3/2020
(Croniquilla del Viruso Coronado –
48)
−Cordia XIII−
Dedicada a Juan José Pozo.
Que propuso el tema del título.
−¡Oigaaaa…!
−¡Digaaaa…!
−¿Con
quién hablo?
−Conmigo.
¿Y yo?
−Yo
soy Misericordia Calleja Benítez. ¿Y usted?
−¿A
dónde está llamando usted?
−Oiga
¿usted es de verdad, o es una máquina?
−Más
o menos, una máquina de fabricar “digas”; así que dígame usted lo que desea o
paro la cadena de producción y montaje.
−¿No
estará usted melindrosa verdad? (Ulio, ¿tú estás escuchando? Espera que suba el
volumen del manos libres. ¿Me estará tomando el pelo?).
−Nena,
tapa el aparato o quien quiera que sea te va a escuchar.
−Pues
eso es lo que yo quiero; que me escuche. Y, hablando de escuchar: tú, bajate al
patio que ésta es una conversación privada.
* *
−¡Oigaaaa!
−Oído.
Me diga.
−Espérese
usted una chispa a ver si este hombre mío nos deja hablar tranquilas y en
condiciones. −Ulio: ¿quieres hacerme el santo favor de bajarte al patio? Y échale
una ojeada al corral, a ver si alguna de las dos gallinas ha puesto.
−Lo
que tu mandes, Cordia.
La autora en su corralito |
−¡Ah,
pero tienen ustedes corral?
−Si,
hija. Pero un corral de na’. Con dos gallinillas pitirras nada más, la Pita y
la Kica; y un gallo, el Nano, que me pienso yo que ya no está
para la monta; porque el año pasado, cuando la Pita se me puso llueca, como
tenía yo más de una docena de huevos guardada, le eché una parva en el cebero,
con su pajón y todo. Pero no salió ni un pollillo. Y eso que la Pita se puso a
lo suyo, que ya sabrá usted lo buenas madres que son las pitirras, y se pasó
empollando más de los días de rigor. Echando cuentas, estuvo veinticuatro días allí amagada antes de
saltarse la cuarentena por su cuenta y abandonar el nido. Entonces, cuando vi a
la Pita escarbando en la mierda del corral −…oigaaa ¿está usted ahí?
−Firme
y a la orden como un soldado de retén.
−…pues lo que le
estaba diciendo; que entonces, viendo que la Pita no regresaba al enhuere, bajé
yo al corral, eché mano a los huevos, los agité una miaja, y ¡nada! Todos
hueros, cosa que la gallina ya habría supuesto según las maneras que tenía de
sacudirse del sitio. Para qué voy a contarle de cómo me rompí yo la cabeza
pensando en cómo deshacerme de los huevos sin armar un pestazo en todo el vecindario.
Porque ya sabrá usted cómo apestan los huevos podridos; el sulfídrico que le
llama mi Ulio. A Dios gracias que por entonces no había llegado todavía el covid y pude salir a tirarlos bien lejos.
−(…)
−¡Pues qué va a
ser el covid! Lo del viruso este que no nos deja salir al escalón, y nos
mantiene chapados como a bandidos de a veinte años y un día.
−(...)
−¡Ah, bueno!
¿Qué viene su supervisora? Tranquila. Alce usted la voz y volvamos a la conversación de sustancia…
¿Qué si estoy llamando a la librería del centro comercial?
−Eso mismo. ¿Qué
se le ofrece?
−Pues verá usted
es que el jueves está ahí mismo y... Bueno, tengo que decirle que a mí los
jueves es que me sacan de mis casillas; pero hija mía, si quiero llegar al
viernes no me queda otra que atravesar por el jueves…
−Pero hoy es
lunes.
−¡Que me va a
contar usted a mí! Si últimamente los lunes me levanto tullecida de tanto no
hacer nada.
−Disculpe un
momento, que voy a hacer como que miro papeles. ¿Dice usted que se levanta entumecida?
Pues haga usted algo.
−Es lo que yo
digo; que algo habrá que hacer antes de que, por culpa de quien sea, nos
sequemos como una almorzá de higos en lo alto de un pasero. O se nos seque la
lengua de tanto tenerla en holganza; que es lo que yo digo, que con alguien
tendrá que desahogarse una…
−¿Y tiene usted
a quién decírselo? Se lo pregunto porque como le noto yo esas ganas de hablar…
Entrada a la FILBO (Bogotá) |
−¡Faltaría más!
Pues claro que tengo. Tengo a mi Ulio; un marido veterano que es de lo que yo
quería hablar cuando hemos comenzado esta conversación, y antes de que usted
empezara a interrumpirme.
−Usted perdone;
pero es que como yo no tengo.
−¿Qué usted no
tiene? ¿Y a qué espera usted, criatura?
−Pues a ver si
pasa todo esto. Y dígame: ¿ustedes están casados por lo legal o por lo de
hecho?
−Mira, hija, −y
perdona el tuteo− sin ofender. Nosotros, somos legales hasta para comernos la
sopa enfilando la cuchara desde la punta y no de medio lado como hacen los
sospechosos de carencia de maneras.
−No, si por la
voz de usted, a mí me parecía que ustedes debían ser de los de las maneras de
Franco.
−¡Anda ésta!
Como todos los de entonces. Los unos, porque así lo sentían; los otros, por no
sentir los ojos de los unos en su nuca; y casi todos, porque, mejor o peor,
vivían de ello. Allí no se escapaba nadie de alzar la mano y cantar el cara al
sol en cuanto sonaba el primer pito dando la entrada.
−Pues mi padre,
no.
−¿No?
−No señora. Mi
padre fue de la resistencia.
−¿Sí? ¿Y dónde
trabajaba?
−Era abogado en
la CNS[1].
