47/2018
¡Felicidades,
Gloria!
Ayer fue el estupor.
Nunca resulta fácil
enfrentarse a la muerte de los que amamos.
De lo que amamos…
Y menos si ese alguien se muere de repente,
sin previo aviso, acarreando en sus alforjas más carga de futuro que de pasado.
O si ese algo intensamente amado
es un eterno “si-es/ no-es” en nebulosa en la que no acaba de escampar.
A partir de mañana sé
que serán los duelos; aunque ya sé que cualquier
duelo no podrá ser sino breve por falta de tiempo.
Entre ayer y mañana,
me encuentro con este HOY con el que me cuesta tantísimo trabajo saber qué
hacer.
Será porque al día
siguiente de cualquier cosa perdida, se siente la tentación de pararse a mirar
el resultado devastador de la pérdida en lugar de seguir viviendo las nuevas
cosas que se nos ofrecen, sin percibir que las ofertas de la vida tienen plazo
de caducidad…que nunca volverán a ser las mismas, y que las añoranzas de lo que
ya no es no deja de ser la manera más inútil de malbaratar la irreversible
sazón del tiempo que nos queda.
Me cuesta muchísimo trabajo
sacudirme la inercia a volver los ojos al ayer, tan lleno de llanto contenido hasta
que pude llorar a solas -siempre a solas- al fondo de una Iglesia sin recuerdos;
o resistirme a esta malquerencia a preguntarme un “cómo-podré-vivir-mañana” que
tan desarmada suele dejarme, aunque siga amando la vida y no tenga ninguna
seguridad sobre la existencia de ese temido “mañana”.
El esfuerzo es
infinito, pero mi aprendizaje en saber cómo comenzar de nuevo es ya largo; de manera que,
con cierta indecisión, desenvuelvo el HOY saltando de la cama que me retiene y
me pongo a buscarle una buena razón a este HOY que amanece frío en Madrid a
pesar del verano.
Ahí está este HOY: tan lleno
de una cosa por la que vivir unas horas más la verticalidad.
Aunque sea una única
cosa: felicitar a esa amiga -mítica desmitificadora de sí misma- que cumple
años; y que ayer me invitaba a celebrarlo juntas. (Y pronuncio “celebrar”
porque hasta el dolor, por lacerante que sea, -y lo es- debe celebrarse, si aún
se puede seguir teniendo conciencia vital de sentirlo).
¡Felicidades, amiga!
Volveremos a la
vendimia, porque hay nuevas manos que llenen las nuestras de dulces uvas
maduras.
¿No se te hace raro pensar
en que lo de poder seguir cumpliendo años junto a nuevos “álguienes” que aún
nos esperan (y casi nos necesitan) es un verdadero privilegio?
En “CasaChina”.
En un 1 de Julio de 2018