VA DE...Batiburrillo literario

sábado, 1 de junio de 2019

QUERIDO MARTÍN PRIETO


Foto tomada de Internet
46/2019
          “Entra en la sala con su natural tiesura la señorita Mármol” -recuerdo que escribiste por entonces, cuando yo era todavía “señorita”, aunque dejara de serlo gracias a aquel interminable juicio del 23-F donde nos conocimos; tú haciendo ingeniosas crónicas del juicio, con las que limpiabas la cosa del tedio y de la calorina que nos envolvía en tales fechas como estas de hace ya tantos años, antes de que decidieras morirte; yo aprendiz de abogada defensora, de la mano de un maestro irrepetible, Dimas Sanz, quien me enseñó lo mejor de esta profesión mía tan sorprendente, en la que nos pagan para que nos partan la cara en nombre de nuestros clientes, sin que lo que nos pagan alcance casi nunca para recomponer las cicatrices de los mamporros que recibimos, que provienen de todos sitios: contrarios, clientes, y lo que resulta peor: de los tribunales, en los que, salvo deliciosas excepciones, sus titulares y mandamases parecen disfrutar poniendo  en evidencia su desabrimiento y regañándole a los abogados como regañaban los maestrescuela muertos de hambre de tiempos poco recomendables a galopines descalzos tipo Lazarillos-de-Tormes.
Pero, a lo que estábamos, querido MartínPrieto: que el telediario va y dice que te has muerto de madrugada, como se me murió a mí hace aún poco aquel miembro del Tribunal del 23-F que tuvo la feliz? idea de matrimoniarse conmigo y rescatarme de las cenas solitarias.
Y voy yo y recuerdo aquellos días de Campamento, y tus brillantes maneras de describir un juicio que aún tiene mucho silenciado que yo me sé.
¿Recuerdas aquel día en que los ilustres procesados, -que, como era lo suyo, se habían declarado una guerra civil entre ellos-, se negaron a bajar desde el primer piso del recinto del Servicio Geográfico hasta la sala del juicio? Era el día en que debía declarar el General Armada, al que los otros procesados, quitados dos de ellos que tú y yo sabemos, tachaban de traidor -entre otras lindezas- por cosas que no hacen al caso y que también me sé yo.
Fue el entonces Decano del Colegio de Abogados, don Antonio Pedrol Rius, quien, tras pasar algunos larguísimos minutos en la residencia de los encausados, consiguió convencer a los disidentes procesales de que regresaran a la sala donde se les juzgaba por otras disidencias más “sustosas”.
Mientras los abogados esperábamos al pie de la escalera en entre el descansillo y la sala de vistas, los peldaños de bajada se llenaron de uniformados canores que, a voz en grito, marciales como nunca, y tras un Pedrol embutido en su toga, tan mínimo él en hechuras como grande en sus logros y maneras, entonaban un estentóreo “ahora que vamos juntitos/ vamos a contar mentiras/ tralará…”.
Tu crónica del día siguiente no tenía desperdicio:
“Baja la escalera Pedrol en cabeza, amansando a los militares, cual cabestro con puñetas…” -palabra arriba, palabra abajo, menos la literalidad de lo de “cabestro con puñetas”.
¿Se puede ser más ingenioso? Solo con ese párrafo contabas una historia patética que te/nos ha durado hasta ahora sin acabar de contarse del todo.

Y si no, que nos digan qué fue de aquel libro publicado por Planeta <NI HÉROES NI BIBRONES> del entonces director de la revista INTERVIÚ, Paco Mora, y su expeditiva retirada de las librerías…
Foto de los procesados tomada en el patio del Servicio Geográfico
Y vas y te me mueres... sin contar lo que tú y yo sabemos.

No sé cómo decirlo, pero se me están muriendo casi todos mis recuerdos.

Me pregunto si este prorrateo con el que anda repartiendo cartas la Señora Oscura tendrá previstos nuevos encuentros al otro lado o esto es para siempre.

Por si acaso, voy a ver si releyendo tus crónicas de entonces puedo recordar que al menos he vivido.
Y hemos callado.

Buen viaje, hermano.
En CasaChina. En un 1 de Junio de 2019

https://www.larazon.es/cultura/muere-martin-prieto-periodista-y-punto-final-EG23611371?fbclid=IwAR1JkNGzHA1BLzv3norOi4Mnfj11mwCNw_XOf4LKDRs87NcYppiVPIZRMpA 


miércoles, 1 de mayo de 2019

EL VIAJE EN LA LITERATURA


35/2019


(Conversatorio Feria del Libro de Bogotá 2019)

         A primera vista, el título de esta mesa me inquietó. Por un momento, con esa frivolidad hija de las prisas que caracteriza la vida actual, entendí que se me convocaba a hablar de un género literario determinado, el género literario del viaje.
        Una segunda lectura más reflexiva y menos maquinal me hizo ver que el tema no era LA LITERATURA Y SUS ADLÁTERES, sino que el fulcro, la esencia, la médula del título estaba en EL VIAJE como astro rey, en torno al que debían circunvalar mis reflexiones literarias, cuales quiera que fueran esas reflexiones.
        Desde esa segunda lectura, entendí que no podía llegar a esta mesa para hablar de géneros literarios al estilo de la Poética de Aristóteles (335 a. C.) en la que quedaron establecidas las líneas divisorias de la lírica, la dramática y la épica, género este último en el que pudiera incardinarse la LITERATURA DE VIAJES.
        Pero, repito: el tema central no es la LITERATURA DE VIAJES, sino EL VIAJE en sí, ése donde tienen cabida esos tres elementos de los que se sirvió Aristóteles para definir un género, aludiendo a tres elementos definitorios: OJBETO, MEDIOS, y MODO DE IMITACIÓN.
        Porque escribir es hacer un larguísimo viaje sin fronteras es por lo que EL VIAJE participa de los tres elementos genéricos literarios.
        Desde esos tres elementos, y sin ser demasiado partidaria de la etiqueta divisoria de géneros o de una marcada rigidez fronteriza entre ellos, es desde donde yo entiendo el hecho de escribir como una participación de tránsito viajero por la siempre inacabada creación divina.

