste que casi acaba con los habitantes de la Lombardía del Siglo XVII, y se casan.
−Entonces, a pesar de la epidemia, el asunto acaba bien ¿No es así? Y se supone que, después de todo lo pasado, acabarían celebrando las bodas de oro como mi Ulio y yo.
−Pues se supone, doña Misericordia. Porque ni le voy a contar la emoción que le ponen a lo suyo según van contando.
 
−Ay, hija mía. Ni que fuera un augurio. Que dios te lo pague. Envuelve ese libro en el mejor papel que tengas y mándamelo con un propio antes del jueves. Y permíteme que te tutee de nuevo y te desee que puedas encontrar tú otro Ulio como el mío.

Visionaria en CasaChina. en un 27 de Abril de 2020


[1] CNS. https://es.wikipedia.org/wiki/Sindicato_Vertical
[2] LA BIBLIA EN PASTA: Título/ expresión humorística de la película del mismo nombre, dirigida por Manuel Sumer en 1984 sobre distintos pasajes del Antiguo Testamento.
[3] TRES EN UNO: marca de aceite multiusos usado para aflojar bisagras, máquinas de coser, o quitar la herrumbre en herramientas y hierros.

LA PRESUNCIÓN DE INDECENCIA

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