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domingo, 12 de noviembre de 2023

¿SOMOS TODOS TERRORISTAS?

De cuando me da por recordar

 

141/2023 - JaeneandoNoviembre

    No hay mayor terrorismo que el de quienes creen en sus ideas como si fueran el único DiosVerdadero que, ante la menor duda, hay que dárselo a beber a cucharones a los impíos como se daba antes el aceite de ricino en las plazas públicas para asearles las tripas a los sospechosos de desafección.

    A mí, que tantísimo miedo me metieron hacia Dios a golpe de Ripalda, los dioses que más me asustan son los de las siglas de los partidos político, esas que prosperan en cavernas subterráneas, crecen como hongos, revientan como “pedos de lobo”, y se extinguen como conejos con mixomatosis en cuanto deja de llover dentro de sus bolsillos.

    Lo que yo diga que hay que ser muy valientes para apuntarse hoy en día a un partido político de “nueva planta”. Es algo así como lo de los contratos fijos discontinuos: dan para ir tirando, pero no sacan de pobre.

    Hablando de eso: recuerdo una vez, cuando todavía tenía edad para ser valiente −que viene a ser algo así como tener licencia para matar y exhibirla con petulancia y correaje a la mínima de cambio− yo me apunté a un partido político de esos que tienen asegurada la derrota antes de que el cornetín de órdenes ataque las primeras notas de La Marcha de Fusileros, (cuya letra, por cierto, no tiene desperdicio a la hora de incitar a partirnos la cara los unos a los otros).

    Volviendo a lo de mi primer y único partido político, debo de reconocer que éramos cuatro gatos, rodeados de tres o cuatro pelagatos, capitaneados por nuestro particular gato-con-botas: Joaquín Satrústegui,  que más parecía un auténtico marqués de Carabás que un político en funciones.

    Como en aquella manada gatuna, sin llegar a epulones, todos teníamos nuestro propio medio para llenar estómagos, y nuestro particular impedimenta cultural, −adquirida, por cierto, gracias a no estar apuntados en las listas de sospechosos− no le poníamos mayor atención a lo de los dineros ni sentíamos la necesidad que hacer alarde de camisas de marca con la que tapar carencias; así que, aunque no pueda creerse, nosotros nos creíamos lo del progresismo de la Alianza Liberal, −que así se inscribió nuestro felino partido−. Y hasta sacamos un senador, Satrústegui, del trío de “Senadores para la Democracia”.

    La cosa −desde la legalización en 1977 a su extinción en 1978− no duró ni un año, tiempo suficiente como para aprender y comprender que, en el fondo, todos llevamos dentro un doctrinario al que apretarle las bridas si no queremos que se nos vaya de caña y acabe tirándonos al charco.

    Quiero decir que, cuando nos instalamos en una idea, por muy buena que parezca, hay que tener mucho cuidado de que no se convierta en idea-con-apellido. Vamos, en idea-fija. Eso lo aprendí de Joaquín Satrústegui aquella tarde en la que, tomando un "oporto" recién traído desde Villa Giralda, en Estoril, hasta su casa de Fernández de la Hoz, esquina con Bretón de los Herreros, nuestro particular Marqués de Carabás nos soltó a quemarropa: “si un eventual interlocutor ha sustituido las ideas por creencias, no debiéramos acorralarlo con nuestras ideas propias, porque nos exponemos a fabricar un terrorista”.

    “Los terroristas nacen, no se hacen” −aventuré yo en plan petulantuelo y jovenzano de bisoña treintañera, lo que mereció mi primera gran lección de aquel maestro, árbitro de elegancias y de cautelas: No lo creas, querida. En mayor o menor medida, terroristas somos todos, cuando llamamos a matar y morir por cualquier creencia en lugar de pararnos a escuchar y a evaluar las ideas opuestas. Cada vez que deslegitimamos al contrario en un cuerpo a cuerpo personal, estamos fabricando terroristas. ¿Te das cuenta de lo pobres que seríamos si se instauraran las ideas como moneda de curso legal?

    Desde entonces no hago otra cosa que tratar de hacerme rica. Rica en ideas, claro está. Tanto me da que lo que guardo en la caja fuerte del cerebro o traslado al monedero sean billetes de valor máximo o calderilla. El caso es tener siempre dinero de bolsillo para intercambiar con mis interlocutores.

 

En CasaChina. En un 12 de Noviembre de 2023

CARTA ABIERTA A MIGUEL FERNÁNDEZ PALACIOS GORDÓN

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