Es decir: entiendo que el Dios creador de todos los universos conocidos puso en este mundo a los poetas y a los escritores para poder descansar cada siete días y dejar la tarea a los que, sin más material que la palabra transeúnte sobre un papel, siguen creando mundos infinitos, mientras Dios duerme.

Así las cosas, EL OBJETO de la literatura no es otro que seguir la obra divina comenzada.

Cosa aparte son LOS MEDIOS de que nos valemos para levantar cimientos, tapiales, aleros y cornisas, aceras y calzadas de nuestra siempre dinámica y andariega creación literaria. Ahí sí que EL VIAJE en sí mismo, tanto el físico con sus desplazamientos materiales como el introspectivo por los caminos de la propia consciencia, no deja de ser un medio para aprender distintos caminos por los que dirigirnos a la cantera de los materiales de construcción.
El viaje se convierte en oportunidad y en desgarro, porque, cada vez que decidimos avanzar en una dirección, se nos hace irremediable tener que dejar algo a nuestras espaldas. Y todo abandono es una iniciación al olvido: esa maldición, esa alteración paisajística que va destiñendo nuestras mejores emociones.
        En cualquiera de esos viajes, llegado que es el momento de la despedida, cada uno acude a una manera distinta de secarse las lágrimas del alma, con cualquier cosa, como pudieran ser estos versos nacidos en la distancia, tras uno de tantos adioses como he dicho ya a estas tierras colombianas:
 
15/2017
AMÉRICA-REGRESO

Regreso de una América
que redunda su esencia en mi interior
como un eventual caleidoscopio;
como una inmensa flor de no-me-olvides
que afila sus perfiles de cristal
en la profunda herida de mi sangre.

De allí vengo arrastrando
esta incorpórea carga de destierros
que duele y que se ensancha
lo mismo que sus valles extendidos
sobre la levedad de lo improbable
hasta hurgar en la llaga luminosa:

El mar atrincherado en Cartagena.

Me habitan los recuerdos:
las manos impregnadas en la esencia
del tacto vegetal,
el sensitivo olor de la distancia
la imposible escalada hasta la gloria
subscrita en el abrazo,
el altivo perfil de su horizonte.
Su índole de piel multicolor,
la urgencia del encuentro codiciado,
la aflicción diferida del adiós,
el deseo polícromo del agua,
las voces derramadas en poemas
de cauce dolorido,
o la melancolía de galeones
anclados en un tiempo interminable
donde todo regreso era utopía.

La lluvia incandescente y el sol sobreexcitado.

La alargada y desnuda caricia de la noche.

Y algún amanecer irrepetible.

En “CasaChina”. En un 12 de Mayo de 2017

 
Si he de referirme finalmente al elemento MODO DE IMITACIÓN aplicado al viaje literario, tengo que recordar que, aunque nuestro Antonio Machado dijera aquello de “caminante no hay camino/ se hace camino al andar”, es lo cierto que la mayoría de los viajeros, -también los literario- utilizan los caminos abiertos por otros que los precedieron en sus periplos, aunque queden en el camino nuevas huellas.
Cada línea que escribimos, cada trama de nuestras narraciones, cada verso o cada historia la escuchamos antes en algún sitio casi siempre de paso. Y la reproducimos sin ser conscientes de que todo está ya dicho aunque no a nuestra manera; que todos los caminos están andados, aunque no por nuestros pies. Y que nuestras huellas son únicas.
Otra cosa es cómo sea el camino abierto por los que nos precedieron, que van desde los llamados “camino del indio” cuya anchura no daba más que para el tránsito de una sola persona -fila india-, haciendo difícil el dialogo del hombro con hombro, hasta las inmensas autovías donde el horizonte no es otra cosa que camino sin dialogo audible.
Viajamos, sí, por los caminos del mundo, aunque siempre con la desesperación de lo inevitable y la esperanza del regreso; y vamos echando miguitas para poder encontrar el camino de vuelta, aunque muchas veces levantemos nuestras oraciones al dios de los pájaros para que ellos vengan a comerse esas migajas que marcan un regreso imposible.
Finalmente, viajeros imprescindibles de una vida solo perdurable mientras algo de nosotros quede escrito, sabemos que ha llegado la hora del epítome de este largo viaje que es vivir.
Y una va, y escribe y dibuja el mapa de su último destino en los últimos versos del Poemario <

PROBABLEMENTE OTOÑO>:


06/2019
EPÍTOME DE LA TIERRA
La tierra:
ella es mi patria.

Hacia la mórbida tierra me encamino
lo mismo que las hojas del otoño
llegado que es su tiempo.

Allí he de resguardarme
al fin
de toda la fatiga que acumulo.

Allí os pido
que me llevéis un trozo de papel
y un lápiz.
Permitid que allí siga escribiendo.
Es el único oficio que conozco.
Es la única hacienda que poseo.
Es -y siento vergüenza al confesarlo-
mi verdadero amor sublime y único.

Y luego,
si aún os queda tiempo sin usar
plantad cerca de mí un joven árbol
que, llegado su otoño, me cobije
con hojas amarillas.

En CasaChina. En un 5 de Enero de 2019

ELENA CAMY RUS EN MI MEMORIA

  (Moribundarios)   Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar que es el morir Jorge Manrique. 83/2024 A mi lado, −co...