VA DE...Batiburrillo literario

sábado, 25 de junio de 2022

REVIVISCENCIA PROGRAMADA

 84/2022

    Abro un ojo con cautela, tratando de no despertar ni incomodar a "eso" −lo que quiera que sea− que hace tres días me puso a toser como una posesa hasta baldarme. Ojo avizor, dirijo la pupila hacia el reloj de la mesilla de noche.

    ¡Las ocho!

    No me lo puedo creer. He dormido hasta las ocho en posición “decúbito prono” (permítaseme la cursilada tipo “Sección Femenina” en pololos prestos a ejecutar una tabla de gimnasia pandillera), que traducido al román paladino viene a ser algo así como dormir desparramada, bocabajo, a la pata la llana, sin padecer en la sesera el galope de una compañía de húsares cabalgándome sin herraduras cada latido, o que una plaga de langosta en ayunas estuviera rumiando granzas dentro de la piquera de mis pobres fuelles de respirar.

    Renqueante, con las mesuras propias de quien ha pasado tres días en los infiernos, me decido por poner el otro ojo en marcha sin que el esfuerzo de tan cauteloso parpadeo, necesitado sin duda de una urgente blefaroplastia, despierte a los diantres que me han poseído las últimas setenta y dos horas.

    ¡Será posible que no me duela nada! ¿No será que me he muerto?

    Desde algún músculo lejano, a la altura de los ijares, me llega la respuesta sobre mi supuesta defunción en forma de un ahora soportable espasmo tipo calambre sin rematar, donde una inspiración profunda se regodea ante la eventualidad de que el COVID se haya batido en retirada, permitiéndole  a mis fibras recuperar un mínimo de dignidad, sin verse abocadas a quebrarse en un “ay” de vieja quejicosa intermitente en plan jabalina sin destino.

    Recapitulemos: tras tres días de arrastrarme sobre mí misma como un hitajo, hoy me he levantado sin fiebre, sin tiritera, sin dolor de cabeza, sin tos,  sin fatiga. (Con ojeras). Y… ¡Oh, cielos!, con alientos para escribir tontunas.

        Repaso, milímetro a milímetro, el campo de batalla.

        ¡Nada! De momento, no duele nada.

        Si no recuerdo mal, la doctora que ayer me auscultaba, −recién salida ella misma de un ataque por la espalda de esa cosa traidora e invisible llamada COVID− se limitó sin mayores alharacas a prescribirme cuarto y mitad de codeína, que por cierto amarga como un ramajo de tueras; me recetó  un misericordioso triduo de analgésicos al estilo “que-Dios-te-pille-confesada”, y luego me despachó a mi incomunicada celda de castigo sin dejar de advertirme que lo de las fatiguitas de la muerte en plan “Lola puñales”, los estornudos al estilo de acémila arrancándose sanguijuelas de los belfos, las toses de ganso, los regustos amargos en la lengua, y dos o tres cosillas más, todavía iban a permanecer unos días en pie de guerra antes de firmarse el armisticio en mi diminuto universo.

        Visto que, a pesar de la advertencia, mi cuerpecito serrano −que es donde se ha librado la batalla− se encuentra esta mañana magullado pero jacarandoso, agarro el test para asegurarme la victoria, o para constatar si, por el contrario, se trata de una bribonada estratégica del enemigo.

        ¡Cachis! ¡Positivo! ¿Así que el bicho no ha muerto?

       Casi me desconsuelo cuando lanzo mi particular ¡Viva el bicho! Ese que simplemente se ha acantonado en algún resquicio invisible de este cuerpecito serrano mío, dispuesto al contraataque en cuanto yo relaje las defensas. 

     No tardo sin embargo en rehacerme, reenganchada voluntaria a la gloriosa consciecia de mi NoDolor tras tres días de parto. 

    ¡Veremos quien vence al final!

        ¿Positivo? ¡No importa! Una servidora guarda todavía unos últimos cartuchos en su “santabárbara” particular. Otro lingotazo de codeína, un trágala del paracetamol ese, dos chutes generosos del inhalador bronquial, un dulce sesteo de media mañana, y…¡Vamos a ver de parte de quién está esto de seguir viva y volver a ver el mundo de colores! (Por cierto, mucho más brillantes que antes de comenzar lo del ataque del bicho).

        No, si, encima, voy a tener que agradecer el despiadado ataque del viruso este que, tras tres días agónicos me ha devuelto la ilusión de la reviviscencia programada −me regocijo.

        Puesta a divagar, por un momento recuerdo con cierta complicidad a aquel otro colega. Que también el pobre mío dicen que se pasó tres días más p’allá que p’acá, y que, al tercero, resucitó en las mismas barbas del de Arimatea. Bien que sabía Él lo que se traía entre manos. Ya que en sus manos tenía lo de inventar, no se anduvo con chiquitas. ¡Buen invento ese, sí señor! Apurar una agonía y echarse a morir con todas sus consecuencias es lo único que nos devuelve lo de saber lo que es el gozo de la resurrección.

    En eso estoy: en lo de revivir.

 En CasaChina. En un 25 de Junio de 2022

jueves, 26 de mayo de 2022

LA MEJOR MANERA DE VOLVERSE LOCA

(Cavilaciones de una superviviente)         78/2022

         Esto de vivir tanto tiene sus ventajas, entre la que no es la menor lo de que te importe tres pepinos que el aire te levante las faldas y te deje los “cucos” al aire, entre otras cosas porque a nadie le interesan los “cucos” talla-ballena que tapan las sinvergüenzas de una ballena humana.

