(Pensamentario100)
130/2023
Aquel día, con el miedo muy dentro, le pregunté a mi madre: ¿de verdad tengo que irme?
Ella, tras musitar un inaudible “ya-volverás”, entornó los ojos, retiró algo de sus pestañas y me mandó al internado.
“Quiero irme de casa” −me emborricaba cada día, durante aquella adolescencia emborronada, mientras mi madre, silenciosa, seguía pasándose la punta de los dedos por la humedad de las mejillas.
−Me voy −le dije aquel día aprovechando un abrazo−.
−Ya volverás.
Entonces recordé las ansias de regreso de la infancia. Y supe que, en efecto, volvería, para que mis propios hijos conocieran a mi madre.
En CasaChina. En un 21 de Septiembre de 2023
Tengo tu misma experiencia. El síndrome del nido vacío ahora lo sufrí. Puertas de dormitorios cerradas. Piso inmenso. Fogones apagados. Gritos y risas robadas. En fin, la Vida misma. Pero a la madurez, como golondrinas al viejo nido, siempre se vuelve y, a veces, hasta se escribe
ResponderEliminar