21/2020
(Croniquilla en verso del Viruso Coronado)
Desplegad mis papeles con mesura.
Buscad entre las líneas del cuaderno
que hay sobre la mesa
y tiene en la cubierta un
dos-mil-veinte.
Cuidad de no tirar a la basura
ese papel de estraza emborronado
donde anoté anteayer un nombre propio.
Os lo advierto:
Por si por fin me fuera
−que he de irme
más antes que después…−
…pero si ahora
precisamente ahora
−hora de reclusión y de cristales−
velara mi andadura entre cortinas,
quiero esconder un beso sobrescrito
en el interlineado pasional
de un póstumo recuerdo.
Cuando hagan recuento de mis cosas
alguien encontrará
mi último beso
tan tierno como aquel de La Alameda
de hace sesenta años.
Por cierto, que los otros,
los que desparramé cual indulgencias
plenarias,
redentoras,
callejeras,
impías,
desmedidas…
los besos entregados en lo oscuro
como un agua bendita espurreada
por el irreverente hisopo de mis
labios,
tan hechos a decir sin miramientos,
ya no me pertenecen.