VA DE...Batiburrillo literario

martes, 2 de noviembre de 2021

PERRERÍAS - Carta abierta al señor alcalde

 

(Carta abierta al señor alcalde)

        Voy a evitar el tratamiento que me ronda, señor alcalde, porque quienes saben mucho de mandar y andan algo faltos de dignidades propias, obtenidas con el sudor de sus frentes, dicen que lo que se lleva ahora en el trato y en el periodismo de vanguardia es evitar las excelencias para poder igualar al personal. Por abajo −digo yo−.

        Ellos sabrán.

        A lo que iba, señor alcalde. Que mire usted a ver si puede hacer algo para que una servidora, que ya tiene una edad, y anda algo aperreada por más silencios de los que son precisos, pueda viajar en los autobuses urbanos en compañía de mi perrilla. 


 

        A lo mejor lo que le pido no es cosa suya, y pasa como lo que pasaba con aquel mulero que teníamos en la Salina (otro día le hablaré de la Salina). El mulero del que le hablo ahora tenía por costumbre arrimarse a mí nada más bajar de la camioneta de los Albanchurros, en tiempo de vacaciones, para demandarme noticias sobre sus particulares comandas: “señorita: ya que vive en Madrid, no habrá echado usted en el olvido lo de pedirle al don Mariano Medina[1], que tanto poder tiene sobre los nublos, que a ver si pone buen tiempo mientras dure la campaña de la aceituna; que ya sabe usted lo malísimamente mal que lo pasan las criaturas en el tajo cuando los hielos aprietan los suelos y las lluvias embarran la tarea”.

        Usted perdone, señor alcalde, que me disperse mentándole cosas que no son de su interés, y que, además, están ya demasiado lejos en el tiempo como para sacarles provecho; así que voy a volver a lo de viajar en el autobús urbano con mi perrilla.

        Yo le aseguro a usted que, lo que es molestar, no puede molestar tanto, pesando lo que pesa, que no llega a los tres kilos, de manera que, a pesar de mis achaques, bien puedo llevarla encima de mis rodillas, suponiendo que los asientos para ancianos estén libres, cosa que, en mi caso, tampoco se hace demasiado trabajoso viviendo como vivo a las afueras, justamente enfrente de la parada que hace cabecera de la línea, donde siempre están todos los asientos libres.

        Dirá usted que qué necesidad tengo de andar andorreando por Madrid cuando en el barrio tenemos de todo, y lo prudente sería quedarse en él como conviene a mi situación. Pero ya ve usted: he salido imprudente y andurriera, y le tira a una el bullicio del centro y el recreo de la ciudad en esta estación del año en que ya van cediendo las calores y todavía no se resbala una en las hojas húmedas del suelo. Tiempos vendrán a no tardar en que las piernas me traicionen y el sofá tire de mí como un amor tardío.

        Además, no se crea usted que por el barrio tenemos de todo. Nos faltan viejos dispuestos a seguir vivos y nos sobran calles llenas de gente que va a lo suyo, patinetes en las aceras, horas punta sobre ruedas y soledades silenciosas sin bancos donde sentarlas. Por eso, siempre que puedo, me escapo por ahí y voy con mi perrilla a cualquier parte. Pero el “cualquier parte” se me va reduciendo a una alternativa algo cansosa: o me quedo en el barrio, o tengo que echar mano del coche, que ya me incomoda un poco de tanta atención como demanda, tan carísimos y dificultosos como están los aparcamientos por el centro de la ciudad y tan menesterosos de urgencias están los jovencitos al volante de sus utilitarios. Eso por no hablar de que todavía le gusta a una servidora trasegar un “cigales” sin el impedimento de a ver qué pasa si me ponen el globo.

        Con la perrilla, Pitiu por más señas, sería otra cosa; desde que somos pareja de hecho, resulta que entre nosotras nos entendemos y nos damos conversación y compaña como si fuéramos de la familia. No es que tenga ella mucha conversación, lo cual estará usted conmigo en que resulta más que ventajoso a la hora de montarla en el autobús; puedo asegurarle que no va a incomodar a nadie ni con gritos sandungueros, ni con lloros mamatorios, ni mucho menos con insultos por un quítame allá esas pajas[2], que ya sabrá usted por experiencia propia lo trabajosas que resultan algunas conversaciones con humanos, tan llenos de buenas caras de salir en la foto como de malas intenciones a la hora del acomodo de posaderas propias.

        Dirá usted que me deje de estas pequeñas perrerías y me arrime más a los humanos; pero lo que yo le diga que ningún humano puede darme la compaña que me da la Pitiu. Los de mi quinta, porque ya tienen la conversación como caducada a fuerza de callarse lo que se callan, y los que, como usted, están moceando todavía, porque, por su cuenta, nos han dado como amortizados sin pedirnos opinión, y no saben qué hacer con nosotros que no sea tratarnos como a nenes chicos, por muchos chiringuitos de “no-estás-solo” que monten con INSERSOS de electroencefalograma plano, esparcimientos programados en horas lectivas, y temporadas bajas a bajo costo, asumible por el remanente de excelentes cargos a dedo sin tratamientos parejos.

        Lo dicho, señor alcalde: que a ver si puede hacer usted algo para que la Pitiu pueda venir a Madrid en autobús con una servidora, sin tener que implorar humanidad por tan mínima compaña animal.

        Y, ya puestos, ¿qué tal si se nos permite el paso a humanos y perros en las bibliotecas municipales?

        Esta que lo es...

 

En CasaChina. En un 2 de Noviembre de 2021



[1] MARIANO MEDINA: conocido como el “Hombre del Tiempo” en los primeros tiempos de la televisión española, desempeñó el cargo durante casi treinta años.

viernes, 29 de octubre de 2021

VIRGO FIDELIS: Una novela nominada para Premio Nacional de Literatura 2021

        Un pudor siempre presente en mí me impidió hacerlo público antes de que se resolviera y conociera al ganador. Me llegó hace algún tiempo la tan reconfortante como inesperada noticia de que la novela <VIRGO FIDELIS>, publicada en plena pandemia, era una de las propuestas por el Ministerio de Cultura para optar al PREMIO NACIONAL DE LITERATURA 2021 en su modalidad de NARRATIVA.

       No soy yo dada a “jalearme" a mí misma, y sí a dudar cada día de la bondad de mi obra para tratar de mejorarla. Por eso, no quise hacerlo público hasta que no se fallara el premio a pesar del honor que supone tal designación, por la que se eligen desde el Ministerio de Cultura los 17 −creo− mejores libros publicados durante el año anterior en España.

         Se ha alzado con el premio la novela <VIRTUDES (E MISTERIOS)> de XESÚS FRAGA, a quien felicito de todo corazón, a la espera de poder hacerlo en persona, al tiempo que yo me siento honrada por la nominación propia, que ya es por sí misma un verdadero premio y un reconocimiento a esa novela de mi autoría, elegida entre tantas novelas como las que se publicaron el pasado año en España.

        ¿Qué cómo me siento? Obligada desde la humildad a mejorar cada día mientras tenga alientos para escribir, a fin de no defraudar a quienes quiera que hayan sido los que me nominaron, a los que agradezco tal distinción y deseo que con mi propósito de superación diaria se sientan a su vez pagados por tan maravilloso regalo. ¡Gracias por siempre!

29 de octubre de 2021

 

 Noticia oficial sobre ganadores

https://www.culturaydeporte.gob.es/premiado/busquedaPremioParticularAction.do?action=busquedaInicial&params.id_tipo_premio=97&layout=PremioNacNarrativaLibro&cache=init&language=es

martes, 26 de octubre de 2021

EL COLEGA PRÓFUGO


Dedicado a todos los Mediadores que creen en ello.

