VA DE...Batiburrillo literario

lunes, 22 de abril de 2024

FRAN MIRANDA: El mago

54/2024

(Periodiqueando)

 

       La erudición es directamente proporcional a la edad bien empleada e inversamente proporcional al desprecio por lo desconocido, sea pasado, presente o futuro.

       Lo digo porque FRAN MIRANDA es uno de esos eruditos de las cosas de su edad, capaz de azuzarnos a los que ya estamos de vuelta para que nos “iniciemos” en las claves que nos ofrecen los de ahora sin renunciar a lo de nuestra era: leer, leer, leer…

       Hoy, Fran Miranda me ha puesto el reloj en retroceso. Verán por qué digo esto.

       Soy de un tiempo en el que los dineros y las cosas escasearon tanto en este país que los pocos dineros que llegaban teníamos que emplearlos con tiento en lo poco que había, y a las cosas había darle usos múltiples.

       Como, por ejemplo, al periódico. Yo recuerdo (apenas recuerdo) cómo, una vez leído, −y mutilado con esmero, recortando y retirando lo singular y desechando la farfolla− mi padre iba troceando las hojas en cuatro rectángulos iguales que, a falta de papel higiénico menos rasposo que El Elefante, los colgaba en el cuarto de baño de un alambre grueso doblado en forma de gancho sujeto de una armellilla junto a la taza del váter.

       Y recuerdo también que un día muy caluroso de 1955 mi padre salió del cuarto de baño con gesto de desasosiego. Algo que no debía perderse había llegado al colgadero. Llevaba en la mano cuatro de aquellos pedazos de periódico multiuso, que acomodó encima de otra hoja arrancada del periódico del día, ya leído, pero aún por cuartear, para que le sirviera de bastidor por debajo. Por encima puso una funda de papel de celofán trasparente de las que se compraban por pliegos en la droguería de don Lorenzo del Río para forrar los libros más delicados, y se puso a manipular todo hasta que recompuso como Dios le dio a entender aquella página de periódico redimida por obra y gracia de una segunda lectura menesterosa de su triste último destino. En aquella página a punto de fenecer se daba cuenta del fallecimiento de un tal don Antonio Alcalá Venceslada, del que mi padre era seguidor emocionado como ahora parece que lo es Fran Miranda de otros magos de la palabra escrita.

       “Que no se te olvide este nombre; es un mago de las palabras” −me dijo mi padre, apuntando un dedo sobre el titular del fallecimiento, mientras que con los ojos buscaba en un estante de su librería el libro de Cuentos de Maricastaña, del que solía leernos a mis hermanas y a mí algunas noches. Cuando lo localizó, lo bajó hasta su mesa de abogado, colocó en su interior la necrológica rescatada del váter en el último momento, y le deseó buen tránsito: “Descansa en paz, maestro”.

       No se me olvidó. Y no por mi buena memoria, sino porque mi padre siguió leyéndome los Cuentos de Maricastaña desde aquel 1955 hasta el segundo mes del año 1959, en que también él decidió morirse, y hacer el camino de vuelta que todos tenemos que recorrer. (Descansa en paz, padre. Hasta más ver).

       Y porque el Grupo Escolar “Alcalá Venceslada” de Jaén fue mi primer destino como Maestra Nacional, en el barrio Belén de Jaén, allá por 1963, antes de acabar con mis huesos dentro de una toga de abogada. (Como él). O con la boca llena de palabras, como el otro Él.

       Y porque, como escritora que ama hasta la obsesión la manera de hablarse que tienen las gentes de mi tierra, en cuanto tuve ahorradas unas pesetillas, me compré a plazos el Vocabulario andaluz, de don Antonio, con ese regocijo que da el poder tener entre los habitantes de mi librería casi tantos libros como los que tuvo mi padre. Incluidos los de Harry Potter, esos con los que Fran Miranda juega a las prendas.

       ¡Si es que estos sabios que salen en los periódicos…! Yo no me lo perdería. A lo mejor también a ustedes se les despiertan los duendes de todos los tiempos.

 

En CasaChina. En un 22 de Abril de 2024

No hay comentarios:

Publicar un comentario

CARTA ABIERTA A MIGUEL FERNÁNDEZ PALACIOS GORDÓN

  (Periodiqueando adherencias)     Querido Miguel: (y permíteme que, a falta de conocencia propia, eche mano de ese “querido”, form...