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sábado, 5 de septiembre de 2020

PANKEIO: EL PASTOR DE LUMBRES

 105/2020
(Fábulas de Aznaiteia)

Solo unos pocos iniciados ven más allá de las fronteras de lo lógico.                                    Ellos son los magos.

          Curiosamente, ese año, cuando todos esperaban que aquellas minúsculas fogatas que comenzaban a despuntar aquí y allá en mitad de la noche, dispersas a lo largo y ancho por el Valle de los Lloros, acabaran juntándose entre ellas, hasta consumar el gran incendio que los más viejos venían vaticinando desde siglos atrás, los lugareños de la Aldea del Remonte escucharon silbar al pastor, y alcanzaron a ver, sin asombrarse demasiado, cómo las lumbres se organizaban y se ordenaban, como si fueran un gran rebaño, bien enseñado y sumiso, que emprendía el camino, barbecho alante, engullendo, voraz a su paso, los desperdicios que las hoces de la siega habían abandonado sobre lo llano de las hazas amarillas.

         Entre silbos expirados y chifle de dulzaina, el pastor guiaba a sus lumbres con precisión de flautista de Hamelin. 

        Hubo quienes, conservando todavía un tímpano sin malograr, alcanzaron a oír hasta el rechinar de los dientes de las lumbres segando la ponzoña.

         −¿No habíamos prohibido la quema de rastrojos? −se enfurruñó el alcalde desde el otero más esquinado del Remonte.

         −Sí señor −respondió el municipal− pero ya no quedan rastrojos que quemar en mitad de tantísimo barbecho.

−No vas a negarme a mí lo que están viendo mis ojos.

−No señor; Dios me libre. Yo estoy aquí para servirle a usted. Lo que le digo es que ese pastor que usted conjetura, y al que quisiera enchironar para acallarle su dulzaina, tal parece que sabe manejar y persuadir a su hato sin necesidad de soliviantos. Creame usted si le digo que, a la larga, por donde pasa va dejando más beneficio que perjuicio. Y si no, mire usted lo ordenadicas que lleva sus lumbres, avanzando a tajo, guardando siempre las distancias entre ellas y alimentándose de las basuras desdeñadas durante la siega. Y es que, ya se sabe: donde haya un pastor de lumbres con oficio, que se quiten los bomberos voluntarios.

−Pero la ley es la ley.

−Si usted lo dice…

*   *   *

Nadie cayó en la cuenta de que, al año siguiente, tras el parejo paso estival de El Pastor de Lumbres, la Aldea del Remonte no recibió la visita de la ponzoña.

Entonces comenzaron a olvidarse de Panakeio, que así se llamaba aquel pastor de lumbres, y volvieron a pensar otra vez en lo rentable de la siega, aunque luego, año tras año, fuera apelotonándose el peligro reseco de los rastrojos por quemar.

 En CasaChina. En un 5 de Septiembre de 2020

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