        Los inconvenientes son más sutiles, y van desde el mapeo de ese lugar del cuerpo que no te duele y ataca nada más despertarte, para tomar posiciones en tan deliciosa como escasa zona vital, hasta el testarazo que se pega una en el pasillo, intentado ensayar sin público la última prueba de equilibrio a que la sometió el neurólogo: “camine poniendo un pie delante del otro, pegando el talón del pie que avanza a la punta del que se queda quieto” −me instruyó el de la bata blanca abierta de par en par sobre unos vaqueros de rodilla huesuda y deshilachada−.

        Conste que una servidora lo intentó, aunque con escaso éxito, antes de cimbrearse hacia el de las rodillas huesudas al aire, que ya estaba en función de “Dios-mío-la-que-se-me-viene-encima”.

        Como una viene de aquellas tan interminables como apasionadas reuniones de la Acción Católica remozada a golpe de vocal (JARC[1], JEC[2], JOC[3], Etc.), donde, a partir de la “J” −de “juventud”; que quede claro− se discutía de lo divino y de lo humano hasta el agotamiento, se ha pasado la vida dándole a la manivela de decir cosas mientras haya alguien a quien colocarle el rollo.

        Pero, los que antes se iban al bar de la esquina a por otra botella de vino con la que empapar el tedio de la facundia, un día no regresaron. De manera que esto de vivir tanto lleva incluido en el paquete una especie de silencio eterno de los que vamos quedando. No es de extrañar, pues, que una machaque a cualquiera que ponga el oído, aunque la escuchancia sea hostil y carente de eso que antes se llamaba cotorreo compartido y ahora le dicen algo así como darle al feedbak[4].

        Lo más fastidioso −créanme− es el silencio. Este silencio que, con el paso del tiempo, se me ha instalado de “okupa” de puertas para adentro, sugiriéndome a cada momento la conveniencia de salir para afuera. Claro que el maldito dolorcillo movedizo, tipo “dónde-está-Wally” que se pone a recorrerme los rincones del cuerpo cada vez que amago salir a la calle en busca de cháchara y compaña tampoco es menos disuasorio, de manera que no me queda otra que pactar con el silencio y hablar con los espejos.

        Lo que pasa es que el silencio del que hablo también tiene sus ventajas. Me refiero a que, si es cierto eso de que “la función crea el órgano”, en poco tiempo se me habrá revenido por falta de uso esta lengua lenguaraz e inoportuna que pide suelta, y se me habrá inflado el cerebro por darle al coco tantísimo como le doy en plan onanismo mental.

        “Le da usted muchas vueltas a las cosas” −me soltó a bocajarro el de los pantalones vaqueros des-rodillados cuando, por alargar la palabrería, le pregunté si lo de poner un pie delante del otro me iba a llevar a algún sitio que no fuera ese al que todos vamos.

Puesta a darle vueltas a las cosas, caigo en la cuenta de que el exceso de rozamiento −léase pensamiento contra pensamiento propios−, sin “salida de humos”, −léase facundia con alguien ajeno, aunque no nos escuche− puede entrañar el peligro de convertirse en la mejor manera de volverse loca.

¿A ustedes qué les parece?

En CasaChina. En un 25 de Mayo de 2022



[1] JARC: Juventudes Agrícolas Rurales Católicas.

[2] JEC: Juventudes Estudiantes Católicas

[3] JOC: Juventudes Obreras Católicas

[4] FEEDBACK: más o menos, pegar la hebra de ida y vuelta.

martes, 24 de mayo de 2022

FERIA DEL LIBRO DE MADRID 2022: Invitación al abrazo

 Regresa LA FERIA DEL LIBRO DEL RETIRO tras el doloroso paréntesis de una pandemia despiadada, una nevada sin precedentes durante la que al universo se le estropeó la máquina del hielo, un volcán insular tragaldabas, una guerra vergonzosa −como todas las guerras− y un seguir vivos, echando de menos a los que se nos han ido.

RECORDADME que os cuente de lo sucedido desde que no nos vemos y os mire como quien recibe su mejor regalo.

      Por si queréis venir a que charlemos un poco y a regalarnos abracitos.

 



 

LA CASA DE LAS PALOMAS: EL REGRESO

 

 77/2022

Episodio I de las aventuras y desventuras de cuatro escritoras algo intrépidas.

 Lo del encuentro literario de Miajadas se podría resumir en una sola palabra: BRILLO propio, sin brilli-brilli de falsa lentejuela, cálidas cercanías y vino peleón.

Distinta fue la vuelta a Madrid, de la que os resumo que las cuatro "habitantes" de mi coche, Maite Contreras, Marisol Esteban, Amarú Venegas y una servidora acabamos tomando un café en un club de putas de carretera, apartado en un camino de cabras, tipo fondo de saco sin salida, vigiladas por el "madamo" del club, ataviado él de negro zaíno, y rodeadas nosotras por dos o tres meretrices de altísimos tacones, faldas tipo cinturón ancho, y aspecto de gallinas espelufradas[1], mientras que, sentada en una silla de enea, en una cocinilla visible tras el mostrador, una de ellas daba de mamar a una criatura de piel sombría...

(¿Mañana más?)

¡Cómo poder hablar así, de un tirón, de las distintas reacciones e impresiones de cada una de nosotras! Porque, si cuatro mujeres dentro de un coche pueden resultar un galimatías, qué decir de ellas fuera del coche, visitadoras accidentales, urgentes y diurnas del puti-toilette de un Night Club, y dándoselas de escritoras de secano recien descongresadas… 🥹🤣🥲🧐

En CasaChina. En un 23 de Mayo de 2022.



[1] ESPELUFRÁ: espeluchá; despeluchada, muy despeinada, como recién levantada de la cama, y casi calva.

ELENA CAMY RUS EN MI MEMORIA

  (Moribundarios)   Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar que es el morir Jorge Manrique. 83/2024 A mi lado, −co...