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sábado, 30 de marzo de 2024

TRES ERAN TRES

(ConVersionario a tres voces)

         01/2024- ConVersionarios

Así comenzó todo en este Tres eran tres.

Si hay serendipias literarias, los retazos (¿retozos?) de ConVersación que siguen podían ser una de ellas para el mundillo de las letras.

La cosa empezó con un breve texto de ese escritor maestro de escritores que es Enrique Gracia Trinidad, que el susodicho maestro subió ayer mismo, −JueveSanto por más señas− a un chat compartido, al hilo de una SemanaSanta sin santos, pero con muchas señas que vienen alertándonos desde hace tiempo sobre el maldito cambio climático que nos amenaza sin ahorrarse señales.

En secano llevábamos ya más de un año en este país nuestro (en los otros, también) sin verle las senagüas al agua del cielo desde la línea de puntos (y aparte) a donde nos alcanzaba la memoria cuando pasó lo que pasó, y que una servidora pasará a contar antes de rematar estos prolegómenos de indigencias hídricas.

Las carencias de las que hablo fueron aprovechadas, entre otros vegeteibols, por los olivos de mi tierra para revenirse en lo de engordar aceitunas a las que estrujar hasta sacarles el sagrado aceite; lo cual que, a su vez, fue suficiente para que las almazaras se agarraran como a un clavo ardiendo a la escasez de materia prima −léase aceitunas en sazón− para mandar al paro a las piedras de molino (que ahora me cuentan que ya no se usan desde que fueron sustituidas por unas más jacarandosas prensas hidráulicas); lo que, a su vez, fue aprovechado por los “Super” de cada barrio para cambiarle las hechuras a las etiquetas, poniendo los precios del aceite por las nubes, de tal manera que, salvo el habitante por derecho de aquellos pagos, el mismísimo DiosVerdadero, no quedó sobre el Planeta criatura capaz de apechar con los precios que ha alcanzado el LíquidoOleaginoso y demás pringues por escasez LíquidoElemento. Cómo no sería la cosa que hasta LosAltísimos −léase mercachifles− se vieron en el trance de apañarse sus particulares ÁngelesCustodios en forma de etiquetas con alarma para impedir que los menesterosos más audaces arramplaran con las garrafillas de OroLíquido para ponerse a hacer botellón graso en los fogones.

En esas estábamos cuando el personal, alentado (con “n”) por la solanera y alertado (con “r”) por el redoble de tambores destemplados, cargó los maleteros con sombrillas y sombrajos, llenó de gasufla a precio de aceite los depósitos, y se echó a las carreteras sin pensárselo dos veces, dispuesto a gastarse los préstamos en vacaciones de pisito de playa, de esos en los que las ventanas ajustan tan mal que dejan pasar por entre las ranuras hasta la más mínima ráfaga de malos humos que tenga a bien desmandarse, cualquier saeta trasnochadora que se desparrame a deshora o cualquier tamborrada marca joputa que tenga a bien dar la tabarra con sus despropósitos.

Llegado el personal a sus destinos, se sorprendieron ante la ausencia de lo esperado −los ruidos semanasanteros−, y se encogieron ante las desaforadas llantinas del cielo, que, tras arrancarse por peteneras de lluvias torrenciales y nieves desnortadas, arrancaron a su vez ayes de procesiones frustradas y remedo de llantinas en los ojos lugareños.

Fue entonces cuando el maestro −ya saben: Enrique Gracia Trinidad− escribió lo que escribió, a lo que la correcaminos oficial, Gloria Nistal, respondió lo que respondió, y una servidora, aquejada de incontinencia verbal crónica, terció de la manera que lo hizo.

El resultado, ahí lo tienen:

 

DE ENRIQUE GRACIA TRINIDAD: el Maestro

PARECE QUE A DIOS NO LE GUSTAN ALGUNAS COSAS

WhatsApp 29/03/2024

No sé por qué sospecho que al Altísimo no le hacen gracia las procesiones. Si no, no se explica que con tanta frecuencia mande a las lluvias caer sobre este país precisamente cuando en ciudades y pueblos de todo el territorio sacan a la calle palmas, encapuchados, esculturas y velas .

Y mira que cofrades, devotos y hasta turistas no paran de elevar sus miradas a los cielos entonando plegarias para que les permitan exhibir sus imágenes y capirotes y entonar saetas y otros cánticos. Pues nada, ni caso: lluvia al canto y lágrimas en las mejillas de penitentes, cofrades y nazarenos.  

No deja de sorprender que con la tradición de sacar al santo o la virgen de tantos pueblos para convocar la lluvia, en el preciso momento en que se pretende sacar a los de la Semana Santa, los aguaceros se pongan bravos y lo impidan.  

También cabe pensar que Dios sea antitaurino, al menos en los madriles, porque en cada feria de san Isidro abre los cielos y jarrea de lo lindo dejando la Monumental de las Ventas hecha un bebedero de patos y a los taurinos echando de menos verónicas y chicuelinas. Además, siendo el tal Isidro campesino de secano por excelencia aún es más sospechosa esa costumbre de llover allá por los alrededores del 15 de mayo. ¿O es que de tanto sacarlo en siglos pasados para ahuyentar a la sequía, el santo labrador mozárabe  se ha acostumbrado y nos manda la lluvia cada vez que llega su fiesta? Me estoy preguntando si pasa lo mismo en otras ferias taurinas como la de la Maestranza de Sevilla, los toros de Ronda, la Macarena de Medellín, la de Puebla mexicana y otras tantas. En mi próximo viaje por carretera preguntaré a algún toro de Osborne a ver si él tiene información privilegiada.

Pero hay algo que es todavía más incomprensible y que como escritor me tiene seriamente preocupado; y es que al Sumo Hacedor le caigan mal la lectura, porque cada vez que se celebra la Feria del Libro de Madrid, lectores, autores y demás gentes de letras se la pasan mirando al cielo, esperando que, según la costumbre no escrita, llueva con ganas igual que aquel día que enterraron a Zafra.

Dado que la fiesta de los libros en el Parque del Retiro es celebración más de editores y libreros que otra cosa, podría suponerse que son ellos los que no le caen muy bien a la divinidad. No se sabe si es que quiere castigarlos por dejar frecuentemente a los escritores a dos velas con los derechos de autor, disimular el número de ejemplares publicados, beneficiar sólo a los más famosos o a los que salen en televisión o ningunear a los poetas como es su costumbre.

Para la próxima feria de Madrid —en ningún otro lugar me ha llovido tanto— me propongo preguntar si alguien sabe por qué los libros convocan a la lluvia, pero, por si acaso, aunque caiga un sol de justicia, me llevaré el paraguas.

(E. Gracia Trinidad)

 

 

LLUVIAS DE SEMANA SANTA

(De Mí para el Maestro, Enrique Gracia Trinidad)

 

Tú lo has dicho, mi querido colega: debe estar tan acostumbrado el Altísimo a que, en cuanto se plantan dos geranios, el personal se eche a la calle con un santo en angarillas demandando lluvia, que cada vez que escucha cornetas y tambores, despacha orden general de jarrucheo, y manda abrir las tornas, sin darse cuenta de las fechas.

¡Si es que pareciera que Dios, con ser tan Dios y ejercer de Tal, no está a lo que hay que restar! Ni se para a poner la atención debida al fiestorro con el que sus partidarios le celebramos su epopeya propia.

 


DE GLORIA NISTAL: la CorreCaminos

😂[1] (se ruega leer la nota a pie de página)  😂😂sois geniales los dos, mis queridos escritores. Pero lamento contaros −y no quiero ser aguafiestas como El Salvador del que habláis− que las frías estadísticas delatan que hay más años de procesiones y ferias del libro en secano que jarreando. Creo, sencillamente, que dios[2] (se ruega de nuevo leer la nota a pie de página)  está a sus cosas (que, por cierto, ignoro totalmente cuáles son) y si llueve o sale el sol es cosa que ni le va ni le concierne.

Eso me hace recordar que el verano siguiente a la muerte del dictador[3] (se ruega por tercera vez leer la nota a pie de página)  diluvió con tal fuerza que se podría haber escrito la “Historia de Noé segunda parte” y algunos decían el chascarrillo de “con Franco teníamos verano”. Yo creo que los que están en el más allá (a donde yo, de momento, no quiero llegar), no se preocupan de nuestro calendario. Igual que nosotros, alocados, no nos preocupamos demasiado por el maltrato a la naturaleza y la tenemos muy desconcertada.


 

A GLORIA de Mí

 

Entonces, seremos criaturas del desierto. Nos desplazaremos en dromedario, en lugar de hacerlo en coches de gasoil; plantaremos dátiles en lugar de césped de campos de golf; esquiaremos en las dunas, en lugar de hacerlo en la nieve (por falta de); pescaremos días, en lugar de peces.

Y, al caer la noche, veremos estrellas, en lugar de farolas.

Y yo, en lugar de soñarme princesa de las sirenas, apoltronada en un trono de inexistentes corales y cegada por las algas, me imaginaré mujer azul de todos los desiertos, de esas que nunca se detienen porque tienen la inmensidad de la nada a su disposición.

¿Quizá, mujer de los humedales, quieras acompañarme en esa sólida aventura?

 

DE GLORIA para Mí:


Pues estaré totalmente encantada. Y que sepas que en estos mismísimos momentos me encuentro escribiendo un libro sobre mis vidas en África. Anoche estaba conociéndote en Túnez en 2014, y hoy estoy en 2022 también viéndote en unos espejos del gran mercado central y entre las columnas de Dougga. 🤗

 

DE MÍ PARA GLORIA:

Me encantará que me cuentes mi vida desde donde tú la ves. Siempre me ha resultado fascinante pensar que, aunque lleve el corazón a la izquierda, quien me cuenta lo perciba a la derecha, aunque ni yo, ni quienes quieran contarme de frente, podamos vernos la espalda.

Eso, entre otros prodigios.

¿No es genial?

 

 


 Y esta es la historia a tres voces del

TRES ERAN TRES:

1.  Enrique Gracia Trinidad: el Maestro (con mayúscula)

2.  Gloria Nistal Rosique: la CorreCaminos (con suplencia de mayúsculas allí donde ella no quiere ponerlas)

3.  Y la Yo: con mi “Y” griega a rastras: que es como un delta desembocante y desparramado, que recuerda que “nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar/ que es el morir…” como dejó dicho por escrito un tal Jorge Manrique, con miras a alcanzar la eternidad.

 

En CasaChina. En un 30 de Marzo de 2024



[1] NOTA DE LA REDACCIÓN: Pongo al cabezoncillo algo más grande para suplir la mayúscula omitida en el original.

[2] ¡Otra vez en minúscula! Ella −Gloria− sabrá por qué se reviene de semejante manera.

[3] ¡No hay dos sin tres! No por mucho “minusculear” se nos despinta a qué “dictador” se refiere la viajera. Porque, en este país nuestro, cuando alguien se refiere el “dictador” todos sabemos que “DictadorVerdadero” sólo hay uno. Como el DiosVerdadero: los nuestros.

LA PRESUNCIÓN DE INDECENCIA

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