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viernes, 2 de septiembre de 2022

¿DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO?

 

104/2022

(Inicio del libro <Méndez Núñez, 7>)

¿Qué es esto?

¿Un poemario?

Sí. Pero algo más: se trata de un poemario con historias.

Entonces, ¿de lo que se trata es de un libro de relatos?

Algo así, pero mucho más: se trata de un viejo poemario que reclama mayor explicación.

¿Explicación?

Eso es: puedo afirmar sin temor a equivocarme que esta es la Historia Universal de una niña de los años 50, en un Pueblo de los de los años del hambre, aunque, según vayan avanzando, bien pudieran encontrar aquí su propia historia; las mismas historias de tránsito desde la infancia a la adolescencia dentro en cualquier casa de cualquier pueblo, en cualquier calle del mundo donde una nena sienta que el mundo entero se encuentra resumido allí, en su casa.

 Lo que pasó en aquella casa de Méndez Núñez, 7, y en su entorno, sucedió −quizá sigue sucediendo− en cada infancia:

o  Todo por descubrir

o  La fascinación de lo inédito

o  Los terrores nocturnos

o  Un patio (de casa o de recreo)

o  Los sigilosos acosos escolares

o  Los abusos velados de algún adulto lascivo

o  El descubrimiento inicial y distante del sexo contrario

o  Los juguetes

o  El primer confesionario

o  El último cura

o  La madre

o  Y el padre que se fue sin dar lugar a un último abrazo, talando aquella infancia irredenta.

 

Cuando Rainer Maria Rilke dijo aquello de que «la verdadera patria… es la infancia» acertó de pleno.

Tengo para mí, sin embargo, que se calló para sí lo más importante, que yo me atrevo a añadir ahora:

Cuando una herida precoz nos expatria de la infancia, la vida se convierte en un eterno deseo de regreso, un merodeo por los callejones de la patria perdida, cuyo escozor se amortigua escribiéndonos tal como nos recordamos: en prosa, en verso o en ambas cosas.

Pero escribiéndonos.

Aunque no fuéramos así, como decimos

 

SI ES QUE ESCRIBO

52/2022

Una urdimbre de antojos amarillos me envuelve a cada paso

que doy entre dos párrafos de un libro

aún por escribir.

Transito en los abrojos del teclado

y me escuecen las uñas.

Y el aliento me escuece confinado entre silencios laxos y tardíos.

Quizá un punto y aparte en este nombre

ayude a aligerar tanta congoja.

No está bien dejar a los lectores anegados en lágrimas.

¿Y esta coma?

¿Cuándo llegó esta coma tras el verbo que hablaba de los pájaros?

¿Qué pinta aquí esa coma que me aflige

como una secesión en carne viva, casi recién sajada?

¡Ah, esto de escribir!

Digo lo de escribir cualquier simpleza sin demasiada maña.

Sin ponerle la debida atención a lo que digo.

Sin tiento entre dos párrafos torcidos a fuerza de desuso,

para acabar mostrando entre renglones la arista más aguda de un secreto.

Las letras −tan obstinadas ellas− se resisten.

El inconcluso libro se resiste.

Será que no ha llegado aún su hora.

 

Perdónenme, señoras y señores:

creí que estaba andado. Y me doy cuenta

de que me encuentro anclada en el saliente

de una quietud sonámbula que ensancha los dos brazos

en cruz

solo por mantenerse en equilibrio.

Dejémoslo.

Mañana −puede ser− será otro día.

 

En CasaChina. En un 1 de Septiembre de 2022

 

Después de leer este poema, dedicado a él como culmen de su último libro, el escritor que copulaba con las letras y amaba a su guitarra escribió: “ya me siento así”.

 No pude por menos que espolearlo a mi manera:

“Entonces... ya sabes: a escocerte las uñas sobre el teclado, y a arrancártelas entre las cuerdas de la guitarra”.

Él será mi cronista cuando deba ser.

Y ahora, vamos a ello.

 


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