−¿Eso no era la
Organización Sindical Española? ¡Ay! Eso sí que era de mis tiempos.
−Sí señora. El
Sindicato Vertical que le decían.
−Entonces ¿cómo
me vienes con el cuento de que tu padre era de la resistencia?
−Pues porque
era un infiltrado, que se les decía entonces, de los de Comisiones Obreras, que
eran los que pusieron allí los del partido, metidos de topos.
−¡Hay que ver
de lo que viene una a enterarse más de cuarenta años después. Y no me digas que
los de la UGT también…
−No señora.
Esos, según mi padre, iban por libres.
−¡Ah! ¿Y cómo
dices que podría yo homenajear a mi Ulio?
−¿Su Ulio es
también de los de la resistencia?
−Bueno, los dos
vamos resistiendo como podemos, sin acabar de decantarnos por nadie, que vienen
a ser los mismos. Porque, tú parate a escucharlos. ¿A que todos tienen la misma
cantinela de andaquetuses? Pues algo harán bien unos y otros. ¿O no? Pero lo
que yo quería era regalarle a mi Ulio algún
libro para el jueves, que hacemos los cincuenta años de casados, y, según
estoy, no se me viene a mí a la cabeza otro título que el del Apocalipsis.
Pues verá
usted, doña Misericordia: el apocalipsis, aparte de que se me hace a mí un poco
inconveniente para estos tiempos, no lo vendemos por separado. Tiene usted que
llevarse el lote entero.
Novela recomendada para estos tiempos |
−Eso es. Nos encarga usted la Biblia, y por el mismo precio tiene dos testamentos, más una colección coloreada de mapas del Oriente Antiguo y de los Santos Lugares. Vaya: tres en uno.
−¿Dice usted que
trae un bote de “tres en uno[3]” de
regalo? Ese mismo aceite de lubricar es el que yo gasto para mi máquina de
coser. No está mal, si no fuera porque mi Ulio es una miaja descreído. Y como
tampoco es cosa de regalarle el otro libro que me ronda en la cabeza, LA
METAMORFOSIS de Kafka, con lo aprensivo que es él en lo que a cucarachas
concierne, pues he pensado que quizá usted pudiera aconsejarme alguna lectura
apropiada de lo que tengan por la librería.
−¿Y qué es lo
que él gusta de leer?
−Pues, que yo sepa, se mueve entre EL COYOTE, de José Mallorquí Figuerola, que ni un número de la colección le falta, y EL QUIJOTE, el de verdad; no el de Avellaneda, que lo tiene en la mesilla de noche como si fuera un misal.
−¡Jesús! No me lo pone usted fácil, no… Pero,
si me permite hacerle alguna pregunta…
−Usted pregunte, que yo calibraré lo
que deba responderle. Y espero que no se ofenda por haberme extralimitado antes
quitándole el "usted".
−Por eso no se preocupe. Que hoy en
día lo del tratamiento dicen que es cosa de fascistas y de gente explotadora;
cosa que a mí me sorprende, teniendo en cuenta que quienes principiaron con lo
del “tú” fueron los apóstoles, los falangistas y los moros. Pero, los que saben,
saben. Lo que yo quería saber es si su marido y usted se llevan o no se llevan.
−Ya me contará usted después de cincuenta
años en el tajo. Claro que, con esto del encierro, se nos están aflorando
algunas maneras que teníamos arrinconadas y nos estamos volviendo algo ariscos
entre nosotros. Pero, vaya: lo que es querernos, nos queremos como de novios.
−¡Pues no se hable más! Tengo yo por
aquí una novela… ¿Dónde la puse? ¡Ah, sí! En la estantería de lo romántico.
−¿Y como dice usted que se titula?
−En italiano “LOS DESPOSADOS. Historia milanesa del
Siglo XVII. La escribió un tal Alejandro Manzoni. pero traducido al español, se llama <LOS
NOVIOS>. Mire usted qué casualidad.
−¿Y usted cree…?
−Yo creo.
−¿Cree que sí?
−Seguro.
−¿Y puede usted decirme de qué va el
argumento?
−¡Como no! Va de una pareja de novios,
Renzo y Lucía, de oficio sus labores del campo, que tienen que vérselas con el señor del
lugar. Y entonces el señor, que se llamaba don Rodrigo, se encapricha con
Lucía, y monta un cirio para separarla de su Renzo, hasta que consigue
separarlos. Pero ellos se emperran en seguir juntos, y después de que las
criaturas se las ven y se las desean, acaban encontrándose en mitad de una
peste que casi acaba con los habitantes de la Lombardía del Siglo XVII, y se
casan.
−Entonces, a pesar de la epidemia, el
asunto acaba bien ¿No es así? Y se supone que, después de todo lo pasado,
acabarían celebrando las bodas de oro como mi Ulio y yo.
−Pues se supone, doña Misericordia.
Porque ni le voy a contar la emoción que le ponen a lo suyo según van contando.
−Ay, hija mía. Ni que fuera un augurio.
Que dios te lo pague. Envuelve ese libro en el mejor papel que tengas y
mándamelo con un propio antes del jueves. Y permíteme que te tutee de nuevo y te desee que puedas encontrar
tú otro Ulio como el mío.
Visionaria en CasaChina. en un 27 de Abril de 2020
[1]
CNS. https://es.wikipedia.org/wiki/Sindicato_Vertical
[2]
LA BIBLIA EN PASTA: Título/ expresión humorística de la película del mismo
nombre, dirigida por Manuel Sumer en 1984 sobre distintos pasajes del Antiguo
Testamento.
[3]
TRES EN UNO: marca de aceite multiusos usado para aflojar bisagras, máquinas de
coser, o quitar la herrumbre en herramientas y hierros.
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