(Leguleyerías)

    La amonestación que percibía en la mirada de su colega, el incomprensible prófugo de su veterano oficio de juez, lo animó a contradecirlo:

    −¿Puede ofrecerse a una sociedad tan pendenciera como la nuestra algo mejor que la seguridad jurídica que nosotros le ofrecemos?

    Como tenía por costumbre, el prófugo, como él lo llamaba con cierto resentimiento, no respondió directamente a su pregunta, sino que se valió de una nueva pregunta, aunque esta vez aprovechó la ocasión para introducir como al desgaire una afirmación de cosecha propia.

    −¿Realmente crees que “sois” los jueces (¿por qué aquel “sois” le sonaba a sentencia condenatoria?)  quienes ofrecéis la seguridad jurídica de la que tanto os jactáis? Ni siquiera lo es esa señora cegata y fosilizada a la que se le llama “Justicia” la que aporta seguridad alguna que “nos” resulte apetecible a los simples mortales renegados (¿por qué ese “nos” era como un empellón excluyente?).

    ¿Por qué −se preguntaba con resentimiento− buscaba él la polémica con un colega apóstata, cuando era evidente que sus confrontaciones lo colocaban en el límite mismo de la ojeriza?

    ¿Qué era lo que no funcionaba?

    No pudo evitar un tonillo de mordaz altanería cuando contradijo:

    −¿No crees que quienes sabemos y podemos hablar de eso somos los jueces que hemos permanecido fieles a nuestro oficio?

    −¿Y no crees tú lo que dice el refrán? “Sabe más el necio en su casa que el sabio en la ajena”. Así que no. No lo creo. Yo diría que nadie lo cree. En el mejor de los casos, la “seguridad” de la que tanto alardeas tú ahora como yo lo hice durante mucho tiempo reside en la Ley.

    Una vez más el colega desertor se le escabullía por donde menos se esperaba, aunque aprovechando de inmediato el desconcierto para cimentar su nueva afirmación.

    −¡Nosotros aplicamos la Ley cada día! −Se irritó ya sin disimulos el veterano juez.

    −Y yo aplico una mano de pintura en la fachada de la casa cada año sin que por ello me convierta en el espíritu de pintura.

    −Nosotros cortamos los conflictos de raíz.

    −¿Pero estarás conmigo que lo hacéis sin arrancar las raíces? No por talar árboles emponzoñados a ras de tierra se puede garantizar que no rebroten llenas de nuevas ponzoñas las raíces subterráneas −desgranaba con calma infinita el colega prófugo con aquel tono suyo, tan parsimonioso como exasperante.

    −Entonces ¿cuál sería según tú la mejor manera de atajar la injusticia entre las personas?

    −¿Atajar? ¡Y qué sé yo! ¿Quién, soy yo para saberlo! Yo sé cómo abordar, intervenir, manejar o escapar de mis propios aprietos, de la misma manera en que creo que los demás saben sin duda cómo menearse entre los suyos. Dios me libre de los terceros dispuestos a poner orden en mi propia casa.

    −¿Estás relegando a la condición de “tercero” a quienes debiéramos ser los primeros?

    −Estoy hablando de “terceros en discordia”, que no es lo mismo. En el peor de los casos, en cualquier beligerancia lo que se necesita es que alguien, con la cabeza fría, el corazón templado y los pies calientes, asista e introduzca en la disputa un elenco de expectativas complejas con infinitas opciones imaginativas por las que escapar de la asfixia.

    −No creo que eso aportara esa indispensable seguridad jurídica que con tanto ahínco llevamos persiguiendo desde tiempo inmemorial.

    −Si tú lo dices... Pero ¡ay, lo inmemorial e inamovible de resultado único…!

    −¿…?

    −Tengo para mí que existe una forma de “seguridad jurídica” odiosa en su propia esencia: la que, como en la mayoría de los pleitos, solo ofrece la alternativa ganar/perder.

En CasaChina. En un 26 de Octubre de 2021

 

ELENA CAMY RUS EN MI MEMORIA

  (Moribundarios)   Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar que es el morir Jorge Manrique. 83/2024 A mi lado, −co...