VA DE...Batiburrillo literario

lunes, 27 de junio de 2022

LA CUEVA DE LOS REZOS en LA HOYA DEL SALOBRAL


(Trochas GastroSánticas de Sierra Mágina)

     Lo de la zarza que ardía como la yesca sin acabar de consumirse nunca (cual pozo de petróleo ardiente) de seguro que fue sacado de alguna de las muchas santerías a las que se les reza en Sierra Mágina durante la quema de rastrojos, sin que alguien pasara por allí en el momento preciso y le diera por ponerlo por escrito, ni hiciera orado de la cosa. Los rezos y sus milagros bajan del cielo cuando tiene que ser, si es que tiene que ser, y los perciben los que pueden.

    Rezar −por darle un nombre a lo de sigilarse por fuera y por dentro− digo yo que es una manera de despachar al personal pedigüeñero con una especie de “perdona-por-Dios” inexpugnable, sin que el personal pueda ofenderse por dejarlo con la palabra en los labios cuando es Dios quien está esperando.

    Si, además, como tenía por costumbre el Santo Custodio en la Hoya del Salobral, se apaña uno alguna covacha en condiciones, en la que ladearse del mal-de-ojo que emerge a raudal de la mirada de los aviesos de nacimiento, al tiempo que se le dispensa al sol del malagüero de sus peores horas, rezar puede convertirse en la única manera razonable de entenderse con uno mismo sin precisar de explicaciones.

    La cueva de la que hablo, en la que dicen que el Santo rezaba,  viene a ser como eso a lo que ahora le dicen “loft”, y que de toda la vida de Dios se ha llamado camaranchón, pero que, al contrario de las que hacen los alarifes a golpe de llana y palustre, esas covachuelas naturales de Sierra Mágina no necesitan de ventilación ni de lumbre para ser por dentro plácidas y fragantes como una tahona, haga el tiempo que haga por fuera.

    Divisada a vista de pájaro, la entrada de la cueva en la que se refugiaba el Santo Custodio para lo de los rezos semeja la boca de un viejo de labios eritematosos, desfigurados por la caliza del tiempo, de entre cuyos bullones parecieran escapar unas veces, y arrebujarse otras, las ruinas de antiguos colmillos que debieron ser caninos en su día, y que ahora son muescas redondeadas por el mucho rumiar siglos de líquenes, tempestades y ventiscas. Va abriéndose la oquedad a manera de ávido gaznate, dispuesto a trasegar existencias antes de que la suya se ensanche y se atragante de tanto trasegar y sostener soledades en arrobamiento.

    Una escalerilla metálica de tres peldaños nos allana a los menos enjaezados en lo del uso de jovenzanerías el descenso a ese buche calcáreo donde el Santo buscaba remanso y retiro para entregarse a lo de ser digerido por la calma.

    Bien pensado, Sierra Mágina, con sus cuevas, sus ánimas, sus cantiles, sus santos y sus visiones, merecería que cualquier remedo de un Santiago proclive a la morería señalara caminos a recorrer en plan peregrinaje de olivos y jaramagos hasta llegar a cualquier plaza de cualquiera de sus pueblos, desde la que echar a volandear campanas y cornejas que avisaran de lo mágico que puede llegar a ser lo de rezarle a las zarzas y a los zorzales, que son más criaturas de Dios que los troncos policromados tras el trabajo de buril y el pan de oro.

    ¡Quién sabe!

    No me queda otra que reconocer que, tras ser convidada a sentarme a la mesa de Noalejo −<CUCHARADA Y VERSO ATRÁS>, y empapuzarme de lo de Bélmez de la Moraleda y sus ANDRAJOS, tengo que reconocer −digo− que las gentes de SM tienen un manejo de sartenes,  azafates y misterios que da gloria; y pienso sin reservas que todos los caminos llevan a SM.

    PROCLAMO: Antes o después van a oficializarse lo de <LAS TROCHAS DE SIERRA MÁGINA> en plan santerías, pitanzas y bebedizos de ponche y resoli, como se oficializó lo del <CAMINO DE SANTIAGO> a golpe de vía láctea, vieiras y “Albariño”, y se van a enterar los gallegos de lo que son “RUTAS GASTROSÁNTICAS” en condiciones, entreveradas de versos con los que poder hacer camino al andar.

    Tiempo al tiempo.

 

En CasaChina. En un 27 de Junio de 2022

 

domingo, 26 de junio de 2022

DUELO POR UNA ROSA

A los que ayer murieron por "ilegales" en la valla de Melilla.

    Toda la noche se vieron vacilar dentro de la casa las luces y las sombras de las velas en un bailoteo tristísimo. Ni siquiera el amanecer dio tregua al titilar mortecino de tan insólita luminaria.

    Con las primeras luces del día, la rosa no vio al ama salir al jardín con la regadera de calamina en la mano, ni la miró acercarse al rincón de la Fuente del Duende, ni abrir el grifo, ni dejar correr el agua antes de que frescor gorgoteara en el vientre metálico del cacharro, ni acercarse a ella con la regadera ya llena en la mano dispuesta a calmarle a su rosa la sed de toda una noche de canícula.

    Aquella mañana no alcanzó a escuchar el susurro del ama mientras miraba de reojo al jardinero: “Nadie debiera cortar rosas tan frágiles y hermosas como tú”.

    A lo largo de las horas fueron desfilando por la casa muchas personas que entraban y salían monocolores, enlutadas, haciendo que la rosa se ruborizara de su vistoso tornasol, aquel que el ama le acariciaba cada día con la punta de unos dedos cada vez más trémulos.

    La sed apretaba.

    A medio día apareció en escena don Tolomeo, el cura, revestido también de blanco y negro como un reproche textil bicolor; venía precedido por la empinada manga cruz damasquinada en negros zaínos, flanqueada de las mínimas negruras de dos monagos con ciriales.

    En el mismo momento en el que el séquito empujaba la puerta, la rosa vio salir de la casa a Bastiano, el marido del ama, empuñando unas tijeras de podar en la mano derecha y conteniendo con la izquierda a duras penas un lloro ya demasiado deslucido en ambos ojos.

    −Es un segundo −lo escuchó demandar balbuceante, dirigiéndose a la comitiva funeraria.

    −No hay prisa −respondió don Tolomeo siguiéndole la mirada a Bastiano hasta deslumbrarse en el parterre donde la rosa se moría de sed, de miedo y de afligidos presentimientos.

    Bastiano alzó las tijeras. En ese mismo instante la rosa supo que las tijeras del Bastiano traspasarían el “hasta-que-la-muerte-nos-separe” que se juraron el ama y él para traspasarle a ella los trastos de matar.

    “Ni la muerte podrá separarnos” −se espantó la rosa, mientras el filo de las tijeras del Bastiano la herían de muerte y le aseguraban la gloria eterna junto al ama que tanto la había cuidado.

    A media tarde, acurrucada en el hueco helado de las manos cruzadas del ama, en la más absoluta oscuridad, aún alcanzó a escuchar la rosa un rumor desconocido, como a paletadas de tierra de la que el ama decía que siempre llega porque la tierra es lo único seguro.

 En CasaChina. En un 26 de Junio de 2022

 


CÓMO DECIRTE QUE... (Poema "añejo"; que no "rancio")

 pequeñas reflexionesEn realidad, los poemas son partituras con más o menos claves y silencios, aunque sin notas; las canciones son poemas más o menos  bailables


 
Poema dedicado a aquellos "el" con los que nunca hablaba

sábado, 25 de junio de 2022

REVIVISCENCIA PROGRAMADA

 84/2022

    Abro un ojo con cautela, tratando de no despertar ni incomodar a "eso" −lo que quiera que sea− que hace tres días me puso a toser como una posesa hasta baldarme. Ojo avizor, dirijo la pupila hacia el reloj de la mesilla de noche.

    ¡Las ocho!

    No me lo puedo creer. He dormido hasta las ocho en posición “decúbito prono” (permítaseme la cursilada tipo “Sección Femenina” en pololos prestos a ejecutar una tabla de gimnasia pandillera), que traducido al román paladino viene a ser algo así como dormir desparramada, bocabajo, a la pata la llana, sin padecer en la sesera el galope de una compañía de húsares cabalgándome sin herraduras cada latido, o que una plaga de langosta en ayunas estuviera rumiando granzas dentro de la piquera de mis pobres fuelles de respirar.

    Renqueante, con las mesuras propias de quien ha pasado tres días en los infiernos, me decido por poner el otro ojo en marcha sin que el esfuerzo de tan cauteloso parpadeo, necesitado sin duda de una urgente blefaroplastia, despierte a los diantres que me han poseído las últimas setenta y dos horas.

    ¡Será posible que no me duela nada! ¿No será que me he muerto?

    Desde algún músculo lejano, a la altura de los ijares, me llega la respuesta sobre mi supuesta defunción en forma de un ahora soportable espasmo tipo calambre sin rematar, donde una inspiración profunda se regodea ante la eventualidad de que el COVID se haya batido en retirada, permitiéndole  a mis fibras recuperar un mínimo de dignidad, sin verse abocadas a quebrarse en un “ay” de vieja quejicosa intermitente en plan jabalina sin destino.

    Recapitulemos: tras tres días de arrastrarme sobre mí misma como un hitajo, hoy me he levantado sin fiebre, sin tiritera, sin dolor de cabeza, sin tos,  sin fatiga. (Con ojeras). Y… ¡Oh, cielos!, con alientos para escribir tontunas.

        Repaso, milímetro a milímetro, el campo de batalla.

        ¡Nada! De momento, no duele nada.

        Si no recuerdo mal, la doctora que ayer me auscultaba, −recién salida ella misma de un ataque por la espalda de esa cosa traidora e invisible llamada COVID− se limitó sin mayores alharacas a prescribirme cuarto y mitad de codeína, que por cierto amarga como un ramajo de tueras; me recetó  un misericordioso triduo de analgésicos al estilo “que-Dios-te-pille-confesada”, y luego me despachó a mi incomunicada celda de castigo sin dejar de advertirme que lo de las fatiguitas de la muerte en plan “Lola puñales”, los estornudos al estilo de acémila arrancándose sanguijuelas de los belfos, las toses de ganso, los regustos amargos en la lengua, y dos o tres cosillas más, todavía iban a permanecer unos días en pie de guerra antes de firmarse el armisticio en mi diminuto universo.

        Visto que, a pesar de la advertencia, mi cuerpecito serrano −que es donde se ha librado la batalla− se encuentra esta mañana magullado pero jacarandoso, agarro el test para asegurarme la victoria, o para constatar si, por el contrario, se trata de una bribonada estratégica del enemigo.

        ¡Cachis! ¡Positivo! ¿Así que el bicho no ha muerto?

       Casi me desconsuelo cuando lanzo mi particular ¡Viva el bicho! Ese que simplemente se ha acantonado en algún resquicio invisible de este cuerpecito serrano mío, dispuesto al contraataque en cuanto yo relaje las defensas. 

     No tardo sin embargo en rehacerme, reenganchada voluntaria a la gloriosa consciecia de mi NoDolor tras tres días de parto. 

    ¡Veremos quien vence al final!

        ¿Positivo? ¡No importa! Una servidora guarda todavía unos últimos cartuchos en su “santabárbara” particular. Otro lingotazo de codeína, un trágala del paracetamol ese, dos chutes generosos del inhalador bronquial, un dulce sesteo de media mañana, y…¡Vamos a ver de parte de quién está esto de seguir viva y volver a ver el mundo de colores! (Por cierto, mucho más brillantes que antes de comenzar lo del ataque del bicho).

        No, si, encima, voy a tener que agradecer el despiadado ataque del viruso este que, tras tres días agónicos me ha devuelto la ilusión de la reviviscencia programada −me regocijo.

        Puesta a divagar, por un momento recuerdo con cierta complicidad a aquel otro colega. Que también el pobre mío dicen que se pasó tres días más p’allá que p’acá, y que, al tercero, resucitó en las mismas barbas del de Arimatea. Bien que sabía Él lo que se traía entre manos. Ya que en sus manos tenía lo de inventar, no se anduvo con chiquitas. ¡Buen invento ese, sí señor! Apurar una agonía y echarse a morir con todas sus consecuencias es lo único que nos devuelve lo de saber lo que es el gozo de la resurrección.

    En eso estoy: en lo de revivir.

 En CasaChina. En un 25 de Junio de 2022

ELENA CAMY RUS EN MI MEMORIA

  (Moribundarios)   Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar que es el morir Jorge Manrique. 83/2024 A mi lado